Acá en el sur escucho los noticiarios, de ésos en los que decías no creer, y ellos me cuentan de tu partida. De tu último viaje sin pedirnos permiso. Miro por la ventana del bus, hundido en un vacío, mientras viajo al aeropuerto para embarcar hacia el Santiago de tus tantas batallas, y veo la nieve caer lenta cerca de este Coyhaique que algún diario dijo alguna vez que había sido visitado por un Presidente (ese Presidente contra el que te rebelaste) en el invierno de alguna dictadura. Observo sin observar los valles, y las montañas, y los cerros de bordes diluidos en el blanco de la neblina y la nevisca que hoy todo lo cubre. Que cubre de angustia el corazón de muchos. Demasiados.
Tengo pena, Nelson. Una pena enorme que se me ha adherido al corazón con el pegamento que alguna vez dijiste calmaba tanto tormento, tanta injusticia de una sociedad brutal a la que interpelaste. A la que también llenaste de esperanza. Ayer. Hoy.
Estoy dejando por una brevedad ese sur que fue tu inspiración, la tuya y la de Marcelo, tu compañero de ruta creadora, cojonuda, comprometida, consecuente. Derrotero al que se montaron Carlos y Edgardo, en las definitivas estaciones de tu trayecto vital. Aterrizaré en tu última tierra acompañado sólo por el silencio en el que nos fuimos quedando en estas terribles y recientes horas.
Háblanos, por favor, nuevamente de Valdivia, ejemplo de lugar, cultura, forma de vida de todo un mundo que rebosa humedad y sencillez. Valdivia, tu ciudad, a la que regresaste de tiempo en tiempo para regocijarte en sus olores, sus imágenes, sus sinfonías.
Contemplo desde lo alto inabarcables paisajes, por aquí cubiertos de bosques incendiados con sus impávidos troncos desperdigados como un mal spot de fósforos Copihue, por allá vestidos de uniforme verde forestal. Diviso ríos apresados por la avaricia convertida en megawatt. ¿Recuerdas esa avaricia a la que le compusiste más de una estrofa? Me ahogo en mares manchados de artefactos rectangulares repletos de peces encadenados, a la honra del progreso. Percibo pueblos diezmados en sus entrañas por el hambre de la desigualdad. Si por donde estás te topas con alguien con respuestas, pregúntale en mi nombre… ¿qué le han hecho a nuestro sur? De seguro sus palabras no darán risa.
El Chile hermoso al que escudriñaste con todo tu ser agradece haber tenido el honor de cobijar a un hombre como tú. Por cierto (y por suerte) no eres único, son muchos y muchas más, entre quienes sin embargo eres uno de los imprescindibles. Y a pesar que existan quienes lo intenten día a día, no lograrán destruir esta tierra que hoy pierde un trozo de su alma y su consciencia, pero que sigue viva en tus canciones, tus poemas, tus actitudes, tus reflexiones. Y sigue viva, también, en la calle que nos pertenece.
Escribo escuchando tus presentaciones en Coyhaique. Ésas que nos regalaste para compartir con amigos que te admiramos desde años entrañables. Esa última que, junto a hermanos tuyos de canto y nuestros de lucha, nos legaste cuando arreciaba la represión en este Aysén patagón. Fue hace tan poco, Nelson, que aún te recuerdo pleno al ver a todo un pueblo levantándose en la lucha por su destino. Ese día, lo sentimos, se encendió en ti una vez más la esperanza que nunca abandonaste, incluso en los momentos de tus más feroces ironías.
Alguien dijo que le sorprendía ingratamente que la televisión, al informar sobre tu partida, tuviera que recurrir a internet porque no tenía en sus registros presentaciones de Schwenke & Nilo. Al contrario, no me sorprende que demasiados colegas hagan fila para llenar los hogares relatando la vida de quienes no hacen mella al modelo de sociedad que te dio tanto material, y sin embargo al informar sobre tus últimas horas esperen el comunicado de prensa (como dijo otro por allá). Y por eso y por miles de razones más, las únicas opciones hoy son seguir o seguir. Y seguiremos, Nelson, seguiremos porque es lo que hiciste, es lo que nos enseñaste, es lo que nos heredaste.
Miro por la ventana del avión, y está aclarando. Está saliendo el sol en la Patagonia. La que nunca, óyelo bien, nunca dejaremos de amar y defender. Y aunque tu memoria llegara a ser el único motivo, sería uno más que suficiente. Porque es lo que mereces en esta hora triste. En esta hora triste acá en el sur.
Foto: Carlos, Marcelo, Nelson, Edgardo. En Coyhaique, 2011.
isabel
que entrañable…y que extrañable va a ser, no hay palabras….para un hombre que tranzò tan bien las palabras y la mùsica