Son las 23:39 y Chilevisión acaba de terminar de exhibir En la Mira. Para variar, en cada minuto, algo se me remeció y aquello despertó una serie de sensaciones raras, extrañas, difíciles, crudas y necesarias. Gracias, Alejandro. Tú y el equipo que te acompaña hacen la pega; tu cámara y edición dicen lo que hay que decir y enseñan una verdad que claramente trataron pero no pudieron ocultar. Pero esto ya lo habías escuchado y con lo poco harto que he logrado conocerte, sé que no es lo que te motiva. El reconocimiento no impulsa; la verdad, sí; la prevención, aún más; y la justicia, todo.
Es loco, yo me siento en la vereda de la derecha a contemplar lo que dice y expresa la otra vereda; a veces, discrepo, otras veces complemento, otras tantas debato, pero siempre empatizo, porque estoy a cara descubierta fuera de la trinchera. Esos horrores que cargan en sus espaldas son tremendos, las represalias que recibieron por pensar distinto no calzan en ningún criterio clínico de personas sanas, es psicopatología pura y puta.Gracias, Alejandro. Tú y el equipo que te acompaña hacen la pega; tu cámara y edición dicen lo que hay que decir y enseñan una verdad que claramente trataron pero no pudieron ocultar.
Y es ahí donde quiero enfocar este artículo. Como psicólogo, me toca escuchar -más o menos seguido- el dolor de personas que sufren conflictos cotidianos, y debo entregar todo de mí para entender, sentir y ver la vida de otro, y luego ayudarlo a descubrir cómo salir. Pero tú vas más allá, investigas a fondo, te sumerges en relatos macabros, en actos de crueldad pura, para desenmarañar pactos siniestros sobre eventos horrendos, bien llamados crímenes de lesa humanidad. Me asombro cuando pienso que debes hacer preguntas en momentos en que uno -y probablemente una parte de ti- pide a gritos un par de minutos de silencio, ¡por Dios! (no sé si crees en Él, pero claramente Él sí cree en ti). Gracias, compadre, gracias totales. Chile necesita abrir los ojos, mi derecha debe abrir el corazón y ponerse un segundo en los zapatos del otro -basta un segundo para no poder salir más de ese lapsus humano-.
Recuerdo cuando se conmemoraron los 40 años del Golpe y los canales colmaron de historias de la televisión; si me transporto a ese momento, me veo acostado al lado de mi esposa, viendo cada una de esas imágenes y pensando: «¿cómo puede ser, cómo pudo ser, qué hay que hacer para que no vuelva a ser?» Y todo, gracias a periodistas como tú.
No quiero se zalamero, no pretendo mostrar una incongruencia en mi cosmovisión política que suele ser destacada por quienes usan una venda; además, puedo llamarte y decírtelo, porque extrañamente, el destino ha permitido que te sienta amigo. Sólo quiero darte las gracias, de verdad y sinceras. Por Carmen Gloria, por Rodrigo y por todas esas historias que muestras como se debe, en menos tiempo del que se merecen y con menos frecuencia de lo que es necesario, gracias.
No se puede olvidar, se debe empatizar. El tiempo demostrará que la reconciliación nace en sentir el dolor ajeno como propio, nace del respeto al otro, nace del decir, ¿qué haría si me hubiese pasado a mí?
Comentarios
24 de julio
GRACIAS, así , grandes.
Porque así da gusto que no todos piensen como uno.
Da gusto , porque piensan y dicen, porque respetan y valoran.
+1
24 de julio
Gracias a tí por darte el tiempo de hacerme feliz con tus palabras.
Chile es de todos y no existe una verdad absoluta, eso muchos no lo entienden, afortunadamente, yo si.
Y frente a estas atrocidades creo que la única acción humana y responsable es hacer el dolor ajeno como propio y mostrar respeto con empatía.
Basta de silencios que le convienen solo al victimario, basta de negación de realidades, yo quiero más desde mi vereda, no puede ser que todavía hayan quienes no pueden darse cuenta de sentir dolor al conocer estos relatos.
Gracias de nuevo
27 de julio
De nada, hay que abrir los ojos por el bien del país y de todos.
Fue un placer haber escrito esta nota de agradecimiento