Magistrales las clases que ha dictado por doquier el Premio Nacional de Historia, Don Gabriel Salazar, acerca de la historia y las lecciones de los movimientos sociales en Chile. Sus conceptos están además profusamente detallados en las múltiples entrevistas que ha dado especialmente en los últimos dos años.
A pesar de ello, y dado los escasos niveles educacionales que goza la población con más más de 35 años, la ilegitimidad de las Constituciones que nos han regido desde la independencia del Reino de España hasta hoy, y la injusticia, lo más inspirador para una rebelión ciudadana, no son un tema de conversación popular. Por ello se espera que los jóvenes sean quienes tomen el discurso y sigan los ejemplos de la historia.
Pero la historia, más allá de poner frente a nuestros ojos sus ciclos y repetición de errores, tiene un componente esencial y más profundo que la simple recopilación secuencial de los hechos. Hablo de los tiempos históricos. A modo de ejemplo, los poderosos movimientos sociales en marcha durante la celebración del Centenario de la Independencia, en 1910, tuvieron su expresión máxima recién 15 años después, en 1925, cuando la ciudadanía se autoconvoca a una Asamblea Constituyente, que se realizó entre el 8 y 25 de Marzo de aquel año. Ya sabemos lo que Alessandri hizo con los ideales de la chusma.
Por su naturaleza misma, 15 años son demasiados para un joven. Imaginemos que hoy un joven de 21 reflexiona al respecto, “seré un viejo de 36 para entonces”, se dirá en el mejor de los casos. De allí que me resulte casi comprensible el apresuramiento manifiesto de quienes lideran (o lideraron) los movimientos juveniles que hemos visto, para llegar pronto a la cúspide de una supuesta carrera, ubicándola en alcaldías o en la Cámara de Diputados.
Casi aceptable es el primer caso por cuanto una alcaldía representa una posición de relativo poder, cercana a la población comunal y desde donde se puede contribuir en algo para conseguir una vida buena para los vecinos.
La segunda opción, aunque legítima (o sea, no ilegal, al entender chileno), me parece reprobable. Para llegar a tal posición hay que incorporarse, si no ser engullido por ella, a la maquinaria política directamente responsable del estado de las cosas contra las que tan fieramente se ha luchado. Se debe, necesariamente, abandonar las huestes (como las llamó Evelyn Matthei) para formar parte de una oligarquía que, entre sus máximas destrezas, cuenta con mecanismos muy desarrollados y efectivos para transformar un rebelde con causa en un maquinador de monta mayor.
Ballesteros perdió la elección a la que irresistiblemente se presentó y hoy es referente de algo que ya fue. La suerte de Camila Vallejos importa poco, por cuanto, concordando con Salazar, creo que ella nunca fue una líder nacional y obedece disciplinadamente las órdenes del Partido Comunista, el que solo trabaja por sí y para sí. ¿Algún resultado para el pueblo acaso con GuillermoTeillier o Lautaro Carmona, aparte de que el uno está más gordito y el otro se afeitó el bigote y se puso corbata? ¿Alguna iniciativa como una Escuela Popular abierta en las poblaciones para instruir al pueblo?
Entonces llegamos al punto:
El ejercicio de un liderazgo obliga a permanecer junto a los representados, fortalecer el ideario que lo ha instaurado como líder, guiar a su gente y formar escuela para que surjan más líderes aun.
Giorgio Jackson, quien ya está incorporado a la carrera parlamentaria, debe ganar la elección donde quiera que se presente, ya que sería catastrófica su derrota. Entonces me pregunto por el resultado, ni siquiera por lo que hará durante todo su primer período como parte de la que “antes” (porque ya será pasado) era la clase política responsable directa de haberlo convertido, por la vía de la injusticia, en el líder juvenil que merecidamente es hoy. Me pregunto por plazos mayores, porque si aún no se tiene claro que los probables resultados de la lucha de hoy se verán dentro de 10 años, como mínimo, entonces no se ha hecho caso de los tiempos históricos que, para desgracia nuestra, siempre derrotan al ego y nos obligan a tomar atajos.
Cuando pienso en resultados me refiero a la gratuidad y a una educación pública fortalecida, la que se demanda hoy mismo. No hablo de calidad porque no creo posible aventurar plazos en un tema en el que nadie parece tener claro de qué está hablando. Gratis y de calidad, ese es el lema, y respecto a lo primero veo con asombro, a través de las redes sociales, que son demasiados los que piensan que ya el próximo año no tendrían que pagar en la universidad. Sus padres les apoyan incondicionalmente creyendo lo mismo. Ambos son víctimas de nuestra mentalidad que vislumbra el largo plazo como la próxima semana. La calidad invocada a viva voz no pasa de ser un buen apellido para la causa. No se oyen preguntas como ¿qué enseñar? ¿para qué?. Y quizás la más importante ¿por qué enseñar?. Digo importante, ya que un “por qué” implica un objetivo y, en este caso, todo debería ser en pro del Estado que queremos, de aquel que debe reemplazar al actual y que debe ser construido por y para los ciudadanos.
Pero los líderes aspiran a otra cosa, aspiran elevarse hacia las cúpulas de un poder que no ha funcionado para la vida buena de las personas.
El ejercicio de un liderazgo obliga a permanecer junto a los representados, fortalecer el ideario que lo ha instaurado como líder, guiar a su gente y formar escuela para que surjan más líderes. El líder ciudadano requiere de fortaleza para resistirse a los encantos de la seductora prostituta de Valparaíso y guiar a su gente en el ejercicio de la presión constante y sostenida en la calle, allí donde actúa la asamblea ciudadana. Aysén y Freirina han demostrado algo de lo que puede ser el poder ciudadano, aquel sujeto individual y común a la vez, cuando lanza un mensaje claro a sus autoridades.
Estoy seguro que muchos de los que apoyaron los movimientos juveniles desde sus inicios no esperaban encontrarse hoy con sus líderes discutiendo cupos, sentados en una de las mesas que siempre propone aquella detestable máquina especializada en poner “otro ladrillo en el muro”.
Aun así, espero que Giorgio Jackson sea electo. Sobre sus objetivos de hoy podemos conversar en el 2018, para hacerla corta.
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