Es posible pensar en una institución participativa, inclusiva, abierta y democrática, un espacio donde se fomenta el acceso a la información, cultura, recreación, entretención, conocimiento y que trabaja por entregar oportunidades, mejorar la calidad de vida de su comunidad y acrecentar los capitales sociales, culturales y humanos. Ese espacio soñado que debería estar presente en toda sociedad está cerca de muchos de nosotros y nosotras: es una biblioteca pública, es la Biblioteca de Santiago, que este año cumple diez años.
La Biblioteca de Santiago es un espacio para la recepción y emisión de iniciativas, es por sobre todo un espacio de encuentro comunitario, la prolongación de la plaza pública, donde todos y todas se encuentran sin importar cuál es la situación de cada uno. Esta, ha sido una década de pensar una biblioteca, de crear, de generar proyectos y de transformarnos en un espacio para múltiples manifestaciones culturales, entendiendo la cultura como las diversas expresiones de una sociedad, una cultura sin elitismo y donde exista un espacio para que niños y niñas, jóvenes, adultos, adultos mayores, mujeres y hombres den cuenta de la multiculturalidad de nuestro país.
Muchos espacios públicos hoy permanecen vacíos, cada vez nos encerramos más en espacios privados, espacios individuales de conexión mas no de comunicación y comunidad. Por ello, la biblioteca pública debe asumir el papel de hacer comunidad, de trabajar con nuevas audiencias y ser más que mediadores, provocadores de la lectura, del uso de los espacios, del acceso. Y ser provocadores porque debemos producir el gusto, generar la necesidad, entregar oferta cultural para tener demanda y satisfacer las necesidades de una comunidad que tiene iniciativas y preferencias sobre una amplia variedad temática. La biblioteca pública tiene que ir más allá de los libros, tiene que ser el espacio donde las nuevas audiencias puedan rendir tributo a un grupo musical o celebrar el aniversario de un héroe o antihéroe del comics. Una biblioteca que ya no es santuario del saber, sino que una plaza del conocimiento, la cultura y la recreación, donde se respeta el tiempo y uso del ocio de cada persona.
Así es como soñamos, pensamos y creamos la Biblioteca de Santiago, como un espacio donde las personas son lo principal, donde el mobiliario, las colecciones, los servicios, las actividades se piensan, se crean en función de las personas y especialmente con las personas. Es, como ningún otro, un espacio no paternalista, que entiende que para participar, la comunidad debe recibir herramientas, canales y mecanismos que le permitan estar y decir presente.
La Biblioteca de Santiago y muchas otras bibliotecas públicas en Chile han sido pioneras en la generación de contenidos y especialmente en el mirar la biblioteca como un espacio que tiene que ir más allá de la biblioteca, donde las fronteras no pueden ser los muros donde está ubicada y puede y debe existir una prolongación de sus servicios. Cárceles, hospitales psiquiátricos, juntas de vecinos, hogares de adultos mayores, consultorios, hogares de menores, hospitales de niños y niñas, restaurantes, son algunos de los espacios donde la Biblioteca de Santiago realiza programas de extensión bibliotecaria y fomento lector y escritor, porque creemos que la lectura, los libros, la cultura, pueden mejorar la vida de las personas y debemos llegar donde ellas están y asegurar el acceso a los bienes culturales.
La Biblioteca de Santiago fue el gran proyecto bicentenario de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos y se ha convertido en un hito del Sistema de Bibliotecas Públicas del país, una institución que tiene carácter nacional, toda vez que sirve de modelo para otras iniciativas similares, que da cuenta de que lo importante son los servicios y la calidad en la atención, más allá de los metros cuadrados.
Han sido diez años de construir junto con la comunidad de manera participativa, de generar un camino que debería ser la forma de trabajo de las instituciones culturales, propiciando nuevas miradas, estrategias y puntos de vista sobre hacer comunidad. Y en ese sentido es que debemos seguir reflexionando para construir, porque una biblioteca pública debe ser dinámica, debe tener la capacidad de ser vanguardista e innovadora y moverse de tal manera de incorporar en sus líneas de programación aquellos temas que movilizan a la sociedad. Comenzamos hace diez años pensando principalmente en el acceso, las nuevas tecnologías y la gestión cultural, con el tiempo transcurrido hemos incorporado otras temáticas como el género, el fomento lector y escritor, la inclusión y los derechos humanos. Todos temas que dan cuenta de las necesidades de un país, donde la biblioteca tiene ideología y debe ser uno de los espacios más democráticos.
La Biblioteca de Santiago fue el gran proyecto bicentenario de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos y se ha convertido en un hito del Sistema de Bibliotecas Públicas del país, una institución que tiene carácter nacional, toda vez que sirve de modelo para otras iniciativas similares, que da cuenta de que lo importante son los servicios y la calidad en la atención, más allá de los metros cuadrados. En este espacio todos y todas somos visitantes de la Biblioteca y estamos invitados a seguir pensándola y proyectándola para la próxima década y que sea parte del «imaginario colectivo».
Columna publicada en El Mostrador el 05 de noviembre de 2015
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