La música es expresión de cultura e identidad. Connota quiénes somos, nos desenvolvemos en la sociedad y nos sumergimos en la vida. Expresa las visiones de mundo de una época, de un grupo social, de las mezclas otorgadas por las interrelaciones humanas, la forma de sentir, de vivir, y manifiesta quién es quien canta a través de las letras y de la música. No necesariamente van unidas; a veces la letra es un poema que se canta, y a veces es la excusa que acompaña el sonido melódico de los instrumentos. Pero siempre la expresión musical nos interpreta, es una liberación del espíritu humano que se hace son.
Todo este constructo de elementos, además debe poseer como pilar la discursividad de la imagen, que es quien la expresa, quien canta, para que ejerza la relación discursiva con contenido y sustancia. La imagen la otorga la persona que se expresa en el canto con todos esos elementos que rara vez analizamos. Y, por cierto, debe poseer credibilidad. Por eso el mercado de la música “crea” artistas y utiliza todos los medios posibles para otorgar peso de sustento de credibilidad en la imagen que vende al público, que es cliente posible del cual se financian; y para ello hay estudios de observaciones psicosociales y socioculturales, porque no es al azar; es cosa de negocio.
Pero cuando se trata de lo que se crea desde la “alternativa cultural”, que es en realidad la gestación cultural de la época y no algo tangencial o alterno propiamente tal. Ahí es donde aparecen las Violeta Parra; Griselda Núñez, La Batucana; Carmen Catalán; Celinda Coronado Reyes, la “Chelita”; Nancy San Martín, Vasti Michel…
Le pregunté a Vasti, para salir de dudas:
¿Cuál es la propuesta cultural de Vasti Michel?
En estos momentos vengo de varias vueltas que hicieron darme cuenta que yo, como mujer, como maestra de pedagogía y como música autodidacta, tuve, tengo en mi interior, un acervo que podía compartir. A partir de ahí me profesionalicé por distintos instrumentos que la vida me fue entregando, y me convierto a mi misma en un ser cultural. Entonces, desde mi, voy viviendo, voy creando, voy ocupando escenarios que me permiten decir muchos conceptos a través de la música, a través del discurso que finalmente logro ver con los años, empezó a ocupar los escenarios de una manera pedagógica, implícita en el discurso, de lo que me di cuenta después por la juventud que se acercó a mi con afanes de cosas que ellos o ellas no tenían en su cuestionamientos cotidianos, y que yo, por la edad que tengo, sí traía –insisto- dentro del discurso.
Esa identidad es innata, y luego la gente que lo escuchó me hicieron sentir que eso era indígena.
¿Hay una identidad específica en tu trabajo; en la música, la estética que representas?
… Yo, la verdad, me tiré desde la intuición, sabiendo que era afinada y que tocaba guitarra; sin embargo, nunca me puse en el plano de que alguien me iba a filmar, y una vez que alguien me filma recién me puedo ver de afuera, y empiezo entender que la identidad que yo llevo dentro mío, sin duda, tiene que ver con mis ancestras, con mis abuelas, que es algo natural…, tengo abuelas del lado materno que fueron cantoras campesinas, me doy cuenta que en mi gatilló el potencial creativo al haber ido el año 1994 a un Encuentro de Cantoras cerca de Concepción, en Portezuelo, que fue lo que me motivó pero máximo a cantar y a tratar de tocar guitarra más creativamente, y no repitiendo cosas que ya estaban hechas.
Hay algo que tú haces en las grabaciones que he visto en youtube, como gritos de “ahuuu, ahuuuu…”…
Esa identidad es innata, y luego la gente que lo escuchó me hicieron sentir que eso era indígena. Es más, yo voy a Argentina, a Mendoza, y desde afuera se me empieza a reunir con otras mujeres que abiertamente tienen sangre indígena, y ellos sin saber nada de mi, es decir, si soy mestiza, si soy chilena, si soy mapuche o algo, me asumen indígena. Y yo felizmente igual, por venir de esta zona de este territorio Wallmapu, siendo de Traiguén, digo, bueno si, adentro mío sin duda que hay voces indígenas traídas por los ríos, traídas por el sonido de carretas, traídas por la feria a la cual visitaba y compraba mote, y etc. Alguna voz adentro hay que hace esto innato, y luego otras cantoras que conozco sostienen que cuando tú cantas así y buscas estos sonidos como de arrullo, como espontáneos y muy altos en el paladar, tú estás buscando la niña interior que hay en ti… Para mi es un acompañamiento personal que hago, y es un momento donde no hay palabras, pero sí hay mucha música y mucho espíritu… y siento que es muy de esta tierra, de este galopar, de este río, de esta montaña; y me da gusto cuando otros cantores, otras cantoras también lo tienen porque, digo, somos una familia que todavía lleva dentro un pequeño sapucay, un pequeño grito innato, que no tiene forma, no fue aprendido, es espontáneo.
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