Nuevamente, como pasa todos los fines años desde hace 34 años, nos vemos enfrentados a un acontecimiento sociológico que es la Teletón.
No se trata de caer en el facilismo de criticar a esta obra a fardo cerrado, negando toda su acción. Los fines prácticos se cumplen con creces: recibir cuantiosas donaciones para desarrollar una gestión benéfica que es sin duda eficiente, el rehabilitar niños y adultos con discapacidades.
Desde mi punto de vista, la crítica es hacia la forma en que se consiguen esos fines y cómo se aborda el sentido de la discapacidad.
En primer lugar, la inmensa campaña publicitaria ligada a las empresas más grandes de nuestro país, que ofertan sus productos vinculados a esta “acción de amor”, es desde ya cuestionable, porque si bien es cierto que esos fondos efectivamente llegan a la Teletón, el acto filantrópico o de responsabilidad social, no es tan puro, ya que esas empresas descuentan de impuestos esas donaciones, por lo que, sumando y restando, las empresas no pierden, no sufren ninguna merma de su patrimonio, lo recuperan todo, además de obtener pingües ganancias con el aumento en las ventas de aquellos productos vinculados a la campaña.
En segundo lugar, la sociedad chilena entra en un estado de solidaridad compulsiva, en el cual los medios de comunicación incentivan el afloramiento de los sentimientos más nobles del ser humano- pero también los más básicos – la compasión por el otro, por el que sufre, la piedad por el desvalido, – aunque el resto del año seamos unos insensibles, en la 27 horas de amor cumplimos con nuestra cuota de humanidad. Pero la gente más pobre, nuestra clase media, que es acosada por la publicidad para que colabore, so pena de ser catalogada de inhumana, es la que realmente se mete la mano al escuálido bolsillo, y dona parte de su sueldo, pero no recupera nada, simplemente la satisfacción de dar, pero impelida por un ambiente psicológico de exacerbación de la caridad.
En tercer lugar, la Teletón aparece como el prototipo de la beneficencia y asistencialismo más clásico, que contribuye a perpetuar la lástima pública y las actitudes conmiserativas. Los niños beneficiados son simplemente objetos de la caridad pública, de la beneficencia, de la benevolencia de los demás, son seres diferentes, a quienes se les soluciona un problema individualmente. Bajo ningún concepto, la Teletón se pone en la visión que sus beneficiarios, son “sujetos de derechos”. No está en su catalogo de preocupaciones el que las personas con discapacidad son ciudadanos activos, no enfermos incapaces de tomar decisiones de forma autónoma, o de tener un desarrollo en forma independiente, y que son idóneos para aportar al bienestar común de la sociedad.
La Teletón administra el individualismo, la pasividad de la piedad, no se preocupa por incentivar la organización social de las personas con discapacidad ni de sus familias, por lo tanto no los empodera para exigir que se les reconozcan sus derechos inalienables. La Teletón hace caso omiso, de que existe una Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 13 de Diciembre de 2006, que dice en su preámbulo, “…El propósito de la presente Convención es promover, proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y promover el respeto de su dignidad inherente”.
Los niños beneficiados son simplemente objetos de la caridad pública, de la beneficencia, de la benevolencia de los demás, son seres diferentes, a quienes se les soluciona un problema individualmente. Bajo ningún concepto, la Teletón se pone en la visión que sus beneficiarios, son “sujetos de derechos”.
La Teletón, desde su óptica benéfica, cumple con sus propósitos. El problema está en que esa fórmula no es la solución para los 2 millones de personas que en Chile viven en situación de discapacidad. Por su parte el Estado chileno, en la práctica, no se hace cargo de su deber de garantizar sus derechos, a pesar que en el año 2008 ratificó la Convención Internacional y su protocolo facultativo, y posteriormente, en el año 2010 el Gobierno promulga la Ley N° 20.422 que establece normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con discapacidad.
Las políticas públicas siguen siendo son limitadas e insuficientes y continúan teniendo un sesgo asistencialista y paternalista, de manera que la respuesta es reducida al no reconocer debidamente a las personas con discapacidad como ciudadanos empoderados de sus derechos.
La sociedad civil, las organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, deben asumir esta realidad, promover un dialogo amplio, sincero, sin descalificar las diversas opciones, pero poniendo como eje fundamental una mirada de derechos y no solo una visión de beneficencia o de caridad individual.
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Fuente de fotografía
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Roque Eléxpuru Petisco
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angelica paez
Hola=somos un grupo de profes solidarios de Cañuelas=pcia de buenos aires¤estamos en una campaÑa para conseguir una silla de ruedas ,para un chico de 19 años con paralisis cerebral¤si nos pueden ayudar o dar algun contacto que si lo haga se los agradecemos¤gracias!
Roque Eléxpuru Petisco
Misma táctica de las iglesias, lucrar simulando bondad.
Sonia Rubio M.
Estoy muy en desacuerdo con que la Teleton no se preocupa de los derechos de sus pacientes, claramente la estrategia de marketing es sensibiliza a la población y utiliza la imagen de los niños para solidarizar con la situación por la que les toco vivir y darse cuenta de otras realidades, pero eso solo es la campaña que dura 1 mes, el trabajo que se hace durante todo el año dentro de la institución es rehabilitar a los niños tanto fisico como socialmente, lo se ya que participe como voluntaria por mas de 2 años en un programa especifico de la Teleton que sus objetivos es lograr mayor independencia de los niños y jóvenes, que logren desenvolverse en su cuidad como cualquier otra persona, hacer amistades, desarrollar sus habilidades sociales y sentirse capaces de lo que se proponen, lograr la inclusión. Estoy de acuerdo con que es injusto que las empresas evadan impuestos por sus donaciones, pero gracias a estos es que donan dinero para lograr el fin ultimo que es la rehabilitación y la inclusión de los niños y jóvenes de nuestro país 🙂
Mauricio Ramírez
Pero la crítica del artículo no apunta a la labor de la Fundación teleton, sino a cómo se consigue el dinero. Saludos.
Caro Luna
Encuentro que tu artículo no tiene mayor peso ni argumentos que esos twitteros que creen que tiene la razón porque sí, o porque leyeron en una página de Facebook que las empresas se hacen más ricas con esta obra.
Primero, en cuanto a que «La Teletón administra el individualismo, la pasividad de la piedad, no se preocupa por incentivar la organización social de las personas con discapacidad ni de sus familias, por lo tanto no los empodera para exigir que se les reconozcan sus derechos inalienables.» Llevan años tratando que los mismos empresarios que donan, con todos los beneficios tributarios que tienen, también abran algunas plazas laborales para los jóvenes rehabilitados y lograr que ellos vivan como ciudadanos con derechos y deberes, como cualquiera.
Segundo, si las empresas no pagaran sus comerciales y su pauta en medios, la Teletón no tendría publicidad, pues no cuentan con dinero para ese tipo de gastos. ¿Cómo pretendes que la gente se informe de esta iniciativa y colabore con esta causa? De nuevo, fail tuyo.
Claramente las empresas sacan provecho de esta situación y es lamentable, pero mientras el mundo sea el mundo, los humanos sean humanos, la avaricia y la sociedad regida por el mercado van a seguir existiendo y tienes 2 alternativas: Esperar a que el Estado se haga cargo (muy mal) de esta tarea, en una realidad paralela donde tampoco en el Estado saque provecho ninguna institución, o aprovechas esta sociedad tal cual es, para poder alimentar una obra benéfica de esta categoría y que es tan importante para miles de familias.
Por otro lado, nunca está demás sensibilizarse y poner en práctica la empatía, aunque sea por 27 horas, porque de otro modo, los 365 días completos estarían sumidos en el consumo sin sentido y en los problemas individualistas del cotidiano vivir. De todas formas, cada uno sabe hasta dónde es real su caridad y su empatía, depende de cada uno ser una buena persona todo el año y además contribuir con la Teletón. Si hay gente de hipócrita que desprecia a la gente diferente todos los días y que sólo llora y ayuda mientras está el programa al aire, entonces sólo queda agradecer que al menos en ese momento esa persona contribuyó a que otro ser humano pueda optar a un futuro mejor.
Paremos la palabrería y dejemos que cada ciudadano se sienta libre de colaborar o no, sin prender estas alarmas mercantilistas que nublan el fin real.
santelilla
Stefan Zweig tenía razón en titular una de sus novelas como «La piedad peligrosa.»
Gonzalo Delpiano
http://gonzalodelpiano.jimdo.com/
Lo publiqué ayer y lo escribí yo… Se parecen en lo medular, que es la rabia que da ver como hay algunos que se enriquecen haciendo caridad…