Quizás muchas cosas comenzaron en el Internado Nacional Barros Arana. Allí, por la década de los años 40 del siglo XX, se conocieron estos tres: Nicanor Parra, Jorge Millas y Luis Oyarzún. Es decir, un complejo de poesía, de filosofía, y de otro complejo, a su vez, de estética filosófica, poemarios y Naturaleza –que viene a ser el otro nombre de Oyarzún.
A los 20 años, se ganó un premio literario concedido por la que en ese entonces era una muy reputada Sociedad de Escritores de Chile. Ocurría en el género mixto de la prosa poética (Las murallas del sueño). También se reputó, el mismo, esta vez como decano de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en 1958 –me había tocado nacer a mi apenas unos meses antes. Como si esto fuera poca cosa, fue elegido para la Academia Chilena de la Lengua en 1965 –habrá que decir que la figuración social y cultural de esta academia hoy no es la menos elitista.Se dice de Oyarzún que fue tan ingenuo como filósofo. Tan niño como angustiado. Tan poeta como burócrata
Se murió Luis Oyarzún en Valdivia, bajo los muy ciertos temporales aún no tocados por los efectos secantes del calentamiento global. Y siendo académico de la Universidad Austral. Hoy, la parte de promoción del arte y la cultura de esta Universidad, es presidida por su nombre –y no aguanto las ganas de no agregar que, por mi lado, allí hice algunas de mis primeras clases muy formales de taichí (en sus relaciones contemplativas en la Naturaleza).
A falta, acaso, de ese honor, la Chile ha bautizado la biblioteca de su Facultad de Artes también con su nombre. Y, sin embargo, este recuerdo sobrevive apenas rozando el completo olvido en la historia oficial de esta Capitanía General –y no menos en los intereses de la clase intelectual del presente. Al parecer, su poesía no podía equipararse, por ejemplo, con la de su contemporáneo Parra, ni su filosofía…, bueno, la filosofía chilena apenas tiene tradición. Es decir, hagamos una brevísima encuesta: ¿podría usted nombrar 3 filósofos chilenos de los cuales, no que usted sepa respecto a qué pensaron, sino de los que ha escuchado alguna referencia?
Se dice de Oyarzún que fue tan ingenuo como filósofo. Tan niño como angustiado. Tan poeta como burócrata (en este caso, universitario y de la ONU). En 2011, el destacado profesor chileno de teoría y estética literaria, Roberto Hozven, publicó un extenso estudio de su obra con un buen título: Escritura de alta tensión.
Se preguntarán qué motivo, si alguno preciso, puedo tener yo para escribir en esta plataforma de tan ilustre desconocido. Y a fines del 2022 –cuando lo que parece importar a la cultura chilena del mainstream es discutir sobre si la Teletón sí o no; o acerca, en lo máximo, de qué deberíamos hacer con la mayoría de la Universidades privadas actuales.
Es que un grupo de amig@s, medianamente jóvenes, y filósof@s, se han dedicado, por años ya, a cultivar esta rara afición pensante de estudiar a sus ancestros y paisanos en el oficio. Pero dirigiendo sus miradas e intereses hacia los asuntos del pensamiento chileno en filosofía política (o sus alrededores). O hacia los derivados de lo que la disciplina nombra como filosofía moral –que muy poco tiene en común con la moral de las instituciones dominantes, o con la moralina. Aunque nunca totalmente.
Me sucede entonces la motivación de comenzar a decir, entre ellos, algunas cosas de este otro lado. Del pensamiento estético, de los asuntos llamados de la “belleza”, o de la obra de arte como cuestión de posibilidades teóricas. Y de eso en tanto ocurrido desde estos territorios de Chile. Se trata, evidentemente, de intereses interesados. Pues, cómo no, se trata de hablar también de mis propias incursiones en todos estos ámbitos –que suman cierta decidida intencionalidad precisamente poética.
Me despido, en este momento, destacando los trabajos que este Oyarzún dedicó a nuestra Gabriela Mistral, tanto en la poesía como en lo que llamó su “sentimiento americano”.
Comentarios
09 de diciembre
Parece que ser un olvidado es muy tràgico a veces.
En las filosofìas a veces ni tanto. El mismìsimo Aristòteles
tal vez debe dar gracias a sus diez siglos de olvido.
En Chile, olvidar filosofìa, eso es màs bien lo inmemorial.
El nombre «Luis Oyarzùn» me recuerda que en la filosofìa chilena
hay màs Oyarzunes….
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