No cabe duda que las redes sociales han dado la posibilidad que las personas tengan una herramienta para denunciar violaciones de sus derechos y para poder hacer presión social a los poderes fácticos. En una sociedad de abusos constantes e institucionalizados, una forma de enfrentar a la maquinaría de la mentira, impuesta en el pasado por los medios de comunicaciones serviles a los sistemas políticos o económicos de turno, es el constante reclamo social y una actitud de vigilancia.
El ciudadano común tiene ahora esa arma para poder presionar y quitar las máscaras a grupos o personajes que antes tenían el monopolio de la “verdad” desde sus púlpitos ganados por ser rastreros de sus amos. Tiempos aquellos donde sujetos serviles podían interpretar realidades y mentir sobre lo evidente sin ser criticados o cuestionados. Para este perfil de individuos, la fiesta se acabó y ahora pueden ser expuestos abiertamente cuando tratan de manipular la realidad por algún interés que no es de ellos, sino de otros.
Aunque hay que reflexionar sobre la seria amenaza que puede nacer del interior de las redes sociales. La banalización de la crítica social por parte de usuarios y creadores de contenidos crean un gran problema que puede ir desgastando las posiciones críticas de peso. Esto se puede convertir en un peligro para la democracia, pues el factor de la información falsa tiende a viralizarse creando un daño en la formación de la opinión pública.Conocer la diferencia entre lo verdadero y lo falso tiene que ser el objetivo de cualquier ciudadano que busque liberarse de las cadenas de la estupidez
Umberto Eco llama a este hecho “la invasión de los idiotas”, ya que considera el conocimiento como una herramienta vital para que una sociedad avance y al ver que legiones de individuos con poca educación humanista o interpretaciones erróneas pueden expresar mentiras o realidades falseadas al mismo nivel de intelectuales de peso, lo pone en alerta. Solo hay que entrar a las páginas de cadenas noticiosas de Facebook y ver comentarios sobre temas como, por ejemplo, la relación de amor-odio entre Donald Trump y Putin, cualquier partido de fútbol, temas relacionado a la comunidad LGTBI y el accionar terrorista a nivel global y se podrán leer los más aberrantes comentarios donde se expresan las peores ofensas, interpretaciones fanáticas religiosas, clichés políticos de extrema izquierda o derecha, racismo, intolerancia y homofobia. En esos espacios es donde operan con impunidad el ejército a los que se refiere Eco.
También existen grupos que no son “trolles” aislados, sino pertenecientes a grupos muy estructurados y financiados para buscar desinformar y difamar con un total descaro y un objetivo puramente de marketing político u otros fines oscuros. De esta forma, la “legión de idiotas” ya tiene trabajo remunerado para promover la ignorancia, la difamación y el odio escudado tras la libertad de expresión. Estos sujetos no tienen un enfoque de activismo social o preocupación por otros ciudadanos, simplemente sirven a intereses de grupos de poder. Todo esto en un ambiente donde por la falta de educación crítica muchos usuarios de redes sociales se convierten en reproductores de las mentiras y se creen cualquier información que se encuentra en el Internet. Las personas terminan viralizando noticias falsas publicadas en medios digitales, blogs o canales de Youtube que tienen el único objetivo de engañar a las masas para cumplir con su agenda ideológica ya sea de extrema derecha, de izquierda o de intereses empresariales corporativos.
La importancia del Internet es vital en estos tiempos para poder tratar de sacarnos de la ignorancia. Conocer la diferencia entre lo verdadero y lo falso tiene que ser el objetivo de cualquier ciudadano que busque liberarse de las cadenas de la estupidez. Solo se debe usar el sentido común y buscar acceder a espacios informativos donde exista equilibrio de contenido y regulación de opiniones ofensivas, racistas, fanáticas y de “bullying”.
Umberto Eco tuvo esa preocupación y muchos de sus últimas publicaciones expuestas en el libro “De la estupidez a la locura” exponen sus inquietudes. «Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad», reflexionó Eco.
Al hablar del “tonto del pueblo” Eco no se refiere a personas con menor grado educativo, sino a individuos sin capacidad de crítica y autocrítica de los entornos, estos tienen un acceso a la información y cierta educación media. Son estos individuos, formados en las urbes y con acceso a las redes sociales, los que están formando opiniones distorsionadas y totalmente falsas en los flujos de información de las redes sociales.
El ejercito de idiotas en acción.
Un caso que puedo mencionar de estas acciones ofensivas en redes sociales es la constante campaña xenófoba realizada por grupos de “trolles” organizados hacia la comunidad haitiana en Chile. No tiendo a reproducir discursos de odio por respeto a quienes son atacados, pero quedé impresionado con el nivel de racismo de estos supuestos supremacista blancos – el chiste se cuenta solo- quienes la mayoría, por alguna razón que desconozco, son seguidores en Twitter del líder de la extrema derecha, José Antonio Kast, quien tiene alguna fijación con la inmigración afrodescendiente y no así con la inmigración alemana a la cual él pertenece. Es de tener en cuenta que cuando el inmigrante es blanco y con dinero se convierte en inversionista y no es un ladrón o paria contaminante que puede dañar la gran cultura de castas chilena.
El otro caso nos lleva a la extrema izquierda y el negacionismo del Holocausto y la promoción de un disparatada teoría llamada Plan Andinia inventado por el Frente Nacional Socialista Argentino, una organización terrorista nazi la cual fue creada por los hijos de Adolf Eichmann después del secuestro y juicio del genocida y retomado como argumento racista por Walter Beveraggi Allende, un reconocido antisemita argentino. El Plan Andinia nos narra el cuento de una conspiración por parte de los judíos de invadir la Patagonia de Argentina y de Chile para instaurar un nuevo estado sionista.
Desde estas teorías de odio, usuarios de extrema izquierda y neonazis racistas han convertido foros en centro de ataques hacia turistas israelíes que viajan por el sur de Chile o de Argentina. Los niveles de los insultos llegan a la negación del Holocausto por parte de estas personas identificados claramente como de izquierda que usan el Plan Andinia como punta de lanza para fomentar el antisemitismo en las redes sociales. Lo que queda claro que el mismo discurso de odio lo tienen los involucionados culturales ya sean neonazis o de la izquierda pro-terrorista que apoyan la lucha armada del grupo Hamas en la zona de Gaza y a la dictadura iraní.
Algo que no pueden entender algunos, que defienden la libertad de expresión, es que el racismo nunca será una opinión siempre será una ofensa. Así como los xenófobos chilenos nacionalistas siguen y apoyan a Kast; los otros quienes son reproductores del odio a los judíos, a los israelíes y compasivos con la dictadura de Nicolás Maduro y del grupo terrorista Hamas son asiduos embanderados del líder comunista Daniel Jadue.
Irónicamente parece ser que siempre las extremas se unen. Estos líderes políticos, Kast y Jadue, usan un discurso de confrontación hacia otras culturas y nacionalidades. Queda claro que apelar al odio contra los israelíes o los haitianos crea una dinámica que conecta a un lumpen extremista y reaccionario con estos personajes. Solo hay que entrar a sus redes sociales para poder leer los comentarios de sus seguidores cada vez que ellos expresan sus críticas en el ámbito racial y nacionalista.
En este tipo de universo paralelo virtual, los racistas tienen la posibilidad de convertirse en los pastores de un rebaño de grupos deshumanizados, quienes terminan contaminando a personas más jóvenes que creen todo lo que ven, escuchan y leen en el Internet.
Umberto Eco fue claro al reconocer los riesgos de las redes sociales. Por eso, a los ciudadanos se les debe educar para hacer un uso constructivo, respetuoso y crítico de estas y, de esa forma, evitar que se conviertan en parte de ese ejército que opinan desde el total obscurantismo, fanatismo e intolerancia.
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