Hoy quiero dar mi opinión como mamá, como ciudadana, como mujer común y corriente que ve a diario como un país que va en desarrollo decae en silencio, ya que quienes manejan Chile no ven dónde está el dolor.
Soy mamá de prematuros gemelos que en actualidad tienen un año de vida. Si bien mi realidad con ellos ha sido buena, por cosas de la vida me ha tocado estar en contacto con madres de prematuros extremos que van en decaída por negligencias medicas en hospitales que cuentan con un buena unidad de neonatología, pero que falla en lo humano, con personal sin vocación o simplemente por una jefa de sección fría que es capaz de decir a una madre “tu hijo se va a morir”. He visto cómo esa misma persona realiza maltrato psicológico sobre estas madres, cómo no se apuesta por la vida y cómo madres lloran y sufren en un lugar que se supone se llega a tratar de salvar vida y reconstruir esperanzas. Eso, este país en desarrollo no lo ve; al contrario, lo esconde. Es triste ver morir a bebés sin que una enfermera o personal de turno haga todo lo posible por salvar esa vida. Es escalofriante saberlo, pero es demoledor el verlo.
La vida me dio la posibilidad de formar mis propios negocios y manejar mis tiempos. Por eso que puedo apoyar a estar madres y contar esta realidad, porque ellas viven con el miedo el miedo a que sus hijos paguen las consecuencias de sus reclamos.
Esta es la historia:
Todo comenzó en el 2010. Quedé embarazada. Era un embarazo deseado por mí pero no por el padre, quien ya era padre de una niña de menos de un año de edad a esa fecha. A pesar de su negativa disposición, de sus gritos y amenazas, yo seguí adelante. En uno de los controles se me contó que esperaba gemelos. Me sentí muy angustiada y sola pero ya ese proyecto de vida estaba en mí. No había tiempo para llorar ni reclamos. Solo sabía que debía salir adelante. Mi hijo mayor, Franco Alexander, de 12 años, fue mi pilar de amor y compañía.
Así, con mi hijo llegamos al control de los cuatro meses, ilusionados como siempre, pero recibimos la noticia de que yo debía tener un reposo absoluto por lo menos hasta al término de mi embarazo, ya que tenía serias complicaciones por mi estado anémico, ya que desde chica sufría de anorexia nerviosa. Sentí gran culpa y pena. Me sentí la peor de las mujeres, pero debía seguir dejando atrás mis fantasmas del pasado. Tenía vida dentro mío y nada ni nadie me iba a quitar el privilegio de ser mamá por segunda vez. Estuve de los cuatro a los seis meses en cama. A los siete tuve un pequeño permiso del doctor para levantarme. Así duré dos semanas y luego de sentir pequeños dolores y sangrado, llegué de urgencia a la Clínica Alemana, donde un 26 de febrero nacieron mis hermosos y amados hijos. Estaban sanos con un peso de 1.900 y una estatura de 40 centímetros. Ellos fueron un milagro de vida: soy una agradecida. Tengo tres hijos maravillosos. Cuando hay garra de mujer ni la palabra prematuro ni la palabra gemelos te asusta. Mucho menos la palabra soledad. Tengo a mis gemelos y soy su mamá y papá, como muchas mujeres que cumplen doble rol.
A pesar de que en Chile no existen hijos ilegítimos, los míos en cierto modo lo son. Yo pasé por alto las leyes y primó en mí el amor y la dignidad de mujer. De qué vale una pensión mes a mes si no hay cariño. ¿Se puede obligar a querer? La demanda da derecho a visita. ¿Se puede forzar a un hombre a ver a sus hijos si ni siquiera sabe como se llaman?
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