La obra del Themo Lobos aparece en la vida de cada niño dependiendo de la época en la que vivió. Puedes haberlo visto a mediados de los ‘50 por sus portadas del Peneca y por sus trabajos en Barrabases. Si fuiste niño en los ‘60, Mampato fue lo tuyo. Si lo fuiste en los ‘70, puedes haberte topado con él en álbumes o libros de Ciencias Naturales. En los ‘80, con sus revistas Pimpín, Cucalón o su revista Ogú. En los ‘90, con más Cucalones. Y si querías saber algo acerca del cobre chileno o el átomo, ahí estaba el Themo. La década pasada fueron la película y la reedición de las aventuras de Mampato.
En mi caso, la revista Cucalón llegaba al kiosco de mi casa cada quince días. Era una tortuosa espera para poder leer las aventuras de Mampato, Ogú, Rena, Xse, Ferrilo, Nick Obre, Cucufato, Máximo Chambonez y su abuelo, Martin Conejín, Agú, Michote y Pericón, Alaraco, Pimpín y O´tuly, Ñeclito, Cicleto y otros. Los nombro a todos con la esperanza de que algún niño de entonces, que haya comprado esta revista, recuerde las aventuras de estos personajes.
Cuando salíamos de vacaciones tenía que pedirle al kiosquero que por favor nos guardara las copias que nos íbamos a perder, para no tener que buscarlas en el mercado persa más adelante.
Mi personaje favorito era Nick Obre, agente 000-5 (los tres ceros indican que puede matar, y ser muerto) y su perro Watson. Resolvía casos a través de su capacidad de observación y deducción, siempre inspirándose con un tabaco apestoso y tocando mal la guitarra.
Para mí, lo más atractivo de la revista Cucalón era que tenía personajes chilenos, en situaciones chilenas. Don Themo me despertó la pasión por los comics que hasta hoy tengo, pero los comics de otros países siempre me resultaron extraños, ajenos. Esto me pasa porque en los del Themo, por la radio se podía escuchar a los Prisioneros, un tipo de la esquina alegaba porque la bencina estaba muy cara, o la versión chilena del viejito pascuero andaba a caballo y se ponía poncho, porque hace mucho calor aquí en verano como para el abrigo y los trineos. Ese fue el gran legado del Themo a mi educación y creo que a la educación de una generación entera.
Cuando chico, todo lo chileno era fome: sus tradiciones, sus leyendas, sus bailes, sus ceremonias. Pero cuando el Themo lo describía a través de sus dibujos, con respeto, pero con humor al mismo tiempo, me hacía sentido, se transformaba en parte de un todo más grande que lo que tenía que aprender en el colegio. Se hacía parte de todos.
Porque el Themo siempre nos hizo sentir que la revista era de todos. Tenía historias para niños pequeños, niños no tan pequeños y niños grandes. Y se publicaban los dibujos que mandábamos. Era lejos lo más increíble que tenia la revista. Yo siempre imaginaba a un niño de 7 años dibujando algo para después verlo publicado en una revista de circulación nacional. El solo ver esos dibujos me hizo sentirme parte de algo.
Al ir creciendo me di cuenta de que el Themo había hecho cosas antes de Cucalón. No lo leí de alguna entrevista, simplemente empecé a reconocer sus dibujos en otras partes. Incluso en dibujos que no firmaba. Todavía tengo revistas Snorkels, Bugs Bunny y Los Pitufos con dibujos que tienen sus distintivos labios y parpados, sus ojos y sus manos.
Coleccioné sus revistas, más que nada, por el recuerdo de una época en la que tus profesores no solo estaban en el colegio. Cuando autores como el Themo Lobos, Quino y Guido Vallejos te mostraban realidades que podías ver al mirar por la ventana, al ir a la playa, en la pichanga de tu barrio.
El Themo me enseñó de historia universal y de Chile, de lenguaje, etimología (con su sección “así nacen las palabras”) de arte, música, fotografía, medioambiente, poesía. Pero, más importante: me enseñó que hay tradiciones que vale la pena aprender.
Nunca pude conocer al Themo Lobos. Varias veces lo intenté, incluso pensé alguna vez en ir a Concón a ver si lo pillaba en algún almacén, comprando pan. Tenía muchas cosas que preguntarle y mostrarle, quería que viera las revistas antiguas que había encontrado en ferias y persas, pero en realidad lo que realmente quería era agradecerle.
Ya que aquí puedo, y ya que no tuve la oportunidad, aprovecho de decir simplemente: gracias.
Gracias por hacer del aprendizaje algo entretenido. Gracias por sentirse orgulloso de ser chileno, y de hacer que yo me sienta orgulloso al mismo tiempo. Gracias por mostrarme mi país de Arica a Punta Arenas, y mostrarme sus bailes, comidas, flora y fauna. Gracias por enseñarme tantos valores a partir de sus historias. Gracias por despertar en mí el amor a los comics. Gracias por esos 14 días de espera antes de la llegada del nuevo número. Seguiré eternamente buscando en galpones antiguos, entre montones de revistas viejas, esa misma emoción: la emoción de encontrar una revista nueva, esa que todavía no he leído.
* Alejandro Pérez es un apasionado coleccionista de las revistas del Themo Lobos. (@apalepe)
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Foto: Loseternautas.com
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Ada Lobos
Gracias a tí, Alejandro, por tus palabras sobre mi papá.
El solo quería que no lo olvidaran, es por eso que continuaré con su legado, sus personajes, historietas y valores.
José Miguel Vargas
Excelente despedida del Themo, amigo mío. Quiero hacer un alcance: Cuando en la radio «suenan» Los Prisioneros es en un episodio de Nick Obre publicado en un Cucalón de los años 80 (creo que es la N°1). La historieta original sin embargo, es de los 60 y una vez me la encontré en un Mampato. Al ir a la misma viñeta en cuestión, la radio en cambio tenía un más anodino «Yeh, yeh, yeh». Era una pequeña protesta del Themo en esos tiempos rudos…
JM.