“In today’s rapidly changing world, musical groupsappear almost every day with some new promotional device…Some of these devices have been known to leave irreparable scars on the minds of foolish young consumers”.- Frank Zappa – Punky’s whips (1978)
La música se constituye en un fenómeno central de la cultura que merece el mayor esfuerzo e ímpetu intelectual. Una entidad histórico-social, también un producto del hombre y su pasado, su mundo, sus hechos que ve su raigambre fundamental no únicamente en la voz humana que ha seguido paulatinas evoluciones conforme a las vicisitudes de los pasajes en que se han insertado. Los hombres la gestan de manera teleológica, de manera consciente o inconsciente, ello es curioso. Su objetivo, prístinamente en un marco social, está abocado a la ruptura de cadenas de opresión como: el mesianismo de la ciencia, la dictadura de la producción y el consumo, los gobiernos autoritarios, la constante perfección de la técnica, el adoctrinamiento, la homogeneización universal y el juego platónico de que todos deben tener una función en la sociedad.
La música puede a veces ser un lenguaje, otras ser parte de la dominación y otras, un elemento de la crítica (y quizás, la contracultura). Adorno entendía a la música dentro del arte, como una forma de manifestación por medio de sonidos y exteriorización del tacto hacia el mundo. Ello con una sola finalidad esencialmente quimérica, vertida en su capacidad para plasmar la realidad en su diferencia, en la singularidad máxima de sus discontinuidades, como algo que ni el rasgo distintivo de la filosofía ni el del pensamiento científico jamás podrían llegar a lograr. La subjetividad a la música, que debe predominar por sobre la división (y segmentación) del trabajo que desdeña lo espiritual, de una sociedad incapaz de pensar sus fines y donde toda actividad con –aparente- sentido se convierte en comercio y entra en el juego del mercado. El arte entra al círculo virtuoso (vicioso) del dinero. La sociedad cosifica a sus artistas y ellos son absorbidos por la lógica imperante. Las producciones están sujetas no a la crítica ni a la reflexión, sino que al poder y éste, se entiende a lo Hobbes, en el dinero.
La objetivación es lo que se debe evitar, pues deja al arte como un sin sentido. Esa situación es la de los músicos incapaces de crítica,quienes se entregan irreflexivamente a materiales ya obsoletos, vale decir, representaciones para las cuales, el tiempo es lineal. Entonces, el artista utiliza patrones existentes, no vigentes y puramente decorativos, que el público conoce de forma directa y automática de una u otra forma. Se rompe la naturalidad, la espontaneidad, el sueño, la sorpresa y la virtud. Los sujetos destinatarios de la producción artística en esta situación están acostumbradosa recibir sin pensar, a acomodar lo conocido en unas estructuras mentales ya dispuestas, sin realizar ninguna abstracción.
Lo anterior genera el problema de que el arte se convierta en la antítesis de su sociedad, se aísle totalmente de lo que representa (en realidad, no representa) y por tanto, no cumple su tarea. Que la sociedad de mercado haya devenido en una situación delicada de improducción, inoperancia y en los términos más crudos, de miseria artística yhumana (a propósito de la figura del otro), particularmente por el terrorismo y los acontecimientos de violencia y horror que han producido que el arte sufra una metamorfosis y se degenere finalmente, en un límite de sí mismo. De ahí que el verdadero artista, el puro, el reflexivo, se encuentre deshumanizado y que el arte ya no pueda ser romántico/idealista-realista. En definitiva, ya no estamos ante la expresión del genio, sino ante el artista que sacrifica incluso su propia personalidad ante las contradicciones de la sociedad que detesta (la clave contraculta y nihilista). Esta es la paradoja de la nueva música que quiere exhibir su propia realidad: quiere comunicar su disgusto con la sociedad, pero al sumergirse en su propia máxima para evitarla, termina por incurrir en lo inexorable de la expresividad y la comunicación. Sin embargo, el último bastión de la resistencia, radica en negar al individuo del hoy. Solo así la música se preserva como una estrategia de la técnica de resistirse a la teorización, a la repetición que usufructúa la tesis de la muerte del autor y al nihilismo al que el artista se ve sujeto en el ejercicio de su actividad. La superación de ese estado y el volver a la experimentación con la realidad existente, sin anhelar los amores pretéritos y las épocas doradas, hará que la música retome su tarea y no se someta a la inercia productiva de refritos que no son producción después de todo o peor aún, rememorar resabios que nunca consiguieron nada. Es parte del uso y no de un significado,la música también es lenguaje, que no se olvide aquello.
La subjetividad a la música, que debe predominar por sobre la división (y segmentación) del trabajo que desdeña lo espiritual, de una sociedad incapaz de pensar sus fines y donde toda actividad con –aparente- sentido se convierte en comercio y entra en el juego del mercado. El arte entra al círculo virtuoso (vicioso) del dinero. La sociedad cosifica a sus artistas y ellos son absorbidos por la lógica imperante. Las producciones están sujetas no a la crítica ni a la reflexión, sino que al poder y este, se entiende a lo Hobbes, en el dinero. La objetivación es lo que se debe evitar, pues deja al arte como un sin sentido.
La música hoy se ha tornado en uno más de los rubros que pertenecen al colosal mercado. Los artistas con ello, se transforman en mercaderes de la imagen. Por un lado, alimentan al modelo de la sociedad posmoderna y por otro, no lo dotan de contenido. La música no es gestada a modo de repensar la realidad, de plasmar un concepto, sino más bien, hacia la lógica de incrementar el patrimonio y seguir legitimando el sistema decompetitividad entre los individuos. Así también, el alza del homo faber, en torno a la producción y el consumo. El músico sería uno de ellos, produce canciones comerciales y consume las de la misma clase, un muerto más en la fila del Hades. Que el músico sea consecuente, si va a crear arte que sea considerando una motivación real y no un continuum del arrasar economicista que aniquila la diversidad valorativa. Y ello genera una cooptación de la libertad –en sentido negativo- (como lo ve G. A. Cohen) si no hay medios, no hay desempeño artístico ni posibilidades de acción. Es el gran cortafuego de las bandas emergentes que no obedecen al dispositivo con el que juega elmodelo, las oportunidades decrecen y el aprecio por la virtud es opacado por la ignorancia culpable de las personas.
Quienes tienen toda la libertad son los que van a la par con el sistema y se estructuran a partir de: sonidos inolvidables, melodías sencillas, coros pegajosos, contenido trivial y una nula trascendencia social. Son libres los paladines de la industria del envilecimiento que avanza empujada por la inconsciencia generalizada, conforme al espíritu que cada vez se extingue más entre las fauces de la mezquindad organizada que estanca a las sociedades.
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Mario Mejías
Un caso típico de lo que retratas, son las boy bands que han aparecido en el último tiempo con mucha fuerza (Big Time Rush, One Direction, etc). Debilitan a la música en sí y favorecen una «industria» (musical)
Hernán Castañeda
Buen artículo, me sigues gustando. La industria de la música es otro de los ejemplos de que el capitalismo no funciona. Con el único objetivo de generar beneficios descuidan la belleza de una creación musical y estancan a la sociedad de la misma manera que la industria de la TV, cine y otras.
Ivan vidal pinto.
Solo hay que saber escuchar y no caer en lo vulgar, hay excelente música, como también excelentes músicos.
Rúben Guzmán
Muy buena columna. No obedece tanto a una idea de actualidad, sino que puede ser una revisión algo filosófica de lo que ocurre con la música. Eso, mi humilde opinión.
Hugol
Dirigido a los músicos del ayer, del hoy y del mañana. Buen artículo, Nicolás. Se nota una preocupación por recuperar la música de las manos de los empresarios.