#Ciudadanía

Sin ellas dos no hay revolución

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Son esas 2 cosas que están fallando. 2 cosas que me dan lo mismo y a la vez me urgen terriblemente de muchas noticias :
La primera es que me da lo mismo que se sepan verdades y se publiquen estrambóticamente. Hace ratito ya que estamos presenciando super mega denuncias e investigaciones en el planeta de tal manera que deberían haber movilizado cambios de leyes, procesamientos y contundentes condenas ¿Y? Nada. Vimos hace unos días lo que hicieron los grandes medios con Rafael Garay versus Fraude en Carabineros. Difusión morbosa hasta la repugnancia sobre Garay ¿Por amor a la verdad? No, porque eso vende ¿quien compró? La gente, obvio.

¿Sobre quien habían más memes y repercusión en las Redes «sociales»? Sobre Rafael Garay. Una de las grandes tragedias del mundo actual es tener muchas verdades a disposición pero solo se transformaron en material para satisfacer el morbo del espectador que acude al circo romano. El ciudadano común está sobrecolapsado con información que sustituye a la expectación de la anterior y así bloquea la capacidad de tomar parte en un problema. Por lo tanto los zombies que me preocupan somos nosotros mismos, nos quedamos en la chuchada, pero a la hora de actuar por nuestros derechos, NADA.
La segunda cosa que me da lo mismo y me urge a la vez es la legalidad de las acciones de políticos y economistas. Me da vergüenza ver leyes tan anacoretas y vetustas que solo se ocupan de aspectos técnicos de un proceso y no de lo ético y moral. Como si estos no fuesen relevantes ni consustanciales con lo legal. Como si lo legal no es nada más que un mero trámite que por estar registrado en un papel y a alguien se le ocurrió porque si, eso debe cumplirse. Si analizamos a fondo ¿cuál es la diferencia, en esencia, entre algo legal y ético? Bueno, gran parte de que esta pregunta sea parte del debate se debe a que la política, su nomenclatura y sus menesteres se haya desvirtuado y pervertido porque lo legal debe estar como condición sine qua non fundada en actuares éticos y morales.

Una ley debe ser moderna, mutable, perfectible, mejorable, que nos permita dirimir en función de problemas «actualizados» y no anclado a viejas ideas, mañas o resquicios no contemplados en las complejas estratagemas del mundo de hoy. Es por eso que no me interesa que algo sea legal o no. Soy una persona que fomenta la desobediencia civil a una ley mala, podrida y que sobre todo a claras luces, está hecha para aumentar el volumen exponencialmente de elasticados bolsillos de pantalones.

Elegí esas dos razones como parte de este letargo y modorra porque creo que en el problema actual para cambiar las cosas no basta echarle la culpa a uno u otro, aquí hay culpabilidades compartidas.

Por ejemplo, todas estas noticias nacionales han sido nubladas ante revelaciones hechas por Edward Snowden y confirmadas por los propios gobiernos, que descaradamente lo han reconocido, que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que todas nuestras llamadas, nuestra actividad en redes sociales y nuestra navegación en Internet es controlada y que nos dirigimos inexorablemente hacia un mundo profetizado por George Orwell.

¿Cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado esa verdad?
¿Cuál ha sido la reacción general al recibir estas informaciones?
Ninguna porque todos estamos adormecidos por el éter de las redes sociales. Entonces, ¿para qué tanta información? ¿Le sirvió de algo al mundo un Chernobyl, si acabamos de tener un Fukushima?

Pero ¿Por qué pasa esto?

Algunas fuentes señalan lo siguiente:
Para empezar, debemos entender que todo estímulo sensorial que recibimos está cargado de información.
Nuestro cuerpo está diseñado para percibir y procesar todo tipo de estímulos sensoriales, pero la clave del asunto radica en la percepción de información de carácter lingüístico, entendiendo por “lingüistico”: todo sistema organizado con el fin de codificar y transmitir información de cualquier clase.
Por ejemplo, escuchar una frase o leerla implica una entrada de información en nuestro cerebro, de caracter lingüístico.
Pero también lo implica ver el logo de una empresa, escuchar las notas musicales de una canción, ver una señal de tráfico o oír la sirena de una ambulancia, por poner algunos ejemplos…

Una persona en el mundo actual, está sometida a miles y miles de estímulos lingüisticos de este tipo a lo largo de un día normal, muchos de ellos percibidos de forma consciente, pero la inmensa mayoría percibidos de forma inconsciente, que deben ser procesados por nuestro cerebro.
El proceso de captación y procesamiento de esta información lo podríamos dividir básicamente en 3 fases: percepción, valoración y respuesta. 

Cuando tenemos que llegar a una respuesta pasará lo siguiente :

Una vez reducido a la mínima expresión nuestro tiempo de valoración personal de los hechos, entramos en la fase decisiva del proceso, aquella en que nuestra posible respuesta queda anulada.

El mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada.

Albert Einstein.

Aquí entran en juego las emociones y los sentimientos, el motor de toda respuesta y acción.
Y es que al fragmentar y reducir nuestro tiempo dedicado a juzgar una información cualquiera, también reducimos la carga emocional que asociamos a esa información.

Observemos nuestras propias reacciones: podemos indignarnos mucho al conocer una noticia cualquiera, ofrecida en un noticiario, como por ejemplo el desahucio forzoso de una familia sin recursos, pero al cabo de unos segundos de recibir esa información, somos bombardeados por otra información distinta que nos lleva a sentir otra emoción superficial diferente, olvidando así la emoción anterior.

Éste es el mecanismo básico que aborta toda respuesta de la población ante los continuos abusos recibidos.
La base sobre la que se sustentan todas las manipulaciones mentales a las que estamos sometidos actualmente.
El mecanismo psicológico que mantiene a la población idiotizada, dócil y sumisa. 

Aunque suene pesimista, no creo que dentro de 50 años venga una revolución real y subversiva, que vierta, desnude y movilice.

Si seguimos comportandos como consumidores pasivos, receptivos que sólo reaccionamos al final, que nos venden fácilmente una noticia y nos inoculan esa supuesta «opinión de la gente» entonces seguiremos fallando, continuaremos con ese cáncer en esas dos cosas que son tan relevantes!!

Fuente:

Por qué no estalla una revolución.

 

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