En el último tiempo, la delincuencia se ha transformado en un tema de discusión casi diaria en nuestro país. La opinión pública le exige al Estado hacerse cargo de la falta de seguridad que afecta a nuestra sociedad. Este es punto de partida que, si bien tiene matices, genera un consenso general. Pero las discrepancias comienzan cuando se discuten las causas del problema y las medidas a aplicar.
La violencia es síntoma de un problema mucho más profundo, es una reacción a la falta de inclusión, una expresión de marginalidad; y el fútbol, al ser una actividad transversal en nuestro país, no escapa de los problemas de violencia. Pareciera incluso ser un generador de la misma. Tenemos una sociedad tan segregada, que para algunos la violencia solo es perceptible en el estadio, lugar donde se mezcla la gente.Si se logra generar una conciencia real en nuestras autoridades públicas y deportivas de que la inclusión es una solución en el largo plazo, no hay dudas de que las familias volverán al estadio y de que la delincuencia disminuirá.
En el último tiempo, se han escuchado constantes críticas a la falta de seguridad ciudadana; exigencias de endurecimiento de penas, cacerolazos, hasta prohibición perpetua de asistencia a los estadios. Es decir, se le exige al Estado solucionar un problema de violencia aplicando aún más violencia. En el fútbol se ha intentado solucionar el problema con políticas como el plan “Estadio Seguro”, plan que funciona en base a medidas que promueven la represión, que significa más exclusión y más marginalización; por ende, no significa dar una solución real al problema en el largo plazo.
La respuesta, entonces, es la inclusión. En algunos países de Sudamérica, el fútbol es mucho más que una competencia, hay un verdadero “club deportivo y social” detrás, que tiene no solo una misión deportiva, sino que también una responsabilidad social muy importante; congregan personas, arman tertulias periódicas de discusión, o hacen actividades de apoyo a la comunidad; esto le da un sentido de pertenencia muy fuerte a las personas. Por lo mismo, en muchos partidos de equipos considerados “chicos”, llevan tantas personas al estadio, porque mucha de esa gente no solo ama al fútbol, sino que también siente una profunda identidad que lo ata a su equipo. Muchas de esas personas sienten, de alguna manera, que “le deben algo al club”.
En Chile, con la privatización de los clubes de fútbol, se perdió el sentido social que más de un club quiso darle a su institución, pasando a ser empresas -cuyo fin es otro- como lo son en muchos países de Europa. Siguiendo en esta línea, muchas personas proponen como solución lo hecho en Inglaterra con los hooligans, desarticularlos y subir el precio de las entradas entre otras iniciativas. Pero nuevamente nos olvidamos del problema central: la falta de inclusión, dado que en Inglaterra la infraestructura de apoyo y contención social es mucho más fuerte que con la que contamos en Chile.
Para avanzar en la solución a nuestros problemas de delincuencia, es importante que el Estado tome muchas medidas en diferentes ámbitos y escalas. En lo que atañe al fútbol, debe existir una voluntad real del Estado en exigirles a los clubes mayor responsabilidad social. Esto es, que el club de fútbol debe vincularse con su comunidad, los hinchas, abonados o simples seguidores, y trabajar estrechamente con las personas que viven en riesgo social. Por ejemplo, que los equipos hagan clínicas de futbol en poblaciones, que se limpien las barras de los delincuentes, o que se hagan talleres para la familia, generando una verdadera red de contención en torno al fútbol, todo lo que antiguamente se buscaba hacer cuando eran “clubes sociales”.
El fútbol no puede, ni debe, resolver por sus medios un problema del país como lo es la delincuencia; pero dada su relevancia, debe ser un actor importante en un plan transversal de solución, que es responsabilidad del Estado. Si se logra generar una conciencia real en nuestras autoridades públicas y deportivas de que la inclusión es una solución en el largo plazo, no hay dudas de que las familias volverán al estadio y de que la delincuencia disminuirá.
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