Introducción
Las cuestiones de la poesía pudieran resumirse -en algunas de sus in/finitas dimensiones-, en tres :
- Cuestiones de forma, de «pura» estética de las palabras. O sea, ¿cómo se ponen, juntas y separadas, las palabras mismas -casi sin importar lo que significan. Y, entonces: ¿son bellas estas palabras, suenan bellamente /o muy feas, cacofónicas? ¿Cómo canta el poema?;
- Cuestiones de sentido, de lo que «se quiere decir» con las palabras que se usan. No importa si la forma es «bella/fea/indiferente», lo que importa es «el mensaje». Entonces hay poemas inteligentes y poemas más bien estúpidos; y
- Cuestiones de intenciones y contextos: dejando formas y sentidos buscados como secundarios, lo importante sería lo que el poema comunica a una época del mundo. O cuando una cierta relación del poema con «su época”, lo sitúa en posiciones privilegiadas. El poema puede ser «bello/feo», puede estar «bien/mal» escrito, puede ser «agudo/convencional» en su actitud, al final todo lo que realmente importa es que sucedió, y ese poema parece que le habló a un mundo entero (actual o por-venir). Es el caso de «Esperando a los bárbaros» de C. Kavafis, hablándole (desde las orillas del mar Mediterráneo, por la segunda década del siglo XX), a lo que conocemos como «la cultura Occidental», y musitando a sus oídos el discurso de una sublime decadencia;
- A su manera, con la máxima sencillez, esos poemas del sol que me han escrito, hablan un lenguaje de estos. Uno de ellos se titula: «De pronto conducido». Lo reproduzco…
De pronto conducido (el poema)
De pronto pero conducido dejé
El hilo de sombra en que recostaba la cabeza
Las finas espinas de las partes superiores
De los árboles en el pequeño bosque
Donde había hecho el nido
Y me expuse
Me pareció haber entrado a un cuarto de precisas paredes
El espacio contenido aquel hecho
de puros pedazos de felicidad
Desaparecían todos los recuerdos
Otro comenzaba a quedarse
Y las cosas que miraban comencé a fundirlas
Así como conmigo el sol salido de la sombra
Y comencé el puro elegir
Comentarios
07 de junio
De hablar al presente o hablar al por-venir de una època, dice.
Asì, Constantino Kavafis en «Espeando a los bàrbaros» hablando a
un presente de època –cuiando la decadencia existencial aparece
incluso como ausencia de «lo otro que humano»–, como ausencia
precisamente de porvenir como alguna novedad «de Naturaleza».
Todo lo humano y sus brillos y joyas ya inùtiles para disimular
el vaciamiento cultural.
Pero lo «atroz» està màs allà: lo màs despreciado y temido en la Ciudad
ya ni siquiera existe en el afuera de la Ciudad –que es a donde se lo
habìa creìdo siempre relegar. Los civilizados sufren aquì, finalmente,
esperando a quienes los rescaten de su propia civilidad…
No, no hay recambio, no hay «otros» humanos. Lo humano ya fue
todo lo que podìa ofrecer. No hay otra cultura para renovar la propia.
La decadencia como el vacìo de existencia es ya todo devenir.
O : solamente hay tecnologìa como devenir. Toda promesa es tècnica.
Y esta tecnologìa se ocupa de hacer des-aparecer todo lo que se le oponga.
Si llega a fallarnos quedamos màs desnudos de almas
que machigengas en lo «profundo de la Amazonìa».
La idea de los poemas «del sol» consiste en estar en esa altenativa imposible.
Y solamente pq solo hablan desde «fuera-de-toda-civilizaciòn».
Y solamente pq hablan de unas alegrìas absolutas, aquellas de los èxtasis
reales, los que pueden ese trànsito a lo que ya no es siquiera una cosa
de imaginaciones..
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