Hay una historia, en una remota región del mundo, sobre un personaje público que logró gran notoriedad por sus habilidades políticas y comerciales. Su determinación, carácter y ambición le permitieron llegar a lo más alto, usando toda clase de artimañas, pero buscando siempre realizar sus operaciones dentro de lo perfectamente legal.
El personaje en cuestión venía de una familia adinerada, por lo que tempranamente pudo emplear influencias para avanzar en sus propósitos. Su fórmula de acaparamiento de riquezas no era el establecimiento de rutas comerciales, intercambio mercantil o descubrimiento de nuevas plazas. No, lo suyo era la especulación. Fue así cómo a través de la extorsión, información privilegiada y comprar propiedades en bancarrota fue amasando una fortuna sin igual en su tiempo. Para esto, desarrolló fórmulas al borde de lo legal, generando progresivamente el malestar del pueblo pobre. No apostó por la invención de productos, la construcción o el desarrollo en general. Para él, todo lo que no fuera especulación era una pérdida de tiempo.
También fue conocido por tener un nivel ético muy bajo. Se salvó de la cárcel y el destierro solo por su habilidad para corromper a la justicia, y sus influencias políticas. En este punto se destaca el caso de la vestal acosada. Traicionó a amigos, comerciantes y jueces solamente por un impulso incontrolable para obtener más poder y dinero. Los golpes que asestaba parecían en extremo arriesgados, pero su mentalidad consideraba al riesgo como una sustancia adictiva, de la que no podía escapar.
A este personaje histórico le tocó enfrentar un estallido social, cuyo referente llegó incluso al mundo de la cultura. En un escenario inestable, él apagó el fuego con bencina imponiendo severos castigos (decimatios) a los rebeldes escogidos para ser sometidos de manera “ejemplificadora”. El resultado fue estrepitoso, al punto que su oposición política tuvo que rescatarlo para recuperar la institucionalidad amenazada.
Si bien su habilidad era sobresaliente en negocios, políticamente el estar permanentemente en el límite del peligro en algún momento le pasaría la cuenta. Aquello ocurrió al subestimar lo que el conjunto de enemigos podría maniobrar. Ellos, los partos, conocedores de su codicia, no solo lo decapitaron sino que le introdujeron oro líquido en su cabeza para acabar con su vida, en el 53 a.C. Esa atroz muerte como consecuencia de una serie de acciones erráticas dio paso a la frase “craso error” (crasus errare), ocupada hasta el día de hoy, para dar cuenta de un error muy grave.
Si bien su habilidad era sobresaliente en negocios, políticamente, el estar permanentemente en el límite del peligro en algún momento le pasaría la cuenta
Y bueno, este es un breve resumen de la historia de uno de los íconos de la República Romana, Marcus Licinius Crassus (Craso), que da cuenta de una lección universal en política: «Qui totum vult totum perdit» (quien todo quiere, todo pierde), algo que podemos ver en textos desde Maquiavelo a Schmitt.
P.S: Me imagino que no habrán pensado que escribía sobre otro personaje político ¿o sí?
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