Para que los próximos integrantes de los 15 consejos regionales que se constituirán a lo largo de Chile puedan representar realmente los intereses de sus electores, se requiere que el Congreso Nacional recapacite y modifique el proyecto de ley que regula sus atribuciones. Aún es tiempo de pensar en una descentralización de verdad y comenzar a construir ciudades socialmente sustentables.
Chile es un país de larga tradición centralista, heredada del colonialismo borbónico y reforzada por el diseño estatal de Portales. En la actualidad, esto se manifiesta en un modelo de desarrollo que decide el futuro del país en una serie de edificios ubicados en un puñado de manzanas del centro de Santiago, al tiempo que convive cínicamente con el sueño de la descentralización que implica tener el Congreso Nacional en Valparaíso. Y lo peor de todo es que esto no solo afecta a las regiones, sino que también a las comunas y habitantes de la propia Región Metropolitana, que deben acudir a la autoridad central en vez de sus representantes más cercanos para dar solución a sus problemas.
En mi trabajo como actor he realizado varias giras por Chile, desarrollando el teatro lejos de Santiago. A comienzo de los años setenta participé en el Tren de la Cultura, con el cual fuimos desde Santiago a Puerto Montt, pasando por una gran cantidad de pueblos y ciudades, montando un espectáculo de teatro, música y danza. Años más tarde, con el Teatro Itinerante, recorrimos Chile montando distintos clásicos de la dramaturgia. En ambas ocasiones, vi cuán difícil es acceder al arte y la cultura lejos de Santiago y cuánto dependen las regiones de la capital para acceder a ellas. Sí, porque ambas actividades, como otras del mismo tipo, han sido financiadas y organizadas por instituciones dependientes del gobierno central.
No obstante, y como ya lo señalé en el primer párrafo de esta columna, muchas comunas de la propia Región Metropolitana padecen este problema. La mayoría de los teatros y centros culturales de la Región Metropolitana están concentrados en las comunas de Santiago y Providencia, y fuera de ellas hay poco o simplemente nada que satisfaga los estándares de un espectáculo de calidad. Sin embargo, gracias a la gestión del Gobierno Regional Metropolitano, durante el presente año, junto a otros actores organizamos una iniciativa que llevó el teatro a comunas como Lo Espejo y La Pintana, que no cuentan con un centro cultural acorde a las necesidades de un espectáculo de calidad ni sus habitantes tienen los ingresos suficientes para pagar una entrada a cualquier obra de la escena teatral capitalina.
La situación arriba descrita es una muestra más de las enormes desigualdades que existen al interior de la Región Metropolitana y, a su vez, una demostración del importante rol que juegan los consejeros regionales en la distribución de recursos que permitan acortar estas brechas.
El próximo 17 de noviembre, por primera vez tendremos la oportunidad de elegir a nuestros consejeros regionales (CORES). Esta medida otorgará mayor legitimidad a quienes desempeñen este cargo y a sus decisiones, al tiempo que los forzará a satisfacer las aspiraciones de sus respectivos electores. Por ejemplo, invirtiendo parte del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) en el desarrollo artístico y cultural de comunas que no cuentan con un cartelera permanente de espectáculos. Llevando la voluntad vecinal al diseño de planos reguladores, que en la oscuridad en la cual operan los actuales consejeros son cambiados por la presión de las constructoras. O bien, diseñando una estrategia de desarrollo regional que vele por el crecimiento armónico de las ciudades y no sea, como lo es hoy por hoy, un mero documento decorativo en los archivadores de los Ministerios donde finalmente se decide todo, situación que tiene en la más absoluta desorganización el crecimiento del espacio urbano.
No obstante, la incertidumbre que aún cierne sobre las atribuciones que estos asumirán puede dejar todos estos hipotéticos avances en entredicho.
Desafortunadamente, más aún para un Congreso Nacional que exhibe bajos niveles de confianza institucional, el proyecto de ley que establece las atribuciones de los futuros conejeros regionales todavía no ha sido aprobado. Pero más problemático aún es que, en relación a la situación actual, este proyecto reduce las atribuciones de los consejeros regionales y fortalece el rol del Intendente. De aprobarse sin modificaciones, el logro en términos de legitimidad que significa su elección directa se verá opacada por su pérdida de funciones.
Tal como señala Egon Montecinos, si esas fuesen las funciones de los próximos Consejeros Regionales, su elección directa nos permitiría avanzar en democratización más no en descentralización. Así las cosas, tendríamos autoridades locales más legítimas pero no con más poder en relación al gobierno central, ya que en el marco del actual proyecto se aumentan las atribuciones del Intendente, que es el representante del Presidente en las regiones.
Para lograr un avance efectivo en materia de descentralización, por lo pronto, se requiere que el proyecto que regula las funciones de los próximo gobiernos metropolitanos se modifique en dos direcciones. Primero, permitiendo que los Consejeros Regiones tengan la atribución de proponer políticas públicas. Y segundo, facilitando a los ciudadanos instancias de control y participación en el diseño, evaluación e implementación de tales políticas. Sin ambas modificaciones, la mayor legitimidad democrática de los futuros CORES no transformará los gobiernos regionales en espacios de discusión y diseño de políticas representativas del interés ciudadano.
Para que los próximos integrantes de los 15 consejos regionales que se constituirán a lo largo de Chile puedan representar realmente los intereses de sus electores, se requiere que el Congreso Nacional recapacite y modifique el proyecto de ley que regula sus atribuciones. Aún es tiempo de pensar en una descentralización de verdad y comenzar a construir ciudades socialmente sustentables.
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