El poeta Jorge Teillier construyó su obra en torno a pueblos y villas del sur de Chile. Con esa inusual capacidad que le distinguía, la de asombrarse de pronto ante los mismos fenómenos que había visto desde su niñez, describió paisajes y vivencias que resultaban demasiado rurales para nuestras grandes ciudades, pero a menudo demasiado urbanos para nuestros campos.
Los “lares” que tanto fascinaron al poeta, seducen o retienen a un porcentaje importante de chilenos que viven en asentamientos poco poblados, insertos en la ruralidad pero con un uso del suelo claramente distinto del agrícola, y una densidad poblacional mayor que el mundo rural. Se trata de territorios “rururbanos”, como les llaman algunos geógrafos, buscando superar la dicotomía urbano / rural.En el Censo 2002, para la Región de Los Lagos (que entonces incluía la actual Región de Los Ríos) se identificaron 31 pueblos y 83 aldeas, con una población de 115.004 habitantes, equivalentes al 10,7 % de la población. La importancia de pueblos y aldeas es relativamente comparable entre Coquimbo y Aysén, exceptuando la Región Metropolitana. Casi un millón de chilenos de los chilenos el 2002 vivía en pueblos y aldeas.
Cuando se habla de un mundo crecientemente urbano, mucha gente piensa en la hipertrofia de las grandes ciudades. Pero para mucha gente la urbanización consiste en abandonar el campo para aglomerarse no en las ciudades sino justamente en el espacio rurubano. Las motivaciones son muchas: acceder a los pocos servicios disponibles en el asentamiento, imposibilidad de continuar en el campo, etc. También llegan a estos lugares, paradojalmente, habitantes que huyen del mundo urbano, y aprovechando la cada vez mejor conectividad, asumen un mayor tiempo de viaje a cambio de calidad de vida.
En el Censo 2002, para la Región de Los Lagos (que entonces incluía la actual Región de Los Ríos) se identificaron 31 pueblos y 83 aldeas, con una población de 115.004 habitantes, equivalentes al 10,7 % de la población. La importancia de pueblos y aldeas es relativamente comparable entre Coquimbo y Aysén, exceptuando la Región Metropolitana. Casi un millón de chilenos de los chilenos el 2002 vivía en pueblos y aldeas.
Estos asentamientos presentan múltiples desafíos al sector público. Entre los fundamentales, el suministro de agua potable y electricidad, y el manejo de residuos, siendo las aguas servidas el desafío más complejo. También son una oportunidad para localizar la atención de al menos los niveles más básicos de educación y salud, reduciendo los desplazamientos. La conectividad es desde luego un factor clave, y otro reto es configurar esta nueva urbanidad: ordenamiento territorial, equipamiento mínimo como áreas verdes, instalaciones deportivas, sedes sociales o culturales, condiciones de seguridad, etc. Y como la política no es irrelevante, habrá que pensar también en el gobierno de estas comunidades.
Como en muchas materias de inversión pública, el dinero no es el principal de los problemas. Quizás el cuello de botella esté en la ingeniería, en la capacidad de diseñar buenos proyectos en tiempo oportuno; y quizás el cuello de botella esté más atrás, en los procedimientos que establecemos para que los municipios o las comunidades puedan acceder a estos servicios de ingeniería.
En la medida que avancemos hacia un estado de derechos, podremos definir con precisión la infraestructura básica que debe tener un asentamiento de menor tamaño y, por lo tanto, cualquier habitante de dicho asentamiento. Dependiendo de la disponibilidad de recursos y de la distribución de la población, puede también aplicarse una lógica de red o de archipiélago para localizar las inversiones de mayor escala, siempre con el espíritu de asegurar a la gente de los lares el acceso a bienes públicos en cuanto derechos garantizados.
Avanzaremos así hacia una política pública para los lares.
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