La sociedad es cada vez más diversa y la acción de gobierno tiene múltiples dificultades para llegar a ser entendida y asumida por el ciudadano. Bajo esta perspectiva, la participación ciudadana representa una oportunidad importante de que los individuos puedan contar con cierto «poder» sobre las decisiones y las políticas gubernamentales.
Entre desarrollo de la ciudadanía y desarrollo del mercado existe una contradicción que los lleva a ser antagónicos (Marshall (Roberts (a); 1998). El mercado fortalece derechos individuales como el derecho al trabajo o a la propiedad (fomento a la ciudadanía civil) pero al mismo tiempo genera espacios de desigualdad en la distribución de la riqueza o en la misma solidaridad colectiva.
En este marco, la ciudadanía política (derecho al sufragio, influencia en la generación de políticas públicas) viene a resolver en parte las “contradicciones que surgen entre la desigualdad generada por el mercado y la igualdad de la ciudadanía” (Roberts; a, 1998). Por ello, el rol ciudadano es primordial, esencial: es la ciudadanía la que debe orientar al mundo político respecto a las políticas sociales; sin la participación ciudadana en esos temas es imposible avanzar en la idea de lograr una sociedad más justa e igualitaria. De ahí el rol fundamental que juegan los dirigentes, vecinos, organizaciones de mujeres, adultos mayores, juntas de vecinos, organizaciones comunitarias. Sin ellos no hay política social posible.
Entonces el rol que cumple la ciudadanía en las políticas sociales es la de exigir mejoras sustanciales en la calidad de vida de cada uno de los integrantes que conforman el Estado. Para lograr dichas exigencias, debe existir un planteamiento de los problemas que aquejan a cada miembro que participe en la sociedad (considerando que todos son ciudadanos) y que esto llegue a oídos de sus líderes electos (Chinchilla, M. (1999).
La ciudadanía en Chile participa poco en las políticas sociales, ya sea porque el discurso oficial con respecto a opinar sobre «política» es reservado para el «político» (como si el ciudadano común y corriente desconociera las necesidades de sus pares); y por otro lado, el Estado se ha desligado de su deber como protector y benefactor, ya sea por hitos históricos que cambiaron los procesos formadores de la nación o por la propia oligarquía cortoplacista que no considera rentable en mejorar la calidad de vida de los habitantes(desde erradicar los campamentos hasta la idea de reinsertar socialmente a los delincuentes con un oficio).
En la medida que cada uno de nosotros nos percatemos que hay pobreza, empezaremos a plantearnos cuáles son las problemáticas que acompañan y ver las posibles soluciones que se puedan aplicar.
En la práctica, el Gobierno cada vez se preocupa menos por esta incorporación, ya que toma decisiones sin considerar las necesidades reales y sentidas de la población y, cuando lo llega a hacer, sólo pasa por algunos intereses políticos. El papel de la ciudadanía es importantísimo en la creación de políticas públicas, pues ello nos garantiza que los recursos están siendo empleados a la satisfacción de reales y sentidas necesidades, la creación de una efectiva política social debe venir de abajo (ciudadanos) hacia arriba (gobierno).
La sociedad es cada vez más diversa y la acción de gobierno tiene múltiples dificultades para llegar a ser entendida y asumida por el ciudadano. Bajo esta perspectiva, la participación ciudadana representa una oportunidad importante de que los individuos puedan contar con cierto «poder» sobre las decisiones y las políticas gubernamentales.
La idea es que las personas sean reconocidas como ciudadanos con deberes y derechos y no como clientes beneficiarios de los servicios públicos.
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