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Gitano Rodríguez: Su Casa Transparente y El Hombre Imaginario de Parra

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«Para que lo vayamos conociendo»es la exposición homenaje a Osvaldo Rodríguez, que visité hace algunos días en el Parque Cultural de Valparaíso. Una muestra que devela algunos de los pasajes de la vida del gitano, marcada por el exilio y el destierro, como uno de tantos chilenos, tras el Golpe de Estado de 1973 y la Dictadura de Pinochet.

Esta extraña tarde desde mi ventana (Silvio Rodríguez)

La muestra me recibe con una serie de acuarelas, trazos y dibujos donde el ícono, la figura recurrente es la ventana. Una metáfora, un tópico de la eterna mirada de este artista e intelectual porteño a Valparaíso, su bahía, cerros, ascensores y rincones. «Ventanas sobre un atardecer» y «Ventanas sobre Valparaíso» son algunas de sus obras, que reflejan la intención del artista por desnudar el puerto, observarlo día a día, recorrer con sus ojos los pasajes y lugares que lo vieron crecer. La ventana es a su vez, el espacio de nostalgia, de recuerdo que tuvo cuando el puerto ya no era parte de su ideario físico y tangible producto del destierro. El cantautor se inventó otras ventanas en otros lugares de la geografía del planeta fruto de su deambular por el mundo, pues los espacios originarios les fueron vedados por casi dos décadas.

«Mon amour», «My love», «Amore mio», «Meu amor», Valparaíso mi amor. La frase en diversos idiomas recorriendo la bahía, metáfora de lo cosmolita del puerto, del extranjero errante por sus calles y cerros. Multitud de seres contemplados siempre desde la ventana, aquella que simboliza desde su definición la abertura hacia el exterior, mirar qué hay más allá de donde me encuentro. Osvaldo Rodríguez por razones políticas sabría mucho más de eso en carne propia. Siete países e innumerables ciudades fue donde residió, infinidad de ventanas y aberturas buscando rasgos, pasajes, destellos del Valparaíso alejado, mimetizándolo. Fusionó y comparó espacios del puerto en otras ciudades como el artista señaló en más de una ocasión. Sigo mi camino, la muestra continúa. Sombreros, innumerables postales que revelan sus periplos, cartas, diarios, libros y diversos objetos personales e íntimos. Todos ellos exhiben retazos de la vida del cantautor y refuerzan lo mencionado: su relación perenne a pesar de los años y la distancia con Valparaíso.

La Casa Transparente y El Hombre Imaginario

Rodríguez sitúa una morada imaginaria, diáfana, traslúcida enclavada en el mar, en plena bahía de Valparaíso, pero sin orientaciones exactas, pues viene a ser una metáfora de su propia vida

En el recorrido por los siguientes espacios de la sala, atrae mi atención la referencia constante a la Casa Transparente, expuesta en sus dibujos con la técnica del lápiz pastel preferentemente. Con herramientas propias de la cartografía y la arquitectura, Rodríguez sitúa una morada imaginaria, diáfana, traslúcida enclavada en el mar, en plena bahía de Valparaíso, pero sin orientaciones exactas, pues viene a ser una metáfora de su propia vida, sus recorridos interminables que la ubica tal vez donde sus sueños quieran. Es ahí cuando irrumpen en mi persona los placeres primarios y secundarios que alguna vez planteó el británico Joseph Adisson en su ensayo llamado «Los Placeres de la Imaginación» del año 1712. Principalmente los secundarios, cuando recordé y traje a mi mente el poema «El Hombre Imaginario» de Nicanor Parra. En una relación que podríamos llamar de intertextualidad según Mijaíl Bajtín y posteriormente Julia Kristeva, empecé a encontrar semejanzas y lugares comunes entre la obra visual y el poema señalado. La presencia de un solo habitante, desolado, condenado al desamparo, la relevancia de lo onírico en ambas construcciones, las paredes, los muros, las irreparables grietas imaginarias. Los lugares, mundos y tiempos imaginarios expresados en los versos de Parra son un símil de la Casa Transparente, ubicada en un sitio impreciso, inexacto. equívoco, donde solo los sueños del único morador de ésta sabe o desea. A su vez, otro elemento símil es la presencia femenina. Mientras la obra de Rodríguez nos muestra una onírica y erótica amante del habitante de la casa, tal vez una amante que se esfuma o que solo es producto de la ensoñación del autor, en Parra la mujer imaginaria también se hace presente a través de los sueños, con un amor, placer y dolor que parece ser esto último, lo único real de aquella lírica.

La Casa Transparente y El Hombre Imaginario comparten esa narrativa de lo que fue o lo que pudo ser en la vida del ser humano. Todos hemos sido hombres imaginarios alguna vez, enamorándonos y sufriendo por mujeres imaginarias, construyendo una Casa Transparente que intentamos llenar con nuestros recuerdos, victorias y derrotas. La constante presencia del mar, los barcos, navegantes, la brújula y elementos astrales en los dibujos del Gitano Rodríguez, es la manera de darle cuerpo al vecindario donde su ideal morada debiese estar, darle una ubicación y una corporeidad. Aunque fuese solo en sus sueños de habitante solitario u hombre imaginario.

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