El reloj en la pared es mi cómplice en este momento. Tener 20 minutos contigo me da el tiempo y la oportunidad de tratar de derribar los muros. Saber que podemos pasar de aquí a la eternidad entre promesas formadas por ambos es una buena decisión aunque suene a fantasía.
Solo 20 minutos de tu tiempo para poder sumergirme en tus ojos verdes. Cuando cazaba a las viejas mariposas con historias bonitas del ayer siempre creía que era pérdida de tiempo. Pero ¡Qué diablos! Si solo pienso en ti.
Ahora todo pasó por los veteranos anuarios sin ningún aviso; semejante a los latidos de los corazones rojos sin expresión. Todavía podemos levantar el respaldo y dividir nuestra cosecha con un pequeño desliz de tiempo entre los brazos de las equivocaciones. El tiempo no tiene sentido en estas realidades falsas y por eso cierro mis ojos y veo los tuyos clavados en mí.
El viento azota los años que vuelan y no volverán. Entonces te pienso a cada momento. Yo sé que podemos cambiar el ritmo al tic-tac de nuestros corazones negros. Ponerle la música de una buena canción, con líricas que describan lo que es el amor de 20 minutos.
¡Qué todo vuelva a iniciar! Como la pista de música de esa canción, la cual nos ayuda a retornar el alma al cuerpo. Nuestras vidas tatuadas con 20 minutos felices antes que nos abatan los años superpuestos como rocas de las praderas.
Te amo a mi manera. Desde acá, desde allí y en las eternidades que van mostrando el ocaso. Aprendí a reconocerla en esos días de invierno y creo que no lo sabía hasta que pensé 20 minutos más en ti. Por eso, al votar las fotos del pasado, pienso que te amo más que mañana, sin saber que no tenemos esos 20 minutos para invertir las fechas a nuestro favor.
Juntos estamos con esos delfines que conversan en la profundidad de nuestros sueños de juventud. Dictando oraciones sin sujeto ni predicado, aunque fácil de comprender. No sé la razón de divagar con tu nombre pegado a esos 20 minutos antes de estrechar el final de cualquier noche bipolar.
Todavía tenemos el tiempo a nuestro a favor. Tan sólo en 20 minutos podría cambiar todo. Ver esa luz que sale por los cerros nevados de cualquier lado de este desierto que nos separa en busca del amor como un oasis.
Creo que fuimos demasiado orgullosos para reconocer que no siempre se gana en los amores fugaces. Ese sentimiento que nos puede llevar al abismo o al cielo en busca del cambio de almas. El día de hoy tratemos de gritar nuestros sentimientos en las almohadas humedecidas por el llanto del mal destino. Sórdidos instantes para olvidar de una buena vez. Todavía tenemos el tiempo a nuestro a favor. Tan sólo en 20 minutos podría cambiar todo. Ver esa luz que sale por los cerros nevados de cualquier lado de este desierto que nos separa en busca del amor como un oasis.
Aún hay buena estación para cambiar. Pero no me exijas que te suplique volver al revés. Aquí te lo confieso en reserva sin que nadie lo sepa. En estas letras está escrito el secreto de nuestros nombres ocultos en el pasado abismal ¿No te das cuenta? El resto de nuestra única vida poseemos la oportunidad de ser felices a una feroz manera, viendo las aves con rumbo hacia el sur, siempre al sur en busca del retorno. Allá por las fronteras donde no pasa el hombre libre, sino el hombre torcido por la verdad dolorosa.
Tenemos tiempo, lo sé, tiempo para poder bailar al ritmo de los amantes que se deben algo y nada al mismo tiempo. No un rato de placer, sino por una perpetuidad de complacencia. Por más de 20 minutos, para estar al corriente que podemos poseernos en alma, no en carne. Cursis hasta la médula y olvidar los esbirros del pasado atolondrado, los cuales dieron vuelta a nuestras pretensiones de explorar el amor húmedo y vibrante.
Aunque me arrepiento y te confieso de cómo deseo tener un beso de tu eternidad. Los vientos chocan en la venta y nos vuelven a la realidad. Oye, quiero que sepas que mi alma se hunde por ti, grita por ti desde el averno. Lo sabes bien pues las manecillas son parte de ti.
20 minutos contigo para decirte nuevamente: te amo aunque no lo entiendas. Y al percibir tu porfiada negativa a la ilusión, no me queda más que buscar en esos delfines el verde de tus ojos para que te adorne el cuello por 20 minutos de inmortalidad. Un recuerdo que debería haberte dado antes del Armagedón de las equivocaciones. 20 minutos repasados con el reloj cómplice. Sin más que exigir a la hora de un ¡Adiós!
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