Deporte de Alto Rendimiento: la política estatal que falta

Chile. Una conversación de dos personas en un local de comida rápida. Un televisor de fondo. El comentarista está eufórico porque el deportista chileno alcanzó un altísimo puntaje, lo que tiene contento al país entero. Una persona le dice a la otra: “¿Qué pasaría si Chile invirtiera más en sus deportistas? Seguramente tendríamos más medallas de oro y no dependeríamos de una o dos personas”. La otra persona responde: “Es verdad, pero como no está en los intereses del país queremos sacar deportistas de elite a precio de huevo”.

Esta afirmación no deja de tener sentido. A diferencia de otras naciones, independiente del objetivo que busquen con ello, Chile no tiene entre sus metas más importantes el formar deportistas de nivel mundial desde la cuna. El Estado pone su énfasis en el fútbol como una tradición longeva y en el tenis porque tuvo su época de gloria y dio buenos resultados. Eso basta para llenar los magazines noticiosos durante casi una hora algunos días a la semana y dejar a la masa contenta. Nada más acorde con un círculo interminable de carácter neoliberal que prima en el actual modelo de negocios de la televisión: a la gente le gusta, es rentable, se muestra en las pantallas, sube la sintonía, llega la publicidad, a la gente le gusta…

En concordancia con algunos autores, el deporte es un elemento que genera altos niveles de identificación, lo que deriva en su utilización para reforzar el nacionalismo. Ya Carlos Ibáñez del Campo y Augusto Pinochet utilizaron al fútbol como tal, ya sea Colo Colo o la selección chilena. Eso si es que se le utiliza “desde arriba”. Distinto es si es que se ve “desde abajo”: deportistas que lo dan todo por concretar un sueño y hacerlo lo mejor posible casi sin apoyo financiero, un país que pone sus esperanzas en ellos.

Y, como siempre, los gobiernos se suman a las felicitaciones cuando los logros están consumados. Tarde, cuando ya no se les necesita. Lamentablemente, con felicitaciones no ganan medallas. Esas se obtienen con el esfuerzo de quienes nos representan, con el apoyo del empresariado y, por sobre todas las cosas, con un plan estatal de fomento deportivo, por lo menos de doce años.

Es uno de los grandes males de Chile: quiere ser campeón del mundo pero gastando bien poco, cosa que le cueste baratito. Hay que reconocer el aporte de las empresas que han hecho posible que nuestros deportistas estén en Europa compitiendo, independiente del objetivo que tengan, porque a ellos les sirve. Sin embargo, debe establecerse de la mano con el futuro Ministerio del Deporte una política estatal que dé prioridad al deporte de alto rendimiento. Sólo así podremos mirar el futuro de forma alentadora. Si queremos tener los rendimientos de siempre no hay problema, podemos seguir así. Si está como una de nuestras metas llegar a la vanguardia deportiva mundial tenemos que actuar de inmediato. Tres Juegos Olímpicos son un buen plazo para tener excelentes resultados. Ciertamente, de la mano de una contundente inversión fiscal.

¿Es aceptable que Berta Rodríguez tenga que trabajar en vez de ocupar todo ese tiempo en entrenar, o que Tomás González haya tenido que esperar años para poder entrenar decentemente en uno de los pocos países que tiene abundancia de recursos para su cantidad de habitantes y que puede invertir en ellos? La respuesta es más que clara.

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Foto: Instituto Nacional de Deportes