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¿Unidad Nacional?

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El concepto parece ser claro y no generar ningún tipo de dudas. Se entiende como un llamado al más lógico de los principios: “con la fuerza de todos, remando en una misma dirección, llegaremos, sin demoras”. Eso parece evidente; lo que no queda tan claro es en qué dirección vamos a remar.

Sistemáticamente, el gobierno del presidente Sebastián Piñera ha comenzado, una vez más, a enarbolar la idea de la “unidad nacional”. En su discurso frente al Congreso Pleno este 21 de mayo, dijo: “en este momento crucial de nuestra historia, llamo a la unidad de todos los chilenos”. Esto no es algo nuevo. Desde antes de asumir el poder político, el actual gobierno, y con motivo de los efectos del terremoto del 27 de febrero de 2010, llamaba a dar forma a un gobierno que respondiera a la idea de “unidad nacional”, incluyendo para ello incluso a un ex militante de la Democracia Cristiana como flamante ministro de Defensa. Ya todos sabemos como terminó esa intentona.

Lo que vemos en esta nueva oleada de llamados a la “unidad nacional”, devela algo que ya muchos habíamos intuido –hablemos de la gran mayoría del país, incluidos varios integrantes de la derecha-: este gobierno tiene un enorme déficit político. No sólo se observa desprolijo, sino profundamente desorientado y, por momentos, incluso aterrado.

Hablar hoy de “unidad nacional”, es la salida de emergencia que propone en medio del estallido de una serie de anhelos ciudadanos, detonados por motivos relacionados con una definición –o indefinición- de la matriz energética, la falta de claridad en relación a la extensión de ciertos derechos como el post natal, las exigencias de los estudiantes, la falta de avances reales en la reconstrucción producto del terremoto de 2010, y un largo etcétera. Nos parece que hablar de “unidad nacional” es una forma de querer tapar el sol con un dedo.

Los llamados a la unidad siempre se hacen desde algún punto, normalmente mediado por intereses, búsqueda de ventajas, etcétera. El llamado no se hace de la nada. Lo que es peor: normalmente lo hace quien está ubicado en el punto al cual todos deberíamos movernos y aceptar sus condiciones, en pro de un bien que, en este caso, no se corresponde tan claramente con lo que la ciudadanía anhela.

Siempre llamar a la unidad nacional ha sido una herramienta de gran poder, que se presenta como aséptica, fundamentalmente por el principio de oposición sobre el que se funda. Si no hay “unidad nacional” existe el caos, la anarquía, el desgobierno. En pocas palabras, vamos derecho al despeñadero. De hecho, de acuerdo al tono utilizado por distintos integrantes del gobierno, parece ser que la democracia estaría en riesgo.

Pero en lo personal quisiera decir… “sabe señor presidente, yo sospecho de su idea de unidad nacional”. Si de democracia se trata, lo único que nos debería unir es la necesidad de dialogar. Un sistema democrático no puede funcionar bajo la lógica de que la disensión sea peligrosa. Todo lo contrario: disentir es la más clara prueba de que una democracia está viva. Apelar hoy a la “unidad nacional” es un peligroso eufemismo para evitar el dialogo. Más que llamar a la unidad nacional lo importante seria construir espacios de dialogo efectivo que permitan tomarnos en serio, sin necesidad de gente actuando como enajenados por la calle, destruyendo todo lo que se encuentra a su paso y con ello me refiero tanto a manifestantes como a represores. Seamos claros: la gran mayoría de quienes se manifiestan en las calles lo hace en términos pacíficos, pues aún confía en la lógica democrática, amparados esencialmente en el derecho a la libre expresión y a la disensión. El peor error que puede cometer un gobierno es empujar a esa gran mayoría al redil de quienes creen que sólo mediante el uso de la violencia es posible hacerse escuchar. La falta de buena política es lo que normalmente compromete a muchos con la violencia, pues de hecho la falta de buena política –en su lógica impositiva, sorda y descalificadora- es en sí un acto violento, fundado en la falta de dialogo.

Presidente, lo que usted necesita es entender que en la lógica política y, principalmente, en la lógica democrática, lo que más importa es ir, no que vengan; lo que más importa es escuchar, no imponer; lo que más importa es la divergencia, no esta extraña fórmula de “unidad nacional” sin claridad ni discusión que nos propone. Cuando efectivamente nos sentemos a conversar en serio, venga la unidad, pero no de ideas, sino de esfuerzos comprometidos y valientes. Recuerde que normalmente lo que desangra y finalmente mata a la democracia es el temor a la misma democracia y a quienes la sostienen en última instancia, el pueblo.

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Foto: Holding Hands – Valerie Everett / Licencia CC

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23 de mayo

Aunque muchos lo nieguen, los llamados a la unidad nacional esconden no sólo una clara apelación al chauvinismo más arcaico, sino que una lógica colectivista idéntica a la de los llamados a la unión del pueblo.

Detrás de esa lógica, peligrosa para la democracia y la libertad, se pretende levantar no sólo un discurso colectivo sino totalizante, donde cualquier atisbo de discrepancia se considera contrario a la patria, el pueblo, la nación, la revolución, o lo que sea, etc.

Lo irónico, es que tanto derechistas como izquierdistas apelan a esto sin darse cuenta que los otros también lo hacen.

23 de mayo

Gracias por el artículo… Es lamentable ver cómo la democracia de verdad les molesta a la gran mayoría de los políticos (de todos los bandos).

24 de mayo

Amigo, me parece muy atinado su comentario y creo que esto es lamentablemente lo que nuestra clase política en general está enfocada en mostrar. Espero que estemos llegando al fin de la política partidista y comience una regeneración, enfocada nuevamente en las personas.

24 de mayo

Tengo un serio problema de comprensión con el significado de la palabra democracia… La veo mencionada acá como si de pan caliente se tratara, pero, cuando veo lo que vivimos en el país, me digo, esto no puede ser democracia…

Si acaso hubiera alguien que fuera tan amable de explicarme qué cosa es la democracia y me lograra convencer de ello, se lo agradecería para esclarecer mi falta de comprensión en torno a la prodigiosa palabrita que tantas banderas hace flamear…

24 de mayo

La palabra democracia es un concepto polisémico que ha sufrido diversas lecturas –buenas y malas- desde su origen clásico como una forma de gobierno entre varias (en base al número o en base al bien defendido) hasta su resurgimiento a partir de las revoluciones liberales y republicanas en contra del absolutismo monárquico y su posterior revaloración en el siglo XX como contraposición a las dictaduras. Es decir, contra la autocracia.

Muchos autores han abordado la idea de democracia desde diversos enfoques (descriptivos, prescriptivos e históricos): desde los griegos como Platón, Aristóteles, Heródoto, y muchos otros; renacentistas como Maquiavelo; filósofos como Bodin, Kant y Hegel; los liberales como John Locke, Stuart Mill, Thomas Paine; republicanos como Monstesquieu o Tocqueville; anarquistas como Rudolf Rocker o Benjamin Tucker; socialistas como Rousseau y luego Marx; y conservadores como Burke, etc.

Y porque es importante considerar todas estas vertientes, porque permite ir viendo errores en cuanto a los juicios de valor aplicados al concepto mismo y su necesaria distinción con otras formas de gobierno en términos prácticos:

Primer error conceptual, considerar la democracia como simple gobierno de la mayoría: La democracia no es simplemente el gobierno de la mayoría, sino el resguardo de derechos individuales que cada persona tiene, partiendo por el derecho a vivir y el derecho a la propiedad, y varios derechos civiles, mediante leyes y contrapesos al poder.

Segundo error, considerar la democracia como sociedad sin propiedad; muchos confunden democracia con la idea marxista de dictadura proletaria, y ese es otro error.

Tercer error, considerar a la democracia meramente como elección. Muchos consideran sólo la variable procedimental –el acto de votar- y no otras variables como las necesarias libertades –de opinión, expresión, asociación, movimiento- que se deben ejercer en un estado democrático.

Cuarto error, considerar democracia como omnipotencia del Estado. Otro error, es creer que el Estado es una entidad totalizante en cuanto a la sociedad. La democracia implica la existencia de una sociedad civil activa, plural y tolerante, donde no sólo la mayoría pueda expresarse sino también las diversas minorías. Para ello es importante atomizar el poder político.

Quinto error, considerar democracia como el gobierno de una clase o la autocracia de un líder. La democracia implica el traspaso pacífico del poder, y por tanto obliga a un sistema electoral competitivo, abierto, donde todos los ciudadanos pueden acceder a cargos de representación. De lo contrario, se produce nepotismo, plutocracia o partitocracia.

La democracia es un sistema perfectible y como decía Churchill es el menos malo…

31 de mayo

Entre la «unidad nacional» de Piñera y la «democracia de los acuerdos» de la concertación han hecho de Chile un país abúlico e idiotizado.

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