Pareciera que hemos perdido la capacidad de soñar. Hoy todo es más concreto y menos volátil. Para quienes nacimos en los años 80`s y fuimos niños en los 90`s, la capacidad para agruparse y, colectivamente diseñar una forma de pensar los territorios de manera consensuada, es una utopía que la clase política mira desde lejos. Casi como una moda de campaña electoral, la participación ciudadana se convierte en retórica, es decir, en discurso barato que no se aplica nunca, y cuando se hace, ocurre como estrategia política de control social.
Estamos lejos -y a la vez cerca- de marcar la diferencia. Nuestra generación debe asumir un rol preponderante para cumplir con los sueños perdidos.
¿Cómo lo hacemos? Refutando lo establecido, a través de la democracia como herramienta de cambio. No se trata de destruir lo ya avanzado; sino de reconstruir con diálogo, integración y valoración de lo alcanzado hasta el momento. Tampoco se trata de enfrentar a personas, sino de confrontar ideas y programas de acción, con metodologías accesibles a todos los actores relevantes, con humildad y poniendo en perspectiva las experiencias personales que podrían ser un aporte a la hora de levantar demandas ciudadanas.
No se trata de destruir lo ya avanzado; sino de reconstruir con diálogo, integración y valoración de lo alcanzado hasta el momento
Chile cambió y seguirá cambiando. Es tarea de todos y todas ubicarse en una plataforma para cambiar lo que no nos gusta. Algunos desde las organizaciones sociales, otros desde algún emprendimiento o también desde la función pública y de representación. Cada trinchera sirve para volver a creer que no todo está perdido y que el sueño existe a pesar de todo.
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El presidencialismo y su ambiente de democracia, en pocas palabras, tiene fallas que en algunas ocasiones y países llega a producir catástrofes. Venezuela es el ejemplo cercano. Antes lo fuimos nosotros. Esta teoría de escuchar a todos y dedicarse a satisfacer demandas es sólo un río revuelto que esconde al método republicano del presidencialismo y la democracia para que no sea tocado y así se perpetúe. La entrada de nuevos actores del lado izquierdo no hizo más que debilitar sus filas y pavimentar el camino al poder de la derecha una vez más.
El mínimo común del razonamiento social debe acordar qué es lo que toleraremos como imposición. Creamos así una dictadura colectiva desde lo seguro y aceptable hasta los márgenes que sean factibles.
El resultado debiera ser el fin del presindencialismo como lo conocemos. Yo lo cambiaría por una Junta de Gobierno que ejecute planes dictados por la dictadura de todos, mismos que se debieran presentar y aceptar en una Institución como una Cámara Ciudadana Digital, de manera que lo que se discuta allí sea de acceso público, de manera que sirva para educarnos y pensar en conjunto en las mejores formas de uso del Presupuesto Nacional, por ejemplo.
Este es el salto que el país no ha dado. La derecha le teme a la izquierda y a sus revoluciones, más aún a las de las minorías. La izquierda quiere tomar una porción mayor del Presupuesto. Hay que encontrar puntos de equilibrio con futuro que eliminen la grasa partidista y el presidencialis