El ser humano vive de prisa. El presente se le escapa entre preocupaciones de lo inexistente: un pasado que ya no existe sino en el recuerdo, y un futuro que no se hace y que no se hará nunca, más que en la especulación de quien lo proyecta en su actualidad. Ajeno a su propio presente todo lo concibe como un plan inacabado, y la urgencia que lleva consigo la necesidad física es la única que le hace despertar de sus ensueños urdidos en el tiempo para percibir su realidad.
Pero la realidad que vivimos como seres humanos es una realidad artificialmente creada, estructurada a modo, organizada de acuerdo a motivaciones que pueden resumirse en miedos y anhelos susceptibles de ser traducidos por filosofías de la historia, explicados por condicionamientos o perversiones de la psique o proyectados en ideales políticos de dominio o bienestar. Sin embargo es innegable que más allá de las realidades humanas, y sus ficciones (políticas, sociales, históricas, psicológicas o filosóficas), existe esa otra realidad que trasciende al hombre mismo y que, no obstante, también es inmanente a él.Nuevamente recurriremos a la historia para comprobar que sin un fundamento que trascienda las artificiosas construcciones humanas no puede haber armonía ni plenitud, y que las idolatrías, sean cuales fueren sus características no han desterrado el dolor ni la atrocidad de la vida humana
En el pasado, para poder explicarse esa otra realidad que escapaba a su comprensión pero que reconocía como existente, el hombre creó toda una larga trama de mitos, los cuales tienen un equivalente sustancial en todas las civilizaciones conocidas por la “ciencia histórica” y reconocidas por la antropología y la psicología. Dioses y héroes se entrelazan en dramas épicos donde el tema común y perpetuo es tratar de ser más que aquello que la mortal condición humana nos provee. La sed de ser y permanecer por encima o a costa del tiempo es uno de los temas recurrentes en la simbología mitológica y metafísica de las tradiciones primordiales de todas las culturas del orbe.
Dioses y demonios ayudan o perjudican al hombre, caracterizando todas las fuerzas conocidas por éste: naturales, cósmicas y de la psique; insinuando el camino de la comprensión de todo aquello que se encuentra fuera de las creaciones humanas pero que, sin embargo, se constituye como su oscuro e imperecedero fundamento.
La religiones, en su ambivalente papel de portadoras y negadoras de toda verdad, vulgarizaron la simbología mitológica y tradicional, haciendo más accesible a las masas los caminos espirituales que, como nos muestra la historia, no estuvieron exentos de ser deformados y pervertidos, para desembocar en trivialidades al servicio de las más primitivas pasiones humanas (de poder, de libertinaje o de “orden social”). Sin embargo, en las actuales mitologías del “hombre civilizado”, atrapado en sus propias ficciones sociales, los nuevos Moloch socioeconómicos o políticos, tecnológicos o morales, reclaman sus correspondientes víctimas propiciatorias para mantener esquemas de pensamiento y comportamiento que hacen las veces de “la verdad”. Decía Rimbaud: “El mundo camina… por qué no habría de girar”. La nuevas idolatrías nos dicen que el movimiento lo es todo, que la acción se superpone a toda pasividad, que la innovación y la competencia es la cúspide de ese proceso evolutivo que toma a la historia (y a sus vertientes tecnológicas o científicas), como el nuevo ente todopoderoso que de manera indefectible tiene preparado para el hombre, en un indeterminado futuro, su reencuentro con el paraíso perdido que las vetustas religiones monoteístas tenían como el ideal simbólico e inalcanzable de la perfección primigenia asentada en un idílico pasado.
Nuevamente recurriremos a la historia para comprobar que sin un fundamento que trascienda las artificiosas construcciones humanas no puede haber armonía ni plenitud, y que las idolatrías, sean cuales fueren sus características (políticas, económicas religiosas o científicas) no han desterrado el dolor ni la atrocidad de la vida humana. René Guénon, orientalista o místico, esoterista o receptor de la primigenia tradición, nos explica en una de sus obras (Crisis del mundo moderno) que una civilización materialista, cimentada en lo material, tomará las características de la materia que es multiplicidad y división, para terminar siendo disgregada en su propia y natural esencia. La simbología Griega de Hubris y Némesis es reveladora a este respecto, pues el exceso o la soberbia, representado por Hubris, tiene en Némesis -la venganza y el castigo-, como a su contraparte inseparable y gemela. Empero, para emplear términos no sujetos a interpretaciones de valor, toda causa tiene su consecuencia, y la causalidad no es un hecho moral, sino una constatación experiencial. En este contexto ¿acaso no podríamos afirmar con toda certeza que vivimos actualmente en una civilización del exceso? Cuando los recursos tecnológicos y científicos son detentados y aprovechados por minorías selectas, y cuando estas minorías acusan del deterioro ambiental, económico y social a las mayorías excluidas y esclavizadas por ellas mismas ¿no es esto un exceso de soberbia, por no decir una atrocidad? Pero la civilización que toma al progreso y al evolucionismo filosófico como a sendos dioses omnipotentes, productos de una dialéctica irrefutable, no puede sino ser vasalla del tiempo, y como diría Shakespeare, éste, en algún momento, tiene qué detenerse.
Comentarios
30 de diciembre
Una reflexión sobre el ser y el tiempo siempre es necesaria. Ya lo expresó muy bien el filósofo y músico Roger Waters, en su LP EL lado oscuro de la luna (que termina al final diciendo; no hay lado oscuro de la luna… que paradoja)
Tiempo
Dejando pasar los momentos que hacen el dia aburrido
Desperdicias y consumes las horas de un modo absurda
dando vueltas en tu metro cuadrado.
Esperando por alguien o algo que te muestre el camino.
Cansado de descansar al sol
de quedarte en casa a mirar la lluvia
Eres joven y la vida es larga y
Hoy tienes tiempo de más
pero un dia te das cuenta de que desperdiciaste diez años
Nadie te dijo cuando correr,
llagaste tarde al disparo de salida.
Y tú
corres y corres para alcanzar al sol, pero se está poniendo
girando velozmente para de nuevo elevarse por detrás de ti
El sol es el mismo ,de una forma relativa, pero tú eres más viejo
te falta el aliento y estas un día más cerca de la muerte.
Cada año se hace más corto,
pareciera que nunca tienes tiempo
Planes que fracasan
o media página escrita con nada interesante
Esperando en silenciosa desesperación
(como costumbran los ingleses)
El tiempo se fue, la canción terminó,
pense que tenía algo más que decir.
(…)
Corre conejo, corre
escarba un hoyo, olvida el sol
cuando termines, no te sientes
es hora de escarbar otro agujero
vive mucho, vuela alto
siempre surfeando sobre ola
haciendo quilibrio sobre las grandes olas
correras a tu tumba antes de que sea tu hora.
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