Cómo se levanta Chile después de cada desastre natural parece más bien una necesidad cuantitativa en el discurso, cuando este se realizan en torno a lo que está hecho y lo que está por hacer, contradicción que puede ser solo parte de una discusión que busca justificar la incapacidad que muchas veces tiene el Estado para ser eficiente y eficaz en el proceso de evitar que un fenómeno natural se transforme en un natural desastre.
Chile es un país de contingencias climáticas que cada cierto tiempo nos lleva a límites; a esas contingencias sumamos permanentemente movimientos telúricos que son parte de nuestra cotidianidad por lo que resulta cada vez más necesario e importante educarnos en la capacidad de ser resilientes. Sufrir
un mega terremoto y posterior tsunami puede marcar a una generación -y si a eso le sumamos sequías en invierno, grandes nevazones, mega incendios forestales- lo que nos hace, como sociedad, necesitar nuevas políticas orientadas a reconstruir la tranquilidad emocional que cada golpe de la naturaleza nos arrebata. Hoy son muchas las madres que ven con temor la partida de los hijos cuando estos acuden al colegio ante un posible movimiento sísmico, hoy no son pocas las familias que duermen con la preocupación de que la noche no se manifieste en un tragedia y no son pocos los padres de familia que antes de dormir miran vigilantes ese mar que hace mucho ya dejó de bañarnos con tranquilidad.En nuestro país solo un 45% se declara preparado para enfrentar un nuevo terremoto y un 5% dice estar preparado o, a lo menos, saber qué hacer en caso de un incendio.
Post terremoto del 2010, en la encuesta Bicentenario, el 58% de la población declaraba que el 27/F los había afectado emocionalmente por lo que se hace cada día más patente la necesidad de generar políticas para que cada familia aprenda a vivir sin temor.
Hoy resulta cada vez más necesario e importante educarnos en la capacidad de ser resilientes. No se trata de vivir pensando en que una nueva tragedia no va a pasar, sino de enseñarles a las nuevas generaciones a estar preparados para levantarse. El desarrollo de una sociedad resiliente requiere de un reconocimiento y análisis de los riesgos que las comunidades o sociedades enfrentan, pese a todos los hechos que nos golpean habitualmente.
En nuestro país solo un 45% se declara preparado para enfrentar un nuevo terremoto y un 5% dice estar preparado o, a lo menos, saber qué hacer en caso de un incendio. Las cifras son preocupantes si tomamos conciencia de que un nuevo movimiento telúrico de proporciones o un nuevo mega incendio son posibilidades latentes. Si esta es la realidad a la cual nos enfrentamos, es necesario aplicar medidas preparatorias: no solo se trata de construir estructuras resistentes a los caprichos de la naturaleza, se trata además de entrenar a administradores de desastres que nos permitan afrontar como sociedad cada evento de manera tal que nos pongamos de pie con la misma tranquilidad y confianza que antes de ocurrida la tragedia.
La reconstrucción emocional de un país no puede quedar en los intentos aislados de la empresa privada o en ONGs que muchas veces no responden a la demanda. En la reconstrucción emocional de un país es el Estado quien debe asegurar la existencia de equipos profesionales que aborden los daños emocionales de la población, sobre todo en aquellos que transforman el carácter y los miedos de los más desposeídos: si un pescador ya no confía en su fuente de trabajo por miedo a un nuevo tsunami, ¿qué calidad de vida le espera? Reconstruir después de cada desastre natural es necesario, pero reacomodar los miedos y enfrentar la vida sin traumas lo es aún más. Chile es un país de desastres, hagamos de Chile un país resiliente.
Comentarios
03 de julio
Te felicito por este artículo y me encantan todos. Llegan a la sensibilidad, el corazón y la conciencia de tus muchos lectores, yo en este caso. Son entendibles, explicativos y bien hechos, si los comparamos con esos, los cuales son mal redactados, te confunden, donde no se entiende su objetivo, etc..
Felicitaciones y gracias
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