En la última columna vimos el recorrido del boxeo nacional en sus primeros 40 años de existencia, a base de la técnica norteamericana, frontal y corta distancia, con tendencia a aguantar el castigo físico y terminar el combate por medio del intercambio. Este estilo más bien común en la época y comercialmente aceptable, tuvo poco éxito en el extranjero cuando Buccione, Rendich y Dinamarca disputaron combates en Buenos Aires, sus resultados fueron más bien ambivalentes, pero sí atractivos visualmente al público.
Por esos años hacía escuela Arturo Godoy, quien en combates épicos con Joe Louis incluso había logrado llegar al 15vo asalto con el mejor púgil de la época, sin embargo, en el segundo encuentro fue noqueado y su rostro desfigurado. Esto mostraba que para llegar a los primeros lugares del pugilismo internacional no bastaba tener la cara dura y ser “guapo”, se necesitaba conocimiento táctico, entrenamiento deportivo más moderno y sobre todo la ampliación de los paradigmas de entrenamiento.
Aun así, Chile contaba con un nutrido circuito deportivo el cual hacía posible que existiera competencia constante y en el campo amateur, esto dio frutos positivos y 1955 fue un año fructífero para el box nacional cuando Ramón Tapia, Claudio Barrientos, Carlos Lucas viajaron a Melbourne y obtuvieron una plata y dos bronces en un logro histórico para el boxeo chileno, enfrentando a potencias de la época como la Unión Soviética, Checoslovaquia y Polonia. Fue un debut brillante considerando que Lucas ni siquiera tenía compañero de sparring. Pero en la época, el agudo periodista Julio Martínez, va más allá de los comentarios zalameros característicos del periodismo nacionalista y se pregunta ¿por qué no se obtuvo el oro? según su apreciación, los soviéticos estaban entrenados de forma moderna, enfocados en golpes contundentes pero también con un físico que fuera capaz de sostener este combate durante los tres asaltos con la misma intensidad.
La superioridad táctica y la planificación en largos plazos del entrenamiento fue superando en gran medida la antigua escuela norteamericana, que desde 1960 sería revolucionada por entrenadores de la talla de Ángelo Dundee y Cus Da Amato, darían un nuevo cariz en velocidad y desplazamiento al antiguo estilo frontal. Así mismo el bloque soviético resaltaría con la aplicación de la ciencia al deporte, desarrollado entrenamientos en circuitos con intervalos y el trabajo de explosividad y potencia, aumentando de forma exponencial la pegada y volumen de ataque de los púgiles. Así el boxeo europeo occidental, con la notable excepción de Inglaterra, fue quedando atrasado y los países caribeños desarrollaron su propio estilo de combate con influencias cubanas y norteamericanas.
"La “Escuela del boxeo chileno” se caracterizó por el desarrollo de púgiles rudos, que eran capaces de aguantar una gran cantidad de castigo y acortar a sus rivales más escurridizos, pero lamentablemente esta no evolucionó hacia formas más complejas, como el boxeo mexicano o japonés."
Así las cosas, el boxeo chileno siguió teniendo exponentes de renombre y siendo importante a nivel continental incluso con campeones panamericanos. Pero paulatinamente temas de corte administrativo como políticos fueron haciendo que la modernización del deporte se retrasara y el estilo de boxeo fue quedando en un la confrontación permanente y el desgaste por medio del intercambio de golpes. Para ser justos con el boxeo chileno, alcanzó relevancia en el contexto continental, siempre por un nutrido circuito de competencia.
La “Escuela del boxeo chileno” se caracterizó por el desarrollo de púgiles rudos, que eran capaces de aguantar una gran cantidad de castigo y acortar a sus rivales más escurridizos, pero lamentablemente esta no evolucionó hacia formas más complejas, como el boxeo mexicano o japonés. El side step, los swings y la planificación del entrenamiento, dejaron en el olvido al boxeo de 1920. Ya desde el presente solo nos queda detenernos en el pasado a observar cómo evolucionar el presente.
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Raul Romero Moran
Quiero ver la columna escrita por Julio Martínez sobre mi abuelo Quintín Romero Rojas donde menciona el romance fugaz que tuvo con Greta Garbo.