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Matar por amar: agresiones y diversidad sexual

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En la última encuesta realizada por MUMS, UCN y CLAM en el año 2011, quedó en evidencia los pocos avances que hemos tenido como sociedad en materia de tolerancia, respeto y valoración de la diversidad sexual. Los datos arrojados son verdaderamente preocupantes, pues mientras algunos afirman que existe un avance en esta materia la realidad deja en evidencia lo contrario, manteniéndose la discriminación, agresión y por lo mismo vulneración de los derechos de la comunidad LGTBI, en un Chile que desea mostrarse más tolerante, pluralista y respetuoso de los derechos humanos

La encuesta demuestra que el año 2007, el 80.3% de la población LGTBI había sido discriminada por su orientación sexual y el 84.4% víctima de algún tipo de agresión, mientras en el año 2011 el 75.5% sufrió algún tipo de discriminación y 77.8% vivió algún tipo de agresión. Como podemos observar no existen cambios significativos entre el año 2007 y el 2011, por lo cual no es posible hablar de avances en esta materia, lo que a su vez deja entrever las insuficientes políticas de prevención de la discriminación por parte de los gobiernos de turno y la desgastante tarea de las organizaciones LGTBI que deben realizar para disminuir esta violencia, siempre con el mínimo de recursos.

Una de la situaciones que más llamaron la atención de los investigadores fueron los hechos donde se presenta la violencia, pues en su mayoría se dan en aquellos espacios que aseguran la contención, apoyo, cuidado y protección de los individuos. Encabezan esta lista los espacios religiosos, ya que el 45.0% de la población consultada refiere haberlos sufrido en estos lugares; un 44.0% refiere haber sido agredida en su lugar de estudio; un 41.4% en su ambiente familiar; y 36.1% menciona a sus amigos como fuente de agresión. Si bien muchos pueden entender la agresión y discriminación como un hecho de extrema violencia, en esta investigación se entiende la agresión o discriminación como un acto física o psicológica que pueda presentarse hacia las personas, desde descalificaciones que afectan directamente la autoestima de las mismas hasta la agresión física que pone en peligro sus vidas.

En cuanto a las personas que refieren mayor nivel de agresión según su identificación sexual, los bisexuales son los más agredidos, presentándose esto en su grupo de amigos; los transexuales en sus espacios laborales; y los hombres homosexuales en los espacios religiosos. Las mujeres homosexuales refieren mayor discriminación en los espacios familiares. Las cifras apuntan a que todos los anteriormente nombrados reciben violencia es sus espacios educativos.

Sobre los espacios de mayor agresión, la población encuestada refiere los lugares públicos con un 43%, el lugar de estudio un 24% y la casa o lugar de residencia con un 17%. Nuevamente queda en evidencia la gravedad de la situación y los altos niveles de vulnerabilidad que cruza la diversidad sexual LGTBI, ya que al presentarse en los propios espacios las agresiones, muchos de ellos deciden abandonar sus hogares, los centros de estudios y aislarse de la sociedad que los excluye, transformándolos en sujetos con mayores necesidades, de redes sociales más limitadas, (generalmente entre pares) y muchos con estudios suspendidos. La población más vulnerada es la transexual.

Una de las variables que explica cómo estos lugares que “deberían” ser espacios de contención se transforman en espacios de agresión, se debe a que son los espacios elegidos para compartir la información sobre el deseo u orientación sexual: la familia, los amigos y los centros de estudios, que a su vez se mezclan con los supuestos, prejuicios y mitos sobre las identidades sexuales, ubicando a los “salidos del closet” en el depósito de los mismos antes señalados, activando los dispositivos para la redirección de la identidad sexual. Al momento de dar cuenta de su orientación, el 43% lo informa inicialmente a su grupo de amigos, el 39% a su familia y el 20% en su lugar de estudio.

Otro elemento que llama fuertemente la atención de los investigadores es el rol del psicólogo en este escenario, puesto que el 38% de la población recibió atención profesional de este gremio, sobre todo el grupo transexual y mujeres homosexuales, y muy por debajo le siguen los hombres homosexuales. Sobre el camino que siguió esta intervención, el 33.3% de los hombres, 29% de las mujeres y el 45% de los bisexuales recibieron terapia “curativas”, es decir, centradas en “heteronormalizar” la sexualidad. En términos generales, un 38% no recibió ningún tipo de orientación.

En cuanto a las personas que refieren mayor nivel de agresión según su identificación sexual, los bisexuales son los más agredidos, presentándose esto en su grupo de amigos; los transexuales en sus espacios laborales; y los hombres homosexuales en los espacios religiosos. Las mujeres homosexuales refieren mayor discriminación en los espacios familiares. Las cifras apuntan a que todos los anteriormente nombrados reciben violencia es sus espacios educativos.

Creemos que esto último no guarda relación con el respeto de las identidades de la diversidad LGTBI, sino más bien con desconocimiento que existe en los profesionales de la salud sobre el abordaje de las identidades diversas, dejando un desafío abierto a conocer.

* La fuente de esta información es el estudio “Derechos, Política, Violencia y Diversidad Sexual. Segunda Encuesta”, Santiago de Chile, 2011, UCN-MUMS. La investigación se realiza cada 4 años y tiene como finalidad conocer la situación del país en esta materia y hacer una comparación con los otros países de latinoamericana.

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Foto: Angela Sanhueza / Licencia CC

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1 Comentario

peon

A mí me parece que casi todas las personas son agredidas y que la sociedad paso a paso irá caminando en una dirección en que la tolerancia a la comunidad LGTBI será cada vez mayor, pero, de ahí a que «vivamos pleno empleo», lo veo difícil…