Señor Presidente, usted perdió una gran oportunidad para el país y su reputación como estadista cuando en la ONU, el jueves 23 de septiembre, al referirse a la dramática huelga de hambre de comuneros del pueblo mapuche, se limitó a una frase genérica del tipo: “Por siglos no se ha dado a los pueblos originarios verdaderas oportunidades”. Esa frase suya, al día siguiente, fue la bajada de título en el diario La Nación, en una autocomplaciente alabanza al supuesto reconocimiento suyo a ese pueblo originario. Pero no señor Presidente, usted debe saber que su frase es vacia y que pocos en la comunidad internacional y nacional hoy la suscribirían, tanto por lo inexacta como por no dar cuenta del fondo del problema mapuche en la historia del país. Y esto es muy serio, pues la actual huelga de hambre podría terminar trágicamente, generando al país mucho dolor y una herida incurable a la memoria de su gestión, si acaso su gobierno no re-enfoca el rumbo.
Señor Presidente, usted debió haber dicho algo más o menos así: “Por siglos no hemos respetado a los pueblos originarios.” Así de lacónico, así de asertivo, así de profunfo.
Me explico. Usted debe saber que desde la lógica economicista e integracionista (que ha sido culturalmente reduccionista, es decir, sin mirar lo especifico del otro diferente), en la historia del país han sido muchas las oportunidades de “integración” –de cooptación cultural- dadas al pueblo mapuche. Luego de la violenta “Pacificación de la Araucanía” –vaya eufemismo-, se sucedieron en el siglo 20 una y otra oportunidad para que los mapuches se “integraran” al mercado, a las institucionalidad y a la “chilenidad.” Y todas, desde esa lógica, fueron intentos con más o menos éxito. Esto lo han documentado, en sendas obras y con sapiencia, notables historiadores, ya sean huincas o intelectuales orgánicos de los pueblos originarios. Por eso, señor presidente, usted se ha equivocado. La comprensión y entrada a este complejo desafío necesariamente debe cambiar de raíz. Usted debe entender que todas las “oportunidades” han carecido de una mirada inspirada en el “Respeto –sí, con mayúscula- a la Legitimidad del Otro Diferente” (parafraseando las palabras de nuestro Premio Nacional de Ciencias, Humberto Maturana).
Por eso, señor Presidente, antes escribía que usted ha desaprovechado una oportunidad. Y era tan fácil. Con inteligencia emocional –como se dice hoy-, usted en Nueva York, ante el mundo, debería haber sido adalid de la profunda simpleza reconociendo una histórica falta de respeto hacia los pueblos originarios y haber invitado a vivir una nueva etapa en el respeto intercultural. Le aseguro que ese sólo gesto –con palabras y hechos- podría haber inaugurado un camino inmediato de cierre a la huelga de hambre y una ruta mediata para el diálogo entre dos diferentes en la busqueda respetuosa de una real integración en la diversidad.
Pero aún hay tiempo señor Presidente. Usted ya arribará de regreso al país, entonces lo invito a que inspirado y honestamente, en un gesto audaz como los que gusta, vaya personalmente al lugar donde los comuneros mapuches ayunan -lacerando su cuerpo con su dolor de siglos-. Y ahí hábleles y mírelos con respeto, de igual a igual, sin investiduras, luego con humildad cristiana acepte sus demandas –todas, lo sabemos, muy razonables-, e invitelos a con-vivir… y tras ese gesto histórico de respeto, ahí de inicio a un amplio diálogo horizontal que abra una nueva etapa a la diversidad cultural que habita en este lindo país… Le aseguro señor Presidente que ese simple gesto a usted lo hará más grande y al país lo hará mejor. Creáme señor presidente, que luego de tanta parafernalia y de ruido con la bandera, ese sin duda sería el más perecedero regalo al país en el Bicentenario.
(*) Periodista y Doctorando en Comunicación.
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Foto: www.fotopresidencia.cl
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