#Ciudadanía

Los sacrificios de hacer lo correcto

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En ocasiones el cine nos regala esas frases que, dichas al pasar, develan una cierta mirada sobre la vida. Sentencias que, a veces, son incluso más importantes que la propia trama peliculienta.

Con una de ésas me topé hace un par de semanas, escondida en la cinta Flipped. En ella una idealista y consecuente muchacha, perdida en el pragmatismo de su época, persigue durante varios años a un cabro pelotudo, Bryce, el que al final cae en la cuenta que durante 91 fílmicos minutos de pemanente rechazo a tan excepcional pretendiente, fue simplemente eso, un pelotudo.

Dentro del aprendizaje vital de la niña, de nombre Juli, una escena llama la atención. En plena discusión de sobremesa la madre, Trina, se queja porque la familia pasa múltiples penurias económicas, en gran medida porque parte de sus ingresos se les van en solventar los gastos de mantención de Daniel, hermano del paterfamilias Richard, en una casa de acogida para personas con discapacidad mental. El reclamo de la mujer era claro: no tenía por qué el grupo bajar de estatus socioeconómico por ayudar a otro, por muy pariente que éste fuera. Es en plena trifulca cuando Richard, en el rol de padre formador, se manda la máxima: “En ocasiones, debes asumir sacrificios para hacer lo correcto”.

Tal diálogo me recordó la conversación que alguna vez sostuve con una amiga.  Hablábamos sobre la importancia de enseñar a los hijos a reconocer sus errores ante los afectados por sus equivocadas decisiones. A develar ante los otros lo que hbían hecho y, de paso, comprometerse a enmendar el eventual daño o perjuicio causado.  A no lanzar, como en el chiste de Coco Legrand sobre el jarrón que botamos en una fiesta, un “¡se cayó!”, eludiendo la propia responsabilidad.

Mi amiga concordó con el planteamiento, pero por distinto motivo. Su argumentación fue que era necesario reconocer los errores propios porque de otra forma era muy posible que la omisión nos trajera mayores problemas en el futuro. A pesar de sintonizar en la acción, el origen de nuestros planteamientos divergía. “Yo creo que hay que acostumbrarse a reconocer los errores porque es lo correcto, es lo que hay que hacer, independiente de que esto me signifique costos o beneficios en el futuro” fue mi respuesta. “Está muy extendida una especie de ‘ética utilitaria’, de conveniencia, cuando primero debiera estar la ‘ética intrínseca”, donde se hace lo que corresponde, incluso aunque nos signifique costos, porque es lo que uno, según las propias convicciones, considera que es lo que hay que hacer”, rematé.

En una sociedad de la satisfacción inmediata, y aunque suene latero y grave, es necesario entender la diferencia entre una y otra mirada. Porque no hacerlo nos ha llevado a los múltiples problemas sociales y ambientales que hoy hacen agua en muchas comunidades del país.  Porque en pos del beneficio personal fácil, permanentemente se dejan de lado las convicciones, se eluden los sacrificios de hacer lo correcto.

Como una mujer argentina que en Puerto Madryn discutía con otra sobre los riesgos de todo ciudadano durante una dictadura. Una de ellas, abogada, dijo no haberse sentido nunca censurada, nunca coartada en su libertad, durante el régimen del ex general Jorge Rafael Videla. Que en su casa existía todo tipo de literatura y que en caso alguno sintió la mordaza que algunos rememoraban con resentimiento. Como partícipe circunstancial de tal conversación (y más aún como extranjero) sólo atiné a expresar que, a mi modo de ver, en cualquier dictadura, todo ciudadano que se precie de tal (consciente, crítico, responsable) debiera tener problemas. De cualquier tipo y nivel, pero problemas al fin al cabo.  Una dictadura, para un ciudadano de verdad, no puede ni debe ser un estado cómodo, no puede ni debe ser un ideal. Es, necesariamente, un sistema contra el que hay que luchar.

Estas palabras son simplemente para recordar que seguir ideales (con lo que quiera que esto, luego de la reflexión personal y cívica, signifique) involucra sacrificios.  Es así en la participación en movimientos sociales, es así en la adhesión a determinadas causas, es así en la construcción de comunidad. Debe ser así, si queremos llamarnos verdadera sociedad.

Esta tesis es legítima para la discusión sobre HidroAysén y Energía Austral, la organización del movimiento estudiantil, la causa mapuche y para todas las luchas que hoy despercuden nuestro Chile.  Es esta consciencia, que nos arrebatara un modelo neoliberal marcadamente individualista, la que hoy más que nunca debemos recuperar.  En los grandes relatos, pero también en la cotidianeidad.

Son los costos de hacer lo correcto.  Lo dijo una vez un tal Richard, en una sobremesa llena de humanidad.

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Imagen: Flipped

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