Esta no es una defensa a quienes han defraudado el uniforme que juraron honrar, para nada estas líneas buscan justificar hechos que son condenables, repudiables y que necesitan sanciones ejemplificadoras. Me molesta, sí, me molesta de sobremanera ser testigo presencial de una situación innecesaria y triste. Esta columna es una crítica a nosotros mismo, al Estado, a la ciudadanía organizada y a esa que no se organiza, al periodismo sensacionalista que solo busca generar una buena portada que asegure las ventas que solo la negatividad pueda asegurar.
El penoso espectáculo de la operación “Huracán” que tiene enfrentados a la Fiscalía, Carabineros y PDI con acusaciones de montajes, inoperancia profesional, poco celo y rigurosidad, etcetera. Se ha convertido en el detonante para un descontento generalizado que termina por mermar las confianzas entre las estructuras que deben resguardar el orden e impartir justicia a la ciudadanía. Desde el «Paco Gate», del cual se conocen toneladas de antecedentes, hasta la cuestionada operación «Huracán» en medio del mal llamado «Conflicto Mapuche», hemos transitado por un sinnúmero de situaciones que evidenciaban la fragilidad de nuestras instituciones, la voracidad de nuestros medios de comunicación y sobre todo la falta de compromiso y habilidad del Estado para intervenir en la resolución de crisis en las instituciones que le dan su estructura.
A estas alturas Chile ya no le cree a Carabineros, no le cree a las Fiscalías, duda de lo que hace la PDI, mira con desconfianza al Poder Legislativo, encuentra inoperante al ejecutivo independiente de quien lo administre, y lo más triste y preocupante es que no se ven las señales para entregar una tranquilidad que permita ver a nuestras instituciones con seriedad y respeto.
Algunos dirán que esta columna casi facha lo que busca es defender lo indefendible, pero no, lo que quiero dejar en evidencia es que en todos los conflictos enunciados existe un Estado que no quiere hacerse cargo de la responsabilidad que sobre él recae, un Estado que desde hace rato se viene administrando con una calculadora electoral que le hace mal a las instituciones que dan vida al Estado. Si en la Araucanía hay Terrorismo, dígalo, si no lo hay defienda con fuerza la causa mapuche. Si carabineros se equivocó, sancione a los responsables. Si la fiscalía no hace bien su pega, busque de qué manera se corrige el rumbo. Eso es lo que la ciudadanía espera, eso es lo que chile quiere, donde hay errores que se corrija, donde hay culpas que se sancione, donde hay abusos que se condene, la solución no es ni será un Estado indiferente que al parecer pretende seguir confiando en los métodos y liderazgos que la ciudadanía genera desconfía.
Si en la Araucanía hay Terrorismo, dígalo, si no lo hay defienda con fuerza la causa mapuche. Si carabineros se equivocó sancione a los responsables, si la fiscalía no hace bien su pega busque de qué manera se corrige el rumbo. Eso es lo que la ciudadanía espera, eso es lo que Chile quiere, donde hay errores que se corrija, donde hay culpas que se sancione, donde hay abusos que se condene
Así no se construye justicia y equidad, así no se construye progreso. Chile no resiste seguir sumiéndose en cuestionamientos, ni menos resiste la anomia con la cual quienes administran el Estado pretenden enfrentar cada conflicto y cada crisis. El Chile moderno que usa redes sociales como un gran tribunal no permite soluciones alternativas en casos como MOP, FEPASA, CODELCO, SQM, PENTA, PACO GATE, LEY DE PESCA, OPERACIÓN HURACÁN, ETC. Todos, casos que causan vergüenza nacional y que gozan en su mayoría de un participación transversal de la política, casos que -al parecer- en su mayoría se pretenden justificar con una crisis institucional que no reconoce responsabilidades individuales y ya sabemos qué pasa cuando las instituciones de debilitan.
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