Al leer el título del presente escrito, cabe preguntarse, ¿es posible que América haya sido inventada?, y si es así, ¿cómo es posible inventar un continente que existía de forma precedente a la invasión Europea?
Ante estas dos interrogantes, sugerimos una tercera pregunta, ¿qué es lo que realmente se inventa?, considerando que este nuevo mundo, acorde a la concepción occidental, conformaba desde tiempos milenarios un mundo vivo e interconectado. De esta manera, intentaremos esbozar algunos fundamentos promovidos por el historiador y filósofo mexicano Edmundo O´Gorman (1995) con la intención de aportar al dialogo en torno a la pregunta sugerida.¿Qué es lo se inventa realmente?, podemos señalar que lo inventado corresponde a una idea fundada sobre sentidos y significaciones atribuidas dentro del marco de concepciones vigentes en un momento dado sobre la realidad de América y el ser americano
De acuerdo al mencionado autor, América no es un continente sino que una invención. En este sentido, la historia que debe ser pensada críticamente no es la de la llegada de los europeos a lo que hoy es nombrado como América, sino ante todo, la historia de cómo se construyó la idea de que América fue descubierta.
Es imposible concebir el surgimiento de la narrativa del descubrimiento de América durante los viajes de Colón hasta las supuestas indias orientales. Puesto que el descubrimiento no es un hecho fáctico, de lo contrario, es un proceso de interpretación significado por las concepciones cristianas, universales y científicas regidas en el contexto europeo del siglo XVI.
De esta manera, O´Gorman propone una revisión historiográfica de la idea del descubrimiento, interpelando directamente la ciencia histórica, entendida como la elaboración de narrativas y representaciones geográficas universalmente aceptadas. Como se expresa en la publicación del mapamundi de Waldsseemuller en 1507, en donde se integra por primera vez el nombre de América a un angosto pedazo de tierra uniforme.
En atención a estos sucintos antecedentes coincidimos con O´Gorman, al señalar que América es un nombre propio perteneciente a un explorador portugués, con el cual se le atribuye una esencia a una supuesta entidad inédita carente del dogma cristiano y de la idea de civilización europea. Así, América es inventada y al mismo tiempo integrada al seno de la cultura occidental.
Otro aspecto importante para comprender la invención de América, es la asignación ontológica de esta tierra como un nuevo mundo, según las cartas de Vespucio. Lo cual tiene por lo menos genera dos implicancias. En primer lugar, al deducir que estas tierras correspondían a un territorio desligado de las indias orientales, se presenta un nuevo escenario geográfico para la concepción occidental, difiriendo del diseño de mundo imperante durante el siglo XV, denominado “orbis terrarum”.
El cual se conformaba por los tres continentes que constituían los designios de lo posible y los límites cartográficos del mundo naturalmente jerarquizado, partiendo por Europa, Asia y África. De este modo, Vespucio al identificar que estas tierras australes mantenían una extensión unificada, propone la idea de un nuevo mundo perteneciente al “orbis alterius”, referido a un mundo implicado a las antiguas creencias paganas y una inaceptable pluralidad herética.
La idea de integrar una cuarta parte del mundo inscrita en la alteridad, manifiesta la primera implicancia que deseamos exponer. La noción del nuevo mundo surge subordinada a la concepción occidental de la alteridad, es decir, subordinada a la noción de otredad y extrañeza depositada sobre el ser americano portador de formas de vida diferentes a las europeas. Vale decir, como representación colectiva de un otro subalterno y blasfemo.
La segunda implicancia que conlleva la instalación de la idea del nuevo mundo es mucho más evidente, sin embargo, manifiesta la forma de vida que los seres de este continente han sobrellevado durante siglos. Al hablar de un nuevo mundo se enuncia la existencia de una entidad emergente, por tanto, invisivilizando deliberadamente la pluralidad de vidas coexistentes en el continente con anterioridad al despojo europeo.
Ante esto O´Gorman se posiciona críticamente, al señalar que estas invenciones integradas al discurso histórico del acontecer universal han contribuido a fundar como a consolidar una estructura fenotípica (o racial) encima del ser americano, en contraposición al ser europeo descubridor del nuevo mundo. O en otros términos, han contribuido a consolidar relaciones de poder asimétricas materializadas en el proceso de colonización sustentado por estas concepciones dominantes.
Retomando la pregunta sugerida respecto a, ¿qué es lo se inventa realmente?, podemos señalar que lo inventado corresponde a una idea fundada sobre sentidos y significaciones atribuidas dentro del marco de concepciones vigentes en un momento dado sobre la realidad de América y el ser americano (O´Gorman, 1995).
Por tanto, se construye un complejo proceso ideológico en función de la inserción de la cuarta parte del mundo al panorama universal de occidente. El cual debe comprenderse como un proceso constantemente situado, por el hecho de estar vinculado al marco de concepciones vigentes en un continuo presente histórico.
En este sentido, proponemos que al momento de dialogar sobre América tengamos presente que lo que conocemos como continente americano no ha sido eso desde siempre, dado que en realidad no lo ha sido, sino a partir del día en que se le concedió esa significación (O´Gorman, 1995). Por ello, la historia de américa sigue en vigente disputa, en contra de la historia que no le pertenece, en contra de las predominantes concepciones coloniales y pretensiones universalistas de occidente.
- Bibliografía utilizada.
O’Gorman, Edmundo, La invención de América, FCE, México, 1995.
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