Hoy se cumplen tres años de la muerte del poeta Gonzalo Rojas y el país peca de olvido.
Señor lector,
Franz Kafka en uno de sus poemas –Prometeo– se refiere con absoluta tristeza al olvido y nuestra manía odiosa de hacerlo costumbre. En este poema señala, a propósito del ladrón del fuego y de la humanidad misma, que: “Los dioses lo olvidaron, las águilas lo olvidaron, él mismo se olvidó”. En la década del 80, el poeta chileno Gonzalo Rojas usaría este verso como antesala de uno de sus poemas, tal vez sospechando lo que haría el futuro con él o quizás, por mera coincidencia.
El motivo de esta carta, señor lector, se debe precisamente para hablar sobre esto: la memoria y su completa falta de ejercicio.
Hoy se cumplen tres años de la muerte del poeta Gonzalo Rojas y el país peca de olvido.
Hoy ha muerto Gonzalo Rojas y Santiago no fue capaz de amanecer un poco menos soleado sólo por hoy, hubiese sido un exceso pedirle un poco más de nubes. Se celebra la partida del último hijo de La Mandrágora (hijo bastante forzoso, pero al fin y al cabo, hijo) y ladrón precoz de botellas de vino. Ha muerto Rojas y las portadas de los diarios no amanecieron tapizadas con su imagen senil, tampoco los telediarios comentaron el aniversario de su derrota. Hoy ha muerto don Gonzalo y no se escuchó a la Presidenta recordar a uno de los más grandes poetas de la segunda mitad del último siglo. Los centros culturales olvidaron exponer su colección de boinas y libros de Hölderlin y Pound. Ninguna escuelita fue bautizada hoy con su nombre.
Hoy ha muerto el maestro y el Cervantes lo llora, el Nobel al mismo tiempo ya no tiene a quién admirar (se arrepiente por haberse tardado unos cuantos años). Hoy ha muerto el joven Gonzalo y murió también el último discípulo de Huidobro. Nadie recuerda que ha muerto el hombre de Lebú, el hijo del carbonero, el estudiante de Derecho por compromiso, el embajador socialista, el exiliado, el desterrado, el profesor sin cátedra, el poeta olvidado por este Chile que lo desconoce. Hoy ha muerto el Inspector del Barros Arana y también el niño que solía jugar a ser policía. Hoy ha muerto Gonzalo Rojas y nosotros pecamos de ingratos, sin embargo, don Gonzalo, déjeme decirle que lo siguen recordando las flores que se sembraron al lado del Bellas Artes para su funeral, aún el Forestal rememora las líneas humanas que buscaron su corazón quieto. El Dédalo al fondo de la calle todavía llora su caída. Y las mujeres, poeta, créame que todavía se enamoran, se enfurecen y se consumen con sus viejos escritos. Y los planetas profesor, déjeme contarle, que aún rotan y se trasladan y de seguro lo extrañan también. Hoy ha muerto Gonzalo Rojas y la catedral no tocó sus noventa y tres campanadas y el cielo apenas soporta no verlo caminar por la playa. Este día sus libros no estuvieron en oferta. Y aunque no lo crea, todavía no podemos amar trescientas a la vez por estar condenados solo a una. Hoy tendría un poco más de noventa y seis.
Hoy conmemoramos al poeta, ese mismo poeta por el que hace tres años se decretó duelo nacional y se logró llenar el Parque Forestal con una horda de fanáticos. El mismo al que le subieron el precio de sus libros la mañana siguiente y muchos recién conocieron al medio día por televisión. Celebramos a ese poeta que todo el mundo alabó y le dedicó sus estados de facebook y mensajes en twitter. Ese mismo que ha muerto y que hoy no festejamos.
A todo esto, Kafka, tenía razón. Y Rojas, probablemente también lo sabía.
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