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Ya bajados los humos de una nueva celebración del Día del Libro y la Lectura, de una nueva conmemoración de los decesos de Cervantes y Shakespeare, quedan los restos de una fiesta que deja harto paño que cortar.
La noción de que Chile es un país en el que no se lee se ha esparcido con tanta rapidez como liviandad. Sin embargo, un rápido vistazo a las cifras de préstamos de libros, tanto en bibliotecas públicas (especialmente las afiliadas a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, como el caso de BiblioMetro), o bien municipales (como es el caso del Sistema de Bibliotecas de la comuna de Providencia), nos indican un panorama bastante más alentador que aquel que instalaron en el pasado encuestas sobre el libro y la lectura. Las bibliotecas están llevando la delantera en lo que se refiere el acceso al libro. Otro ejemplo -visto personalmente-, de que hay hambre lectora: cada dos años, Plagio, entidad responsable del más masivo concurso literario en Chile, “Santiago en 100 Palabras” edita un pequeño libro que incluye los cien mejores relatos que han participado en versiones del certamen. Este pequeño volumen se repartió gratis en estaciones de Metro el día 23 de abril. Para la ocasión se imprimieron 100.000 de estos libros, los que eran peleados por los usuarios, agotando la tirada en cuestión de horas.
Por otro lado, una de las banderas de lucha a las que más se ha recurrido a la hora de responder a la encrucijada sobre cómo fomentar la lectura y combatir la piratería, es el alto precio de los libros, y, a renglón seguido, se señala que la eliminación del IVA al libro sería la solución. No es tan fácil, pues hay que pensar en las consecuencias que esa medida tendría en actores del mundo del libro, específicamente librerías y editoriales. Y yendo a los números, ¿es pensable que un mero 20% de descuento en la compra de un libro sea estímulo suficiente para que se vendan más libros? Poco probable. Como en todo orden de cosas, las panaceas acá no existen. También se ha sacado a colación (con no poca nostalgia) a Quimantú, la editorial nacional surgida en 1971 durante el gobierno de la Unidad Popular (actor clave puesto que económicamente hablando, la editorial Zig-Zag presentaba pérdidas), luego de la nacionalización de la editorial Zig-Zag.
Este sello, amén de cuestiones político-ideológicas, imprimió y distribuyó decenas de miles de libros y revistas, y cumplió un objetivo de suyo impecable: el poner el libro y la cultura al alcance de todos, a un precio accesible. Los tiempos son otros –que útil habría sido, por ejemplo, tener una iniciativa parecida hoy, en el año del Bicentenario, en el que nuestra identidad cobra más valor que antes-, y esto se refleja en que, más allá de toda el agua que ha pasado bajo el puente histórico nacional, tenemos en el horizonte al libro electrónico.
El desafío a las autoridades es grande (se echó harto de menos cualquier mención a este respecto en el discurso del pasado 21 de mayo), y la solución definitiva no llegará solamente de la mano del aumento de recursos, o de exenciones tributarias específicas, sino de la instauración de políticas públicas completas que permitan la creación de un círculo virtuoso del libro. ¿Y qué es esto? un circuito en el cual están involucrados una serie de actores ligados al libro, tales como autores, editoriales, bibliotecas, librerías, imprentas, universidades y otros centros de estudio. Fundamentalmente, actores que estén “apalancados” y estimulados por un marco que les demuestre que editar libros, habilitar bibliotecas o emprender en nuevas librerías no es una quimera, un saludo a la bandera o echar plata a un pozo sin fondo.
Dinamizar este circuito permitirá el desarrollo de la industria del libro, equipararla y ponerla en diálogo simétrico con mercados editoriales desarrollados y más centrales, y, al mismo tiempo, el combate de problemas que han estado asociados al libro, como la carestía de éstos, el vilipendiado impuesto, la piratería, los escasos márgenes que deja el editar libros en Chile, la imposibilidad de que un autor (no best seller) viva de su obra, entre otros.
El insumo principal, un público lector (un universo variopinto, hay que decir), está. Lo que se necesita es garantizar una política que ponga, tanto en manos de los lectores, así como en un circuito activo, los libros.
Comentarios
27 de mayo
Discrepo. El verdadero círculo virtuoso es el de los lectores y del ecosistema de lectura en el que habitan, uno de cuyos soportes es el libro. Pero no el único. A estas alturas, seguir asociando políticas de fomento de la lectura con el libro, implica no reconocer las nuevas prácticas de lectura, muchas de ellas emergentes, que quizá sean las que predominen en el futuro.
Por eso, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿cuál es el objetivo final, hacer de Chile una sociedad más lectora o un país donde se vendan más libros? Los resultados de cada enfoque no necesariamente serán los mismos. Uno pone la mirada en la persona y su relación con la lectura; el otro en una industria cultural.
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27 de mayo
Válida pregunta, Enzo. Valga primero aclarar que estoy de acuerdo 100% con que el libro no es lo único que debe estimularse. De ahí la mención -a la pasada, ciertamente-, que realicé al libro electrónico, que es hoy una realidad. Lejos de Chile, pero es una realidad que llegará hasta estos lados, y que desde ya debe tomarse en cuenta. Cerrarse a esa posibilidad sería cerrarse al futuro, y, desde luego, que eso sería un retroceso antes que otra cosa. Desconocer otros formatos y soportes sería, en efecto, un error.
En cuanto a la pregunta planteada, yo aventuraría que una sociedad más lectora es una sociedad pensante, y parto desde el pie forzado del libro como un vehículo de cultura. Desde el punto de vista de las editoriales (tanto multinacionales e independientes), por otro lado, el hacer de este un país más lector, significaría el éxito de su negocio, o al menos la existencia de un escenario en el que puedan tener tal éxito. Las editoriales y librerías tienen el hacer caja como su objetivo final, lo que no deja de ser lícito (pues en el caso de los editores independientes o libreros más pequeños significa la supervivencia de sus emprendimientos) y se condice con la lógica del negocio editorial.
Mi enfoque iba más bien a lo primero, más en detalle el fomentar circulación de cultura, pensamiento e ideas (y emociones, por qué no), y en eso, el libro se ha mostrado como un vehículo históricamente consolidado. Y el objetivo final, desde mi óptica, es hacer de Chile una sociedad más lectora (me quedo con el primer objetivo como principal), y parte de ese proceso (parte, no todo) se realiza mediante libros comprados en lugares de expendio (ya no sólo librerías, sino también supermercados, grandes tiendas, internet, etc.). Eso no se puede desconocer. Así, unos pueden lograr desarrollar sus lecturas y capacidades comprando libros, otros accediendo a ellos en bibliotecas, donde acceden a los libros sin necesidad de comprarlos, por tanto la venta de libros ha de ser un medio, no un objetivo final, del cual, se hacen cargo esencialmente quienes ven al libro como negocio.
Por tanto, el objetivo final, opino, es que haya más acceso al libro (predominante hoy), y en el futuro fomentar la lectura mediante todos los soportes en los que se pueda leer.
28 de mayo
No me queda claro que hoy el libro (impreso o electrónico) sea el soporte de lectura predominante. La cantidad de horas que pasamos frente a un computador o un celular leyendo, superan largamente las que pasamos frente a un libro. Ese es el punto al cual quiero llegar.
Concuerdo contigo -y aprovecho de aclarar- que la industria del libro tiene, como toda industria- fines legítimos y lógicamente apuestan sus actores por su sustentabilidad en el tiempo. Pero cuando enfrentamos la pregunta (la de hacer de Chile una país más lector) desde la cancha de la lectura, surgen alternativas que no suelen ser consideradas.
Quizá, para fomentar la lectura, se deba promover e incentivar la creación de una potente industria de contenidos que sean accesibles vía múltiples soportes. Incluso, siendo un poco más radicales en la postura, lo que debiera incentivarse -como una forma directa de incentivar el acceso a contenidos- es la existencia de un dominio público potente, que permita acceder de manera libre a contenidos que puedan ser reutilizados de múltiples maneras para que los lectores tengamos acceso a un catálogo infinito.
La lectura, atada al libro, sigue en la economía de la escasez, repercutiendo directamente en la constitución de un ecosistema de la lectura más rico. Otros ámbitos, como el de la música, ya están navegando -un poco a la fuerza- en la economía de la abundancia, explorando nuevas maneras de facilitar el acceso a los auditores.
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17 de julio
Nem me fale de tempo. Fico louca ao ver as empresas cornattando comunicf3logos para alimentar suas meddias sociais, mas que ne3o permitem que esta ferramenta trabalhe da forma que ela realmente e9. TWITTER, FACEBOOK, ORKUT, ., Sc3O FERRAMENTAS DE DIc1LOGO!!! c9 te3o difedcil entender isso?!Sim Nepf4, estou revoltada!!! rsQuando e9 que vamos parar de perder tempo em simplesmente informar ao inve9s de discutir e solucionar problemas?Esse tempo perdido ningue9m sai ganhando, nem as empresas, nf3s funcione1rios e muito menos os clientes.
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