Todos hemos escuchado estas frases más de alguna vez. Seguramente, la hemos oído en alguna sobremesa donde se discuta sobre la homosexualidad, como también, la escuchamos muy seguido de la boca de algún político o autoridad de moda. Sin más, nuestro presidente ha sostenido que el “matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer”; al igual que el precandidato Laurence Golborne, que insistió en lo mismo. El segundo “argumento” es algo menos común, quizás por ser más fuerte o menos populista, de todos modos, hay muchos que sostienen que la homosexualidad no es “natural”. Pareciera que basta decir las palabras mágicas para acabar con cualquier debate, teniendo el interlocutor que entender de inmediato el peso del argumento y desistir en la discusión, en circunstancias que ambos enunciados, son completamente inaceptables e irrelevantes.
La primera afirmación es falsa e insuficiente. Decir “el matrimonio es entre un hombre y una mujer” (y por ello no puede haber matrimonio homosexual), es lo mismo que decir que no puede haber matrimonio homosexual “porque no” o “porque siempre ha sido así”. Los defensores de estos argumentos muestran, por un lado, una preocupación semántica incomprensible, pero en el fondo, buscan ocultar sus verdaderos pensamientos detrás este tipo de eslóganes. Hay quienes afirman: “que hagan un contrato o un acuerdo de vida en pareja, pero no matrimonio, porque no se puede llamar así”. Lo extraño es que, aun hablando sobre el matrimonio homosexual sin adopción, siguen sosteniendo lo mismo. Entonces, ¿qué es lo que realmente les preocupa? ¿El “mal uso” de la palabra “matrimonio”?
Suponer que lo relevante es el concepto y su inmutabilidad no tiene sentido. Significa desconocer el carácter mutable del lenguaje, el cual está en constante cambio y evolución, por lo que, no es nada raro que aparezcan y desaparezcan palabras, como tampoco lo es que un término existente cambie de significado. Por de pronto, la RAE cambió hace poco su definición de felicidad de “estado de grata satisfacción espiritual y física» por “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Pese a lo discutible que puede ser una u otra definición, lo cierto es que la RAE define según el concepto que se usa actualmente en la sociedad (o el que ellos creen que se usa), por lo que, podríamos decir que una definición puede cambiar con el tiempo y que el matrimonio no es necesariamente heterosexual. En los países donde se ha regulado el matrimonio entre personas del mismo sexo, es evidente que esta unión NO es, por definición, entre un hombre y una mujer. La misma RAE define matrimonio civil como “El que se contrae según la ley civil, sin intervención del párroco”, y como sabemos, la ley civil varía según el país en que estemos, por lo que el concepto puede ser distinto en cada uno de ellos.
Por otra parte, se podría pensar que el problema está en el origen del vocablo. Matrimonio viene del latín matrimonium y significa “cuestión, deber, condición, calidad de madre”. Esto no tiene nada que ver con que la palabra deba usarse siempre en su sentido originario.
En segundo lugar, si lo que les preocupa es la tergiversación de su institución, debemos pensar que el matrimonio civil es una institución jurídica que, al igual que el lenguaje, puede cambiar con el tiempo. El ejemplo más evidente de esto lo encontramos en el concepto de persona que, en el ámbito jurídico, es el sujeto de derecho. En la antigüedad, los esclavos no eran considerados personas (no tenían derechos), luego, todo ser humano paso a ser considerado persona, y actualmente, se han incluido junto a las personas naturales las personas jurídicas. La institución ha ido evolucionando y adaptándose a los cambios socio-culturales, por lo que hoy, una empresa (persona jurídica) no solo puede tener derechos y contraer obligaciones, sino que incluso puede tener responsabilidad penal. Ante esto, nadie reclamaría que se deba usar otro vocablo porque “persona” solo se puede aplicar a los seres humanos y no se debe modificar la concepción que se tuvo antiguamente. Esta clase de argumentos deben ser superados y sus defensores deberían manifestar las verdaderas razones de su oposición, para así, finalmente, saber con quién estamos hablando.
Junto a lo anterior, es común escuchar que “la homosexualidad no es natural”, justificando con ello diversas posiciones (oposición al matrimonio homosexual, adopción homoparental, homosexualidad como enfermedad, aberración). Más allá de la conclusión a la que llegue quien afirma lo “no natural” de la homosexualidad, lo que interesa es demostrar lo irrelevante de la premisa.
Pareciera que basta decir las palabras mágicas para acabar con cualquier debate, teniendo el interlocutor que entender de inmediato el peso del argumento y desistir en la discusión, en circunstancias que ambos enunciados, son completamente inaceptables e irrelevantes.
Los sectores conservadores dicen que una relación homosexual no es natural porque lo natural es la heterosexualidad y la procreación. Muchas veces, tras estas posiciones hay fundamentos religiosos, por lo que, resulta curioso que no perciban que ese argumento de “no natural” se podría aplicar al celibato del clérigo o a cualquier renuncia consciente de la sexualidad. Tomás de Aquino señalaba que la sexualidad (heterosexual para procrear) era un bien, y que los sacerdotes renunciaban a dicho bien por un bien supremo (Dios), lo cual hacía que el celibato fuera un acto bueno (en estos términos, ¿puede ser el bien supremo de un homosexual el amor?). Si lo natural fuera la procreación y las relaciones entre parejas de distinto sexo, habría (para ellos) una conducta no natural mala (homosexualidad) y otra conducta no natural buena (celibato). Si esto fuera cierto, afirmar que algo no es natural sería insuficiente, dado que puede ser no natural bueno o no natural malo, entonces, habría que probar porque es malo. Es curioso escuchar gente conservadora y apegada a la religión católica afirmar que “la homosexualidad no es natural” como si, por solo este hecho, se concluyera que la homosexualidades una conducta inmoral.
No basta la simple apelación a lo “no natural” de cierta conducta (para los que creen que la homosexualidad no es natural); deben ir más allá y demostrar por qué, según ellos, esta conducta es “mala” (y por qué se oponen al matrimonio igualitario).
Decir que los homosexuales pueden tener un Acuerdo de Vida en Pareja, y que se debe llamar de otra forma distinta al matrimonio, es discriminatorio. El proyecto de AVP que ha presentado el Gobierno es insuficiente. Seguramente es un avance, porque ante la nada solo podría haber un avance, pero que regule solo bienes muebles o que no constituya estado civil es una broma de mal gusto. Jonathan Richardson escribió una carta al diario La Tercera (15/07/2011), que leí hace poco en la página de la fundación Jaime Guzmán, en la que afirma “los homosexuales hablan del matrimonio como si se tratara de una institución que sólo entrega derechos sin exigir responsabilidades. Y el matrimonio es principalmente una institución de responsabilidades: engendrar y criar hijos. i se elimina esta responsabilidad de procrear, del concepto de matrimonio, va a cambiar su significado también para las parejas heterosexuales, porque no pueden existir dos definiciones para el mismo concepto”. El señor Richardson se equivoca si cree que solamente “los homosexuales” buscan un matrimonio igualitario, también hay muchos heterosexuales que, por razones de justicia, comparten esta lucha. Además, el matrimonio no es principalmente para “engendrar y criar hijos” (lo que dejaría fuera a personas infértiles además de homosexuales). El matrimonio regula la convivencia de dos personas que, por razones de afecto han decido institucionalizar un proyecto de vida en común. El Estado debe entregar las herramientas para que los homosexuales puedan desarrollar sus planes de vida, porque el matrimonio no es principalmente para “engendrar y criar hijos”; el matrimonio es principalmente amor y en eso no hay distinciones de género. No hay problema con que el concepto vaya a “cambiar su significado”. eso es lo que exigimos.
@Ralvarezquevedo
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Ralvarezquevedo
Toda la razón Andrés. Sobre todo la primera idea, no lo había pensado de esa manera. También se podría decir que se han observado conductas homosexuales en más de 500 especies animales, pero eso me parece poco importante para la discusión, por lo mismo que señalas. Todavía hay gente alimentada por el odio que no entiende lo relevante. Ya me putearon por twitter… Supongo que hay cosas que nunca cambian
Ralvarezquevedo
El título original era «el matrimonio es entre un hombre y una mujer y la homosexualidad no es natural», pero fue editado por su extensión. De ahí que el primer párrafo se refiriera a las dos afirmaciones del título original.
marco antonio
los mismos derechos con los mismos nombres, si tenemos y cumplimos nuestros deberes lo justo es que tengamos los mismos dercehos, ahora si tanto le molesta a la mojigateria de este país, que en estos temas queda en ridiculo a nivel continental donde el matrimonio igualitario esta siendo discutido con alturas de miras, aca nuestra sociedad conservadora, todavia cree que la homosexualidad es una enfermedad, que pobres de mentes y de corazon
Juan Gutierrez L.
sr(a) expositor; tenga presente lo siguiente (hay cosas preordenadas que no van a cambiar) los infertiles solo por causa de una falla en algún órgano no llegan a procrear, por el contrario los homosexuales por definición no tienen los órganos apropiados.
la sociedad machista, cavernicola y mesquina tendrá que hacer algo al respecto?
Andrés Carvallo
Para los que se apoyan de la afirmación; “ la homosexualidad es contra natura” ya que en todos los animales las relaciones sexuales son entre macho y hembra, lo cual está al servicio de la reproducción y mantención de la especie. Déjame complementarte tu articulo.. Recogiendo frases de viejos amigos;
Sucede que existen una serie de conductas en los animales que pueden ser observadas y descritas. Sin embargo, de que exista tal o cual conducta animal no se sigue, en caso alguno, que nosotros debamos imitar moralmente dicha conducta. Sin ir más lejos, los animales más evolucionados se golpean mutuamente en caso de conflicto, e incluso tienen relaciones sexuales a vista y paciencia de los restantes animales. Bajo esa lógica, respetar la integridad del prójimo en una situación conflictiva, o tener relaciones sexuales en lugares privados, no deberían ser conductas moralmente permitidas, puesto que si lo hacemos actuaríamos contra natura.
Los seres humanos somos capaces de experimentar emociones tremendamente complejas que no se dejan reducir, sin más, a la mera reproducción. Reducir los vínculos humanos a la mera reproducción implica desconocer esa grandeza que nos distingue como seres humanos. ¿O acaso es el ser humano un animalito más que sólo se une con la finalidad de perpetuar la especie?
Por otro lado, podría haber alguien que se preocupe de la salud psíquica de los niños. Para que se les produjera un mal a esos niños, la homosexualidad debería ser repudiable desde un punto de vista moral (bajo el supuesto de que todo aquello que daña a terceros no debería ser aceptado moralmente). Sin embargo, eso es justamente lo que se debe discutir: si acaso la homosexualidad es un mal o no, en base a esas conclusiones entonces legislar.
Y bueno, en un estado laico como el nuestro no es muy valido analizar el argumento que muchos lanzan sobre la mesa para justificar su rechazo en contra al matrimonio homosexual: “ la homosexualidad es contraria a la palabra de Dios”. Al apelar a una autoridad para defender un punto de vista no debiera interesar saber quién lo dijo, sino las razones que tuvo para hacerlo. No es si Hitler, Dios o James Brown lo sostienen, sino el por qué lo hacen. Si se abre la Biblia como paradigma de conducta moral, entonces se debería incluso modificar la dieta alimentaria y dejar de comer animales con pezuña partida (Lev., 11), considerar impura a una mujer que recién dió a luz (Lev., 12) y considerar impíos a los leprosos (Lev., 13), entre otras cosas.