En esta encandilante vorágine de información que a menudo definimos como estupenda, es donde precisamente se esconde lo esencial, aquello que no se ve ni se oye, pero que es el resultado lógico del escrutinio, y del irremplazable poder del raciocinio.
No importa qué tan devastador o inmoral sea el contenido de las noticias; morirán, perderán interés con la aparición constante de nuevos desastres o dolorosos accidentes. El seguimiento de un reportaje o la cobertura mediática dependerá menos de su contenido que del factor sorpresa y la novedad que conmueve y entretiene en forma inexplicablemente simultánea.
Si uno, en la peregrina tribulación cotidiana, descubre semejante fenomenología comunicacional, es quizás completamente inofensivo. Pero si este descubrimiento cae en las manos de alguien con la autoridad y capacidad de imponer legislación a su entera voluntad , entonces la cosa gira a peligrosa y se vislumbran no tan impredecibles consecuencias.
El sistema binominal es precisamente eso: un sistema que, muy lejos de dar estabilidad, arrebata de la gente siglos de sacrificios para obtener el derecho al voto y una proporcionalidad aritméticamente correcta. Es la coraza de la Constitución actual, una trampa destinada a eternizar el valor relativo de la minoría electoral. Permite que una coalición pueda, con un tercio del voto popular, obtener el 50% de su representación en el parlamento."Debemos perfeccionar el sistema binominal", hemos oído decir hasta el mismísimo presidente Sebastian Piñera, o en boca de alguno de sus periódicamente distintos aliados electorales. La verdad es que no hay nada que "perfeccionar”, porque un sistema que da 10 % de parlamentarios al 10% del los votantes de una determinada candidatura ya era perfecto y lo reemplazaron con este trabalenguas matemático.
Desde la peculiar negociación por el llamado a un plebiscito el 89 con los asesores del gobierno militar, por conveniencia, por negligencia o por temor a quién sabe qué impopulares razones, la oposición de la época, hoy conocida como Concertación, lo aceptó cabeza abajo. Luego fue incapaz de conseguir los quórum para cambios sustanciales ni derogación de la Constitución del 80. La mañosa representatividad que proporciona el binominal, más la designación inmoral de senadores de ultra derecha, fueron probablemente la única razón para convencer al General de la conveniencia de arriesgar su autoridad en un plebiscito.
Cuando Piñera, Coloma o algún otro nos hablan de perfeccionar, una vez más nos meten el dedo en la boca, porque al sistema anterior no había nada que perfeccionarle. Sin embargo, con el actual, el 60% tiene igual cantidad de elegidos que el 30% restante. Para quienes insisten en perfeccionar o reformar este disparate, informo que quienes aceptaron que la oposición, al convertirse en coalición, perdiera representación electoral, hicieron que para el binominal, La Concertacion fuera tan esencial en su aplicación y duración como lo fue en las torcidas intenciones de su diseño. De ahí que la aprobación ciudadana no solo sea bajísima para el gobierno, sino también para oposición política, porque ninguno representa a la mayoría ciudadana.
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Foto: lackcolor.com
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