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La diferencia y lo simple o enrevesado en las filosofías

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En diciembre 2024 próximo, aparecerá mi <Filosofar o hacer historias de las filosofías>. Se trata del argumento de unas 150 páginas, a propósito de la diferencia «clave» entre pensar al modo filosófico y acumular erudición e informaciones acerca de la tradición de la filosofía desde Grecia.

Lo primero resultaría, por ejemplo, en el título: «filósof@». El segundo en el título de: «profesor(a) de filosofía«. Resulta que el argentino avecindado Alejandro Vigo comienza a veces sus charlas aludiendo a esta diferencia -e insiste en que le corresponde el segundo y que está lejos del primero. Sin entrar directamente a su asunto, digamos que no ha respondido favorablemente mi propuesta de elaborar más en esta diferencia -y, nuevamente, una conversación-diálogo filosófico en el siglo XXI, resulta frustrado.

En este extracto de ese libro, el asunto aparece como la diferencia (asombrosa) entre los eruditos de la «principal Universidad» de México y el mismísimo Platón. Espero se entusiasmen con el resto del libro de diciembre próximo…

Comienza así: Pagina 43 y dos frases. Una de la UNAM-filosofía; la otra de Platón-<El sofista>

(1) «La sustancia puede definirse como aquel ente a cuya esencia le compete ser en sí y no en otro, y el accidente como aquel ente a cuya esencia le compete ser en otro como en su sujeto» −de un texto en modo «manual de estudio» de la UNAM, México−.

(2) «Porque manifiestamente vosotros estáis familiarizados desde hace mucho tiempo con lo que propiamente queréis decir cuando usáis la expresión ‘ente’; en cambio, nosotros creíamos otrora comprenderlo,  pero ahora nos encontramos en aporía» −que es Platón en Sofista, 244[1]−.

En la primera, damos como resuelto -al usar las palabras de ese modo-, «qué entendemos por una <definición (y consecuencias). Y también qué dice «ente», «esencia», «ser (en sí)», etcétera. Entonces el asunto de esta palabra, «sustancia», consiste en entender el significado de todas estas palabras anteriores y juntarlas.

El «problema» habitual de esta junta es su «abstracción»[2]. Esto es, no su «dificultad» -más bien artificiosa-, sino su «lejanía de las lenguas cotidianas» −y habría que aprender la definición de cada una, luego entender su juntura, una con la otra, y con todas−. Tarea bastante árida o presuntuosa (y, las más de las veces, hoy en día, bastante inútil). Yo la devolvería a todo académico que la proponga: por favor, no la plantee usted a los estudiantes, sino respóndala ante ellos…

Lo allí «difícil de la filosofía» contrasta inmediatamente con la sencillez de la frase del Grande de Platón. Una frase de Platón que aparece como conversada: «ustedes y yo»; «ustedes los <de la familia>», y «yo <el diferente>» que no sé» … Y la palabrita: «ente» −que es el español de esta traducción del alemán[3]−. Pero ya sabemos lo «in/definida» que se encuentra la forma griega antigua.

Lo difícil ahora es la sencillez misma de la palabra. No las «abstracciones complicadas» de «sustancia», «ser (en sí)», «esencia», «definición», sino lo simple de «ente» −que, en efecto, pareciera aún más simple en el griego del ágora−, pero que por algo Heidegger y Rivera (traductor) deben poner entrecomillas[4].

Y hasta el mismísimo Platón parece ceder ante esta palabra, pues, precisamente, la señala algo así como «eje del asunto» −o «asunto y problema» −. Platón dice no saber qué significa o dice «ente», mientras los académicos de esa «prestigiosa Universidad mexicana» saben chorrocientas cosas −incluso pueden dar las máximas claridades− de su frase con la «definición de sustancia»[5].

Recapitulando, esos académicos usan «ente» y saben tanto de eso como que, además, saben de su «esencia», su «definición», su «ser (en sí)», etcétera… Y entienden lo que hacen cuando juntan todas estas palabras. En cambio, Platón pone la palabra y se retira (a contemplarla tal vez). Y bien, usará páginas y páginas del diálogo <Sofista> para intentar «hincarles el diente».

Hay pues aquí, en estas filosofías, dos «tipos» de cosas difíciles de entender. Un tipo es la forma de «discursos abstractos», donde ninguna palabra parece tener una relación simple con el entendimiento cotidiano. Y la filosofía consiste en estos «hablar en difícil». El otro tipo pareciera la dificultad de la palabra misma. De tomar una palabra y tratar de comprenderla. Una «palabra familiar» (cotidiana) cuya meditación nos introduce al asunto filosófico.

Porque «lo que creíamos saber se nos convierte en aporía». ¡Ah!, pero: ¿qué dice ‘aporía’?[6] Simple. Dice: a/poros, sin salida (como los poros de la piel son salidas/pasadas). Palabra esa que dice un significado que proviene y prosigue, y luego ya no −como un «sin salida» de un camino de autos (modernos), de carretas (antiguas) de palabras (de siempre), cuando lo que «teníamos a la mano» de sentido, ahora pareciera «no seguir explicándose», detenido frente a un muro o una valla−.

En un tipo, la dificultad de la filosofía parece un asunto con «la artificiosidad», «lo enrevesado». En el otro, la dificultad aparece en lo simple, en lo familiar, en la experiencia cotidiana. Lo complicado aparece como el sentido y la existencia.

Filosofar, creo, resulta bastante más relevante aquí. Lo otro siempre puede conducirnos a la experiencia falsamente aporética de «palabras que, por decir <demasiado>, no dicen nada». En cambio, en aporía, para un filósofo la palabra está clamando sentido…

[1] Así pues, mientras el manual de filosofía sabe, el Gran pensador se está preguntando. Para seguir el léxico que intentamos, ese manual «no-piensa».

[2] Noten: abstraer en el sentido de Gadamer y la comprensión, y abstracción como separación de la experiencia.

[3] Esto es muy conocido «en el medio»: «El participio presente griego del verbo, ὂν, equivale a ens, y se traduce al español por ‘ente’. En italiano se usan respectivamente, a tal efecto, ente y essere; en alemán se usan Seiendes y Sein.

[4] Véase la traducción de este epígrafe por parte de J. E. Rivera, en su traducción/versión de «Ser y tiempo», Ed. Universitaria, Chile. Como antecedente para mis líneas debería decir aquí que fui ayudante de Rivera –y el ejemplar que poseo de «Ser y tiempo» me lo regaló él mismo (con un sentida dedicatoria).

Debo agregar: ya desde entonces, no compartí las interpretaciones de Rivera de Heidegger

[5] Escuchaba el otro día en una Universidad de Santiago de Chile a un académico filósofo «experto» en escolástica tomista. Hablaba sin parar, frases perfectamente «hechas» –y hasta, se diría, memorizadas (pero no tanto porque eran muy buenas frases). Mi percepción del «fenómeno de este profesor disertando su clase» fue: «Parece aburrido de sí mismo. Está, evidentemente, repitiendo lo mismo que dijo en la mañana a otro grupo de universitarios (y lo que ha dicho todos los semestres (casi) desde hace 20 años»…

[6] A veces, la aporía se nos da como el «momento» inicial del éxtasis. Lo «sin salida/solución» inmediato al puro salir.

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