Hace 136 años las discusiones no se encontraban ligadas necesariamente a demandas sociales, sino enfocadas a resolver asuntos políticos con la Iglesia y paradójicamente, cambios en materia económica producto de lo que hoy llamaríamos “recesión”. Los conflictos limítrofes con Perú y Bolivia en el marco de la denominada “Guerra del Pacífico”, demuestran que finalmente la Historia tiene algunos rasgos cíclicos, según la perspectiva de Polibio y el amplio debate teórico al respecto.
Pues bien, el 21 de mayo de 1879 ocurre el “Combate Naval de Iquique” donde heroicamente nuestros hombres, muchos de ellos niños y/o adolescentes que participaron de las campañas de la Guerra, murieron “víctima[s] de su temerario arrojo en defensa de y gloria de la bandera de su patria” (Carta de Miguel Grau a la viuda de Arturo Prat, Carmela Carvajal desde el «Monitor «Huáscar», Pisagua, Junio 2 de 1879).Y aunque se agradece la intención, se sigue manifestando la necesidad de poner énfasis en cambios radicales que puedan hacer frente a las nuevas formas de ciudadanía, participación y construcción de la sociedad.
Con ocasión del traslado de los restos del Capital Prat y sus compañeros a Valparaíso en 1888, se decretó el cierre de las oficinas públicas. Más tarde y en virtud de la Ley N° 2.977 se declara oficialmente el 21 de mayo como feriado. Por otro lado y para entender su relación, la cuenta pública del Presidente de la República es una tradición que data desde 1833, pero se instituye oficialmente para el 21 de mayo en el marco de la Constitución Política de 1925 que en su Artículo 56 señala:
“El Congreso abrirá sus sesiones ordinarias el día 21 de mayo de cada año, y las cerrará el 18 de setiembre. Al inaugurarse cada lejislatura ordinaria, el Presidente de la República dará cuenta al Congreso Pleno del estado administrativo y político de la Nacion”(sic)
Esta misma idea se mantuvo en la Constitución de 1980, donde el Presidente dará cuenta ante el congreso pleno.
Tras el breve contexto y después de 25 años desde el retorno a la Democracia en Chile continúa reproduciéndose el ritual, como una alabanza a la añeja institucionalidad, en consideración que originalmente el Capitán Prat murió (heroicamente, no podríamos cuestionarlo) y la Esmeralda fue hundida; lo que, en términos prácticos, significa haber perdido, un raro razonamiento nacionalista que conmemora y/o celebra nada en particular, sobre todo cuando originalmente la instauración del 21 de mayo no fue conmemorar las Glorias Navales, sino la inhumación de Prat.
Entonces, cada año se lleva a cabo el rito que afianza en el imaginario social la solidez y prepotencia del Estado, en palabras del mismo Bordieu: “todo el sistema de coacciones visibles o invisibles que constituyen la acción pedagógica como acción de inculcación e imposición de una cultura legítima”[1]; presumiendo de sus obras, alardeando de sus cifras macroeconómicas y finalmente estableciendo una serie de principios que, en algunos casos, son una declaración de buenas intenciones
Ese mismo Chile en vías de Desarrollo, convencido a sí mismo que es desarrollado, bajo la lógica mediocre de “en la medida de lo posible”, propone cambios y avances que no son las trasformaciones esperadas. Si bien, es entendible que las instituciones son más lentas en adaptarse a los cambios rápidos de la sociedad, no produce mayores incidencia en el “ciudadano de a pie” quienes año tras año de escuchar –prácticamente– lo mismo, miran al Estado neoliberal[2] como un ente lejano y extraño, creando un habitus desde el cual el programa neoliberal extrae su fuerza y sirve a los interés de aquellos –pocos– individuos que representa y a quienes –me atrevería a decir– les debe su crisis moral y política.
Y aunque se agradece la intención, se sigue manifestando la necesidad de poner énfasis en cambios radicales que puedan hacer frente a las nuevas formas de ciudadanía, participación y construcción de la sociedad. En esa lógica, la Educación y sus políticas deben convertirse en la base de todo cambio, por ello deben ser reales, eficaces y consensuadas. No podemos esperar que las personas se acerquen a las urnas para aprobar una “nueva Constitución” si ni siquiera conocen las implicancias de un plebiscito o saben lo que significa una “Asamblea Constituyente” o la sutil diferencia que plantea su Excelencia: “Proceso Constituyente”.
Finalmente, la construcción de una sociedad moderna, acorde a los nuevos tiempos y por ende, más justa y plena, parte por fortalecer la Educación especialmente en lo que se refiere a Derechos Humanos y Cívica como deberes de cada ciudadano. Necesariamente se debe dar un “golpe de timón”, escuchando a los actores involucrados y sus necesidades, donde la Educación no sea la “niña bonita” del actual Gobierno, sino que promueva un verdadero “capital humano” competente y pensante, construir sociedad, para dejar de ser “políticamente correcto”.
(Y por supuesto sea cual sea el motivo agradecido por este feriado.)
Referencias:
[1] Bordieu, Pierre; Passeron, Jean-Claude. La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Mexico: Fontamara, 1995. p.158
[2] Cfr. Harvey, David. Breve historia del Neoliberalismo. Madrid: Akal, 2007. pp. 74-88
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