Iba sentada en la micro al lado de un tatita que leía ávido 50 sombras de Grey. Y bueno, no me aguanté la curiosidad y le dije que me llamaba la atención ver a una persona de su edad leyendo ese libro. Entonces el caballero esboza una sonrisa y bien tranquilo me dice: «lo leo porque quiero saber qué encuentra la gente en este libro, mujeres que se nota que no leen siempre, o acaso cree que por gusto voy a estar leyendo esta porquería».
Quedé, como dice Condorito, plop, me dio risa el tono de la expresión «esta porquería». Acto seguido, sacó un libro de su bolso y me mostró Miguel Strogoff de Julio Verne, «esto me gusta leer a mí, literatura bonita, bien hechita, su buen clásico, si como le digo este lo leo porque estaba metío’, y usted mi niña, ¿lee?«. Claro, le dije, saqué de mi bolso (detesto usar cartera, no sé por qué se los comento, pero eso, detesto las carteras) La novia robada de Onetti y me dijo: «ah, si, estos son escritores». Y bueno, ahí empezó la conversa acerca de autores y libros. Bien simpático el caballero, se notaba que llevaba la literatura forjada a pulso entre carne y hueso, da gusto conversar con gente así, que sabe mucho y no se ufana de ello. Me contó, entre otras cosas, que trabajaba de conserje en un condominio del «barrio pirulo», que siempre le gustó leer y que (como muchos) nunca pudo estudiar y que le da una pena enorme (al igual que mí) ver a la gente jugando con el celular en vez de leer, y cuando dijo esto se quedó un buen rato en silencio para luego retomar la conversa y concluyó «los tiempos cambian, no hay que ser ciego, pero hay cosas que no deberían cambiar nunca, como el gusto por leer un librito, alimentar el espíritu y las ideas. La gente no piensa, mi niña, no piensa».
Cuando bajé de la micro miré donde estaba sentado el tatita para decirle chao con la mano, pero lo vi metido otra vez en la lectura… Y bueno al margen de mis exiguos conocimientos acerca de literatura, tampoco me voy a poner a cranear una hipótesis para explicar por qué gusta 50 sombras de Grey y similares; me quedé reflexionando, como siempre lo hago, tomando caldo de cabeza con la pregunta que hizo el caballero: “¿Qué encuentra la gente ahí?”, entonces yo podría pensar ¿qué busca la gente?, pero no sé si esté en condiciones ahora de intentar una respuesta que medianamente me satisfaga.
Apreté fuerte entre mis manos La novia robada mientras cambiaba el semáforo. Es una edición humilde, de bolsillo, de esas que vienen junto a un diario y que encontré cachureando por 200 pesos en algún persa. Las editoriales suelen dar el palo al mercado con libros para que la gente se encuentre en ellos, sin mediar esfuerzo de búsqueda, de introspección. Son hábiles embaucando lectores ocasionales.
Apreté fuerte entre mis manos La novia robada mientras cambiaba el semáforo. Es una edición humilde, de bolsillo, de esas que vienen junto a un diario y que encontré cachureando por 200 pesos en algún persa. Las editoriales suelen dar el palo al mercado con libros para que la gente se encuentre en ellos, sin mediar esfuerzo de búsqueda, de introspección. Son hábiles embaucando lectores ocasionales.
Creo que ahí radica fundamentalmente la diferencia entre el lector de tomo y lomo, con el lector ocasional: al primero no le vienen con weás ni cuentos, sabe perfectamente qué y cuándo leer de acuerdo a su ritmo y necesidades existenciales (porque supongo que estarán de acuerdo conmigo que leer es un ejercicio de entrega, donde circulas en un trance casi amniótico entre las páginas), al segundo, en cambio, lo encuentran las editoriales con el hocico abierto literalmente (no pienso disculparme por la expresión), obnubilado por una linda edición (generalmente de lujo, tapa dura, encuadernada), más de 400 páginas (vamos que mucha gente aún tiene en su cabecita la infantil idea que a mayor número de páginas, mejor es el libro), una portada cuidadosamente diseñada y una reseña en la contratapa donde quien la escribe pareciera tener más talento que el propio autor del libro, porque es un artista en sensibilizarnos para consumir ese mamotreto, y da lo mismo si lo compran en la cuneta o en alguna connotada librería, es el libro en sí (el objeto cultural por excelencia) lo que conmueve. Entonces vuelvo a mi pregunta: ¿Qué mierda encuentra la gente en estos libros? y pienso que el viejito, lector ávido, es tremendamente sabio y valiente para tomar ese libro y leerlo sin asco, intentando comprender qué sucede en la cabecita de las personas. Yo por mi parte, miro reacia y desconfiada desde mi trinchera, con Dostoievski bajo el brazo admirando la sabiduría de alguien con más kilometraje en la literatura que yo.
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muymatrera
Gracias Omar, otro abrazo para ti 🙂
Omar Rojas
Este si esta muy bueno, simple, claro, inteligente, cotidiano, VERDADERO!! sin palabras de día domingo que se agradece, porque hoy hasta los tuits hay que leerlos con diccionarios como «estamos llenos de grandes lectores», muy bueno un abrazo Pris!!!