Los inicios del boxeo en Chile están llenos de historias como esta, boxeadores que “trabajaban” part time, este es el caso de Jorge Díaz, uno de los primeros púgiles olímpicos de Chile. Corría el año 1919 y el deporte era sumamente popular, existían más de 88 clubes distribuidos por la región metropolitana, en ese ambiente Díaz se hizo un nombre, combatiendo tres veces a la semana. Descrito por los cronistas como forjado a sí mismo, sin escuela, combatiendo todas las semanas y en algunos fines de semana hasta en dos clubes simultáneamente. Hacia 1920 no existía plenamente la estandarización de competencias, ni tampoco el cuerpo de árbitros y jueces, además de dos asociaciones que organizaban eventos de boxeo en el territorio nacional. La Federación de Boxeo y la Asociación de Centros de Box, dada la proliferación del deporte y la cantidad de veladas, era muy difícil establecer criterios que limitaran la calidad y control de los combatientes.
Así, Díaz se desarrolló con una gran resistencia al castigo, pero sin formadores que corrigieran sus errores, era virtualmente un mercenario del boxeo, combatía donde y cuando fuera, siempre y cuando le pagaran. En un mismo día representaba al Tallman Boxing Club y más tarde al Green Cross, su boxeo era un derroche de energía en desplazamientos exagerados y un hábil uso de la izquierda, combatía contra cualquiera que tuviera en frente, así fue contra Uzabeaga un experimentado amateur y Giaverini, a pesar de sendas derrotas en su contra, siempre estaba dispuesto a otro combate, este espíritu hizo que tuviera más de 200 peleas se volvió conocido en los círculos boxeriles. En 1928 derroto al aristócrata Zorobabel Rodríguez uno de los mejores boxeadores de la Universidad Católica, esto le dio paso a ser uno de los favoritos para asistir a la justa olímpica de Ámsterdam en 1928, después de unas clasificatorias desarrolladas en el Hipodrome Circus de Independencia y asistir al Sudamericano de Montevideo el mismo año, clasificó a los JJOO y asistió con una delegación dirigida por el aristócrata Temístocles Sáenz Soro, uno de los más entusiastas representantes del boxeo en las clases altas, a pesar de su boxeo rudimentario, logró tener éxitos venciendo a un francés y un polaco, pero en este último combate se fracturó su mano y no pudo seguir en competencia, sin duda tantos combates lo habían forjado como un duro, pero era imposible seguir en competencia, sin duda alguna como mercenario del boxeo llegó muy lejos. De vuelta en Chile siguió con su rutina de combatir en cuanto club fuera posible, entendamos que en aquellos años un día de dos combates podía ganar el sueldo de un mes, conservando cierta posición después de su participación en la Olimpiadas de 1928, llegó al cenit de su carrera deportiva cuando ganó el Sudamericano de 1929, realizado en la Universidad Católica, desde ahí el siguiente paso era el profesionalismo, y así lo hizo, pero su cuerpo ya estaba cansado y no tuvo buenos resultados, más aún en una época en que los hombres con los cuales competir eran de elevada calidad como Luis Vicentini, Estalinlao Loayza y Juan Beiza. Sin buenos resultados en el boxeo rentado y pasó al retiro desapareciendo para siempre de la historia del boxeo nacional. La dura historia de Díaz nos da una imagen de la formación primitiva de un deporte tremendamente popular y poco normado a inicios del siglo XX.
"La dura historia de Díaz nos da una imagen de la formación primitiva de un deporte tremendamente popular y poco normado a inicios del siglo XX."
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