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¿Por qué necesitamos una Asamblea Constituyente?

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El día 2 de mayo de este año, recibí la invitación a ser parte de la presentación del Informe Anual de Amnistía Internacional, así como del lanzamiento de la campaña de Amnistía Internacional Chile, por los 40 años del Golpe Militar.

He de reconocer que lo primero que se me vino a la cabeza fue pudor: cómo podría presentar yo tan vasto e importante documento, realizado por especialistas en todo el mundo. Pero inmediatamente, esa sensación fue sobrepasada por la imagen de mi familia, la que ha dedicado buena parte de su vida, a la defensa de los DD.HH. Tenía y tengo una obligación histórica con la denuncia de las violaciones de DD.HH. y con la promoción de los mismos. Así es que acepté.

¿De dónde viene esta obligación? Se preguntarán.

Nací el año 1974. Hija de Maria Estela Ortiz Rojas y de José Manuel Parada Maluenda.

María Estela, hija de María Eugenia Rojas y Fernando Ortiz; nieta de Manuel Rojas, escritor que llegó a Chile a temprana edad, que fue estibador durante su adolescencia en el puerto de Valparaíso, que vivió en la ilegalidad durante años, ya que no conseguía su residencia en Chile, pues no había portado su certificado de nacimiento, cuando cruzó la Cordillera de los Andes, a la edad de 14 años. Anarquista y solidario, amigo de los emigrantes españoles que llegaron a Chile en el Winnipeg, escapando de la dictadura franquista, Manuel Rojas llegó a ser Premio Nacional de Literatura.

María Eugenia y Fernando trabajaron durante años en la Universidad de Chile. Fernando Ortiz fue un destacado historiador, escribió e investigó la historia del movimiento sindical en Chile, miembro del Partido Comunista desde temprana edad, estuvo en la clandestinidad durante dos periodos de su vida, durante el gobierno de González Videla, y durante la dictadura militar de Pinochet. De esta última, no saldría con vida.

José Manuel, hijo de Roberto Parada y María Maluenda, ambos actores, fundadores del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, vivieron en Londres durante la Segunda Guerra Mundial, trabajando para la BBC durante los bombardeos y el racionamiento. Luego volvieron a Chile, donde María se hizo miembro del Partido Comunista y diputada.

¿Por qué les cuento todo esto? Porque el 11 de septiembre de 1973 la vida de toda mi familia cambió, como la de tantos chilenos, para siempre.

Mi tía Soledad Parada, tuvo que partir al exilio con mis tres primos y su marido. Sólo pudieron regresar el año 1984, cuando los conocí, después de “hablar” con ellos durante años, a través de casetes que grabábamos y que viajaban clandestinamente de país en país.

Mi tía abuela, María Paz Rojas, también partió al exilio, con toda su familia.

La casa en la que vivían mis padres, fue allanada innumerables veces. Mi madre en ese entonces ya estaba embarazada de mí y sufrió varios comienzos de perdida. Me sujetó en su guata a punta de inyecciones.

Mi abuelo Fernando Ortiz, miembro del Comité Central del Partido Comunista, tuvo que pasar a la clandestinidad. No tengo recuerdos de él. Sé que mi madre me sentaba en un balcón en el departamento donde llegó a vivir con mi abuela, para que mi abuelo pudiera pasar por la vereda de al frente, y así, a la distancia, poder ver a su primera nieta.

Mi padre, José Manuel, se integró rápidamente a trabajar, junto a mi tío Pablo Ortiz, como choferes, al recién conformado Comité Pro Paz, que daría origen a la Vicaría de la Solidaridad. Esta institución dependiente de la iglesia católica, como tantas otras ONG’s, permitió que los perseguidos por los aparatos de represión de la dictadura, así como sus familiares, tuvieran alguna asesoría y defensa legal, pero por sobre todo, que quedara registro de las innumerables y terribles violaciones a los DD.HH. que se multiplicaban a lo largo y ancho del país.

En diciembre del año 1976, mi abuelo Fernando fue detenido por la DINA en las calles de Santiago. Estuvo desaparecido hasta el año 2001, año en que aparecieron algunos de sus huesos, exactamente unos trozos de su cráneo, en un túnel de la Cuesta Barriga. Antes de eso, estuvo detenido en el Centro de Exterminio Simón Bolívar, donde fue torturado, golpeado y dejado agonizar durante días, con todos sus huesos rotos. Importante es saber que este Centro de Exterminio, no sólo fue financiado por todos los chilenos, a través de nuestros impuestos, sino que también por civiles, tales como Ricardo Claro, quien más de una vez se presentó en el lugar y pagó en efectivo a los agentes que ahí trabajaban. Por este Centro de Detención y Exterminio, pasaron varios dirigentes del Partido Comunista. Ninguno de ellos, salió de allí con vida.

Mientras mi padre trabajaba en la Vicaría de la Solidaridad, mi madre y mi tía, María Luisa Ortiz, se abocaron a buscar a mi abuelo. Presentaron recursos de amparo, que por supuesto no fueron acogidos. Y recorrieron todos los centros de detención que en esos momentos eran conocidos. Hicieron huelgas de hambre. Se unieron a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Nada de eso sirvió para salvar la vida de mi abuelo. Recién el año pasado, después de 10 años de reconocimiento de sus restos, pudimos darle sepultura.

Mi abuela María Eugenia trabajó durante algunos años en otra ONG de defensa de los DD.HH., el FASIC, formada por las iglesias protestantes. Después de algunos años, fundó el PIDEE, Fundación de Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia. Esta organización se dedicó a proteger y a asistir a niños, hijos de presos políticos, de exiliados, de retornados y de relegados.

Mi tía abuela, María Paz Rojas, al regresar del exilio, se dedicó a trabajar en el CODEPU, Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo, en cuyo directorio estaba mi abuela, María Maluenda.

Como ven, mi infancia transcurrió entre estas ONG’s que intentaban salvar vidas y registrar y denunciar el horror que en Chile acaecía.

Pero no crean que tuve una infancia infeliz. Todas estas personas de las que les hablo, fueron y son personas con un amor profundo por la vida, la libertad, la alegría y la solidaridad. Nunca me transmitieron odio, sí, el sentido profundo de la justicia y la injusticia, del respeto por el otro, de la defensa de los DD.HH. como un valor inclaudicable del ser humano.

Hasta que llegó el año 1985, año de dos terremotos, uno telúrico y el otro, que partiría mi vida. El 29 de marzo de ese año, de las puertas de mi colegio, fueron secuestrados mi padre y Manuel Guerrero, en medio de un operativo policial, a cargo de la DICOMCAR, de Carabineros de Chile. El tránsito de la calle Los Leones fue cortado para permitir el secuestro y un helicóptero de Carabineros, sobrevoló el área mientras ocurría la detención. El profesor Leopoldo Muñoz fue baleado durante la operación. Acompañé a mi madre a poner otro recurso de amparo, esta vez por la vida de su compañero. Otra vez fue inútil. El cuerpo de mi padre, junto al de Manuel y el de Santiago Nattino, secuestrado el 28 de marzo, apareció sin vida en las inmediaciones del aeropuerto Pudahuel. Aun recuerdo la palabra degollados en todos los periódicos. Tuve que preguntar qué significaba, pues nunca antes la había oído.

Así que así terminó mi infancia, abruptamente. Me sumé a las manifestaciones para pedir justicia por mi padre y por todas las víctimas del terrorismo de Estado. Salí a la calle a marchar, me encandené a los Tribunales de Justicia, fui detenida junto a mi abuela María, formé parte del movimiento estudiantil secundario, que volvía a articularse, después de años.

Fui testigo y sufrí el miedo. Recuerdo como si fuera hoy la noticia de cuando quemaron vivos a Rodrigo Rojas y a Carmen Gloria Quintana. De cuando balearon a María Paz Santibáñez. Recuerdo cómo vencimos y aprendimos a vivir con el miedo. Y recuerdo como todas las movilizaciones sociales, fueron recuperando terreno para la ciudadanía y la libertad y como, de repente, se abrió la posibilidad de un plebiscito, del que todos dudábamos y del que nos costó convencernos. Y de la alegría inconmensurable, compartida, épica, de cuando ganamos el plebiscito y Pinochet tuvo que anunciar elecciones libres.

La demanda de generar una nueva constitución, emanada de la participación y la voluntad soberana del pueblo a través de una Asamblea Constituyente, es hoy la defensa de la dignidad humana, de nuestra dignidad política y moral.

Sin duda, vencimos a la tiranía, pero son enormes los desafíos que aún tiene este país para el respeto pleno a los DD.HH.

Múltiples son las causas abiertas aún por violaciones a los DD.HH. Muchas las familias que aún buscan a sus familiares desaparecidos.

El país sigue regido por una Constitución generada en Estado de Emergencia, aprobada en un referéndum fraudulento, sin las medidas mínimas de transparencia y control electoral. Una constitución que no permite la expresión de las mayorías, que coarta la participación y asegura el derecho a veto de las minorías.

Un país que no reconoce su diversidad cultural, ni los derechos de los distintos pueblos originarios que lo conforman. Y no hablo sólo de restitución de territorios, si no que hablo de derecho a su identidad, a la autodeterminación respecto de variados ámbitos de su vida, de representación política en un estado plurinacional.

Un país donde los derechos sociales no están asegurados y por lo tanto, no todos los ciudadanos y ciudadanas nacemos en igualdad de condiciones.

Un país donde la concentración de la propiedad de los medios de comunicación no permite ni asegura la libertad de comunicación y expresión, como un derecho fundamental.

Un país con ciudadanos y ciudadanas de distintas categorías. Donde la inequidad se acrecienta día a día, rompiendo cotidianamente la posibilidad de la tan mentada cohesión social.

El día que recibí la invitación a participar de este panel, fue un día especialmente difícil. 24 horas antes se había cerrado la puerta a la realización de primarias parlamentarias amplias de la oposición, mecanismo que permitía, por primera vez desde el año 1989, ampliar considerablemente la participación política a miles de ciudadanos, que después de años de letargo social y político, hemos decido volver a actuar, con el mismo convencimiento con el que fuimos capaces de terminar con la dictadura de Pinochet.

Las cúpulas de los partidos políticos que se habían unido hace más de veinte años para terminar con un régimen opresor, bloqueaban la participación de nuevos sectores ciudadanos en el acontecer político, en la toma de decisiones, en el sueño y el diseño del Chile que queremos.

La tarde que leía esta invitación, tenía que tomar la determinación de si seguir participando como Vocera de Cultura de un Comando Presidencial o realizar un acto de protesta frente a este bloqueo democrático, y por lo tanto, renunciar.

Como muchos sabrán, mi decisión fue renunciar y comprometerme activamente en la iniciativa Marca tu Voto por Asamblea Constituyente, por una Nueva Constitución, como asimismo, volver a vincularme al movimiento Revolución Democrática, nacido del movimiento estudiantil del año 2011.

Se volverán a preguntar por qué tomé esta decisión. La respuesta es simple y está íntimamente ligada a todo lo que les acabo de contar.

El Chile de hoy, el Chile de este año 2013, a cuarenta años del Golpe Militar, es hoy un nuevo Chile que nos invita y exige participar (aunque las cúpulas políticas se demoren en entenderlo). No es el mismo Chile del 1993, donde aún vivíamos asolados por el miedo (recuerden los Pinocheques, los ejercicios de enlace y tantos otros actos evidentemente autoritarios que aún se manifestaban); ni tampoco es el Chile del 2003, en el que el Presidente Lagos estableció la Comisión Valech. Ya no nos bastaba con saber el número de desaparecidos (Informe Rettig), la sociedad chilena demandaba, al menos, información respecto del enorme número de compatriotas que no fueron desaparecidos pero que, sin embargo, sufrieron la violencia política de la Dictadura. Ese año, a treinta años del Golpe, en los medios de comunicación aparecieron imágenes guardadas por años y, lentamente quizá, comenzaban a llegar a la mayoría de edad quienes hoy han constituido como protagonistas del acontecer político y social: los movimientos sociales.

Es por eso que hoy, más que nunca, debemos comprometernos como país con el primer y fundamental Derecho Humano, que está establecido en los pactos internacionales de derechos civiles y políticos y de derechos económicos, sociales y culturales (ambos de 1966) y que tiene que ver con la capacidad que tienen los pueblos para decidir cómo quieren vivir:

“Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural.”

Es por esto que la demanda de generar una nueva constitución, emanada de la participación y la voluntad soberana del pueblo a través de una Asamblea Constituyente, es hoy la defensa de la dignidad humana, de nuestra dignidad política y moral.

Éste y muchos más son los desafíos en nuestro país y en el mundo respecto a la defensa de los Derechos Humanos, pues como decía Martin Luther King y el Informe 2013 Amnistía Internacional nos recuerda: “Donde quiera que se cometa, una injusticia supone una amenaza para la justicia en todo el mundo. Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, ligados en el tejido único del destino. Cuando algo afecta a una persona de forma directa, afecta indirectamente a todas”.

Gracias a Amnistía Internacional, a su sección en Chile y a todos los trabajadores por los DD.HH. por no cejar en la defensa de los valores fundamentales de la convivencia humana, en la denuncia meticulosa de cada violación de estos derechos, en todos y cada uno de los rincones de nuestra humanidad.

* Por Javiera Parada, activista de @marcatuvoto. Discurso pronunciado en la presentación del Informe Anual de Amnistía Internacional.

Nota: si deseas adherir a la campaña Marca Tu Voto por Asamblea Constitucional, firma esta carta.

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14 Comentarios

David Malhue

David Malhue

Una pregunta, señorita o señora Parada, qué tipo de AC, una del tipo oligárquica, como la que proponen las candidaturas del statu quo, o una de base popular, como para refundar esta nación.

    kilpatay

    David yo creo que la pregunta tuya esta inserta en la columna in comento es logico que tiene que ser una construida desde la base popular.“Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural.”

    Es por esto que la demanda de generar una nueva constitución, emanada de la participación y la voluntad soberana del pueblo a través de una Asamblea Constituyente, es hoy la defensa de la dignidad humana, de nuestra dignidad política y moral.

    David Malhue

    David Malhue

    Por qué lo pregunto, porque la señorita Parada perteneció al comando de Bachelet, y si no me equivoco, cuando renunció al equipo de trabajo de la ex presidenta, mantuvo su apoyo a la señora.

    Sería de una ingenuidad supina, y no agredo a nadie diciendo eso, pensar que Bachelet promoverá una Asamblea Constituyente de base popular. Demás está decir los motivos.

    Saludos.

    Arturo

    David: Fernando Atria, del comando de Bachelet, lo muestra:
    «Imagínate el siguiente escenario: la Presidenta dice que después de la elección municipal va a llamar a los mil y tantos concejales a que conversen conmigo sobre asamblea constituyente. Entonces los llama, los mete dentro de un edificio y les dice: ‘háganme una propuesta’. Eso es una asamblea constituyente. »
    Por lo tanto la AC sería oligarquica; los concejales pasaron previamente el filtro partidista.

vasilia

vasilia

¿Por que necesitamos una AC?

Porque la Constitucion es la ley suprema de nuestra nacion, nos rige a todos, y nos afecta a todos. No podemos permitir que algo tan vital para nuestro Estado sea discutido entre cuatro paredes por unos cuantos privilegiados que creen saber lo que nos conviene, cuando apenas van al supermercado

Aníbal.

Estamos bien con la Constitución que nos dejó el ex Presidente Pinochet, ¿acaso quieren una constitución bolivariana, para repetir otro Venezuela? Jamás. Por otro lado , no me creo a la izquierda como la víctima del cuento, Uds en todos los países han causado hambre, destrucción, odio, etc. Es cosa de ver como son ahora los países ex comunistas, un desastre. Paren de molestar con su ideología fracasada, o les gustó esa experiencia, ¿quieren fracasar de nuevo?.

    vasilia

    vasilia

    No, la Constitucion no esta bien.

    Y no es porque la Bolivariana sea mejor, que no lo es. La Constitucion del 80 esta mal porque es ilegitima. Si ud es ciudadano, y deberia ser ciudadano, una Constitucion no puede violar el contrato social, debe fundarse en el objetivo del bien común. Y la del 80 viola ese contrato y no tiene para nada el bien comun en sus objetivos. Es incluso complicada de aplicar en temas cruciales como son las garantias fundamentales ciudadanas y humanas. Si ud se detuviera a estudiar el articulo 5 y cómo se aplica veria el lio que es.

    Asi que no venga a defender una Constitucion que a ud, como ciudadano, le perjudica. Sea pinochetista, sea comunista, sea ateo o sea niño, todos los ciudadanos tenemos el problema que la Constitucion de 1980 no funciona, necesita ser demasiado explicada para entender como se aplica, y cuando hay que explicar la Constitucion la cosa esta muy mal.

    David Malhue

    David Malhue

    ¿Lecter?

David Malhue

David Malhue

Bien, Arturo, excelente punto.

Alejandro Retamal Rivera

Estoy estudiando el tema, yo estoy por una AC pero me hago muchas preguntas sobre su viabilidad.

juan

Siento mucho su dolor y tragedia pero le recuerdo que la constitucion actual lleva la firma de Lagos… Se que tiene vicios e iniquidades pero estoy convencido que las asambleas constituyentes son la excusa de los izquierdistas fustrados para imponer sus puntos que siempre representan a unos pocos… Es la excusa ideal para el caudillismo…debemos perfeccionar y humanizar nuestra actual constitucion pero nunca cambiarla para asi satisfacer a algunos izquierdistas que nunca han conocido el respeto por la democracia.

servallas

Lo que reflejan las palabras del artículo, es dolor, el dolor humano que se traspasa el tiempo y las circunstancias y viene a hacerse carne en las nuevas generaciones, pero me recuerda una charla de una norcoreana que vi en el portal TED, es lo mismo, pero del otro lado.
Vuelvo a insistir una y otra vez, estas malditas ideologías, inventos de iluminados, que convierten al hombre en animal y víctima. Izquierdas y derechas, que marcan la historia del hombre con sangre, dolor y muerte. Ojalá esta dama se dé cuenta de ello, y no alimente sus hijos con su propia rabia y dolor, y al calor del cariño de madre y junto con las canciones de cuna, la leche templada, , no dé a sus hijos el amargo veneno ideológico, que enseñe a sus hijos a respetar el pensamiento ajeno, que no se crea dueño de la verdad, y sobre todo, piense que el otro es su socio en este pequeño lapso de tiempo que llamamos vida.

Arturo

Finalmente, quienes quieren AC ¿votarán por Bachelet?
Es una interesante duda, ya que eso es, definitivamente, privatizar la creación de una nueva Constitución.
¿que nivel de apoyo tendrá Claude? ¿logrará ser un referente de izquierda real, o será una golondrina?

Montse Moretó Castellá

Animo Javiera, Felicidades por tus convicciones y ¨por tu claridad , sin duda transmitidas a través del testimonio y el compromiso de las personas que tu has amado . En Chile igual que en Catalunya estamos trabajando y defendiendo «El Derecho de los Pueblos a la autodeterminación» .Nuestra convicción y decisión lo harán posible…Montse Moretó ..