En estos días en los que inician los juegos olímpicos y los medios prestan atención al más mínimo avance que puedan presentar los exponentes chilenos, incluso sabiendo que nuestras posibilidades reales son mínimas. Sin embargo, hace 60 años la realidad del deporte nacional distaba de estas esperanzas de milagro, y si bien es cierto los deportistas también llegaban en condiciones precarias a la cita olímpica. Si existía un circuito de deportes más amplio que permitía una mayor participación en diversos torneos latinoamericanos, de esa generación salieron tres púgiles que son los que finalmente llegaron a los juegos olímpicos de Melbourne en 1956, la delegación de boxeo fue realmente escueta sin embargo tremendamente victoriosa, con tan solo tres púgiles Ramón Tapia peso mediano, Claudio Barrientos, peso gallo y Carlos Lucas medio pesado.
Los tres representantes volvieron con medallas, dos bronces y una medalla de plata, a pesar de que en 1950 el boxeo era un deporte popular en Chile, sus practicantes estaban aún en un estado muy primario de la preparación física y técnica, de hecho, la proeza para este caso es doble ya que los chilenos vencieron a participantes de la poderosa Europa del este, que en esa época eran una potencia en términos de entrenamiento sistemático y técnico.
La medalla de Plata de ganada por Ramón Tapia tiene su historia de esfuerzo, pero a sí mismo es el representante que tenía más posibilidades, en un minero oriundo de Valdivia que había ganado el campeonato nacional de ligeros amateur en 1953, y obtuvo un segundo lugar en los panamericanos de 1954 y fue campeón latinoamericano peso medio amateur en Montevideo en 1955, sin duda venía con un muy buen nivel competitivo. Al llegar a los juegos olímpicos debuto con Zbigniew Piorkowski de Polonia a quien venció por KO, seguido de Julius Torma de Checoslovaquia, a quien venció también por KO, en semifinales venció Francia, por nocaut técnico y perdió en la final contra Gennadi Shatkov de la Unión Soviética, a todas luces fue una participación completamente espectacular, ya que por una parte logro vencer sin mayor discusión por la vía rápida, y no a púgiles sin preparación sino que de la mayor calidad posible en la época. Los combates fueron cerrados y todos con alto nivel de intercambio de golpes, de hecho, cayo por nocaut en la final, al parecer Ramón Tapia era alguien que iba por todo y en la final perdió en su mismo juego[1].
Otro de los medallistas de esta victoriosa delegación fue Claudio Barrientos, quien llego a semifinales, este púgil oriundo de Valdivia, conocido como el “Tripa”, ya había obtenido una medalla de bronce en los panamericanos, Julio Martínez[2], en su crónica desde Melbourne, habla sobre la poca adaptación a las comidas locales y la dificultad de Barrientos para alcanzar el peso en su categoría, evento que lo habría debilitado en gran manera, al llegar a su pelea de semi finales con el representante de Corea del Sur.
Barrientos estaba poco adaptado al viaje, ya que venía muy debilitado por el jet lag y la dificultad de su pesaje, sin embargo, logro derrotar al poderoso representante de Polonia y Brasil. Barrientos no llegó en condiciones óptimas para alcanzar la medalla, perdiendo claramente en su último combate. Barrientos, también había tenido una participación destacada en los últimos panamericanos en México, habiendo logrado el segundo lugar, la crónica de Martínez, culpa principalmente a factores como el control de peso como los principales responsables de su medalla de bronce, este punto nos habla de la preparación precaria, que muestra el estado “empírico” en el que funcionaba el boxeo chileno.
El último de los participantes, fue Carlos Lucas, quien no tenía mayores aspiraciones, debido a lo difícil de su categoría de semipesados, generalmente dominada por competidores de Europa del Este, Lucas apodado el “solitario”, era un púgil de Villarrica, quien se veía obligado a entrenar en un lugar sin circuito de boxeo y todo de manera solitaria y esporádica, combatiendo en Valdivia y en los torneos nacionales en Santiago, se forjo a sí mismo, y eso fue su fortaleza pero a su vez su debilidad, esto le dio empuje pero lo alejo del boxeo más técnico, y cuando llego a las olimpiadas se vio su falta de “ring” así y todo, al encontrarse rivales complejos por su boxeo “negativo” como lo dice el artículo de revista estadio[3], al enfrentar a sus rivales de Europa del Este expertos en amarrar y trabar peleas.
Finalmente, cuando dio sus pasos a semifinales, al combatir con el rumano Negrea, quien al segundo asalto tuvo la rotura de sus guantes y la organización no encontraba otro par, lo que hizo que pudiera recuperarse rápidamente, y ganar el combate. Esta historia parece el sino siniestro que pende sobre el deporte chileno, pero también tiene relación, con las precarias condiciones de entrenamiento existentes en Chile, en el caso de Lucas, no tenía púgiles de su peso y tampoco un circuito de competencia en su natal Villarica.
La hazaña de este grupo de boxeadores, fue única en la historia del deporte nacional, se enfrentaron a los púgiles de Europa oriental, que estaban en pleno auge del entrenamiento científico, con ciclos de entrenamiento y con equipos de profesionales que apoyaban a los deportistas, sumado a la ilimitada cantidad de recursos que los países socialistas, la limitada delegación Chilena logro, tres medallas únicas para el pugilismo nacional. Esto también se debió a la competición de nuestro país en diversos, torneos latinoamericanos como un proceso de largo aliento, que dio sus frutos en 1956. Dos de los medallistas ya tenían muy buenos resultados a nivel continental, es claro que a pesar de la esforzada carrera que tuvieron que realizar los humildes atletas chilenos que ganaron a lo impensable, estos estaban en un nivel muy competitivo para la época, en donde al menos en el cono sur reinaba el entrenamiento empírico, solo basado en la experiencia e intuición de los entrenadores. Hoy a 60 años de la gesta heroica el boxeo recuerda a sus gloriosos representantes.
Si existía un circuito de deportes más amplio que permitía una mayor participación en diversos torneos latinoamericanos, de esa generación salieron tres púgiles que son los que finalmente llegaron a los juegos olímpicos de Melbourne en 1956, la delegación de boxeo fue realmente escueta sin embargo tremendamente victoriosa.
[1] Revista Estadio, Año CVI, Nº 708, 7 de diciembre de 1956, Pág. 25
[2] Martinez Julio, “Medallista de Bronce”, Revista Estadio XVI, Nº 710, 21 de diciembre de 1956, Pág. 30
[3] Marinez, Julio Op. Cit. Pág. 30
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