“Amigas y amigos, señora en la casa, pueblo de Chile:
Desde la vuelta de la democracia, la sociedad, y en especial los jóvenes, que son por naturaleza más vulnerables, han tenido una “soltura de cuerpo” que ya muestra sus primeras consecuencias. Se ha confundido la libertad con el libertinaje. La flexibilización judicial y ética ha sido tan drástica que la población no ha podido asimilarla como corresponde. Medidas apresuradas como eliminar la detención por sospecha, permitir las marchas por la Alameda, y fomentar el libre acceso a la cultura ya nos pasan la cuenta.
Esto se confirma con la simple observación. Por ejemplo, en las familias, incluso en aquellas bien constituidas, proliferan los “veganos” que, bajo la máscara de la protección animal, buscan desestabilizar el Estado. Otros, en cambio, son adictos a la literatura subversiva, ya sea Marx, Bakunin, Nietzsche, e inclusive tienen posters de estos ídolos del terror.
Ha trascendido que el joven detenido por el atentado destacaba en asignaturas como la filosofía y las letras, lo que no hace sino confirmar que los grupos antisistema se han infiltrado en nuestro sistema educacional, ahora abandonado del firme control valórico que ejercía la iglesia. Lo mismo vemos en las calles, donde el comercio ambulante exhibe inciensos, pipas y otros estupefacientes, sin pudor.
Medidas apresuradas como eliminar la detención por sospecha, permitir las marchas por la Alameda, y fomentar el libre acceso a la cultura ya nos pasan la cuenta.
Que los terroristas hayan vendido hamburguesas de soya en las afueras del metro, demuestra su acabado estudio de la escena del crimen y su activa difusión de los productos traídos de la china comunista y otros países orientales que entrenan a su pueblo para destruir el orden en occidente.
Resulta imperioso prohibir este tipo de perversiones, eliminando los ramos de filosofía, literatura e historia y reponer los programas valóricos de antaño, retomando libros como “Juventud en éxtasis” que tan bien le hizo a la educación sexual de toda una generación y que hábilmente se han encargado de proscribir. A su vez, es necesario informar a los padres para que alejen a sus hijos de la tentación que suponen estas ideologías extranjeras, dándoles carne desde niños y vigilando el internet.
Todo esto sin perjuicio de la más urgente de todas las necesidades del país: desarrollar agentes de inteligencia que se infiltren en el seno del terrorismo: las universidades, sindicatos y juntas de vecinos. No hay que vacilar ni un momento en utilizar las medidas con las que cuenta el Estado para protegernos, entre ellas, las escuchas telefónicas, el monitoreo de redes sociales y, por qué no, las detenciones preventivas, con el fin de detener la amenaza que cierne sobre todos nosotros. La democracia, si quiere progresar, requiere la mano firme de la seguridad para no perder el rumbo.
Claro, algunos subversivos proponen aumentar la participación ciudadana en la toma de decisiones, potenciar la integración de los marginados, resolver las heridas que generan odio, escuchar las movimientos sociales… otros dicen que hay que resolver la desigualdad en la distribución del ingreso, y otros cosas tan alocadas como hacer un análisis social de fondo, perseguir a quienes se burlan del pueblo con estafas billonarias y permitir que el descontento encuentre salidas institucionales antes de que estalle en forma de bombas… Pero eso sería ir demasiado lejos. Sería inmoral e inadmisible utilizar una tragedia nacional políticamente, además nosotros NO NEGOCIAMOS CON TERRORISTAS».
(Pd: este texto es solo un ejercicio imaginario, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.)
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Foto: Hans von Marttens / Licencia CC
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Andreas Luco
Mucho tiempo sin leer algo tan acorde a la realidad nacional, notable la humorada, mas por otro lado es triste que de verdad haya gente que piense así en este país traumatizado
Alfredo A. Repetto Saieg
El régimen político en general, donde debemos incluir al gobierno como un actor más de esta trágica comedia que ya dura 41 años, necesita con urgencia desarrollar agentes de inteligencia que se infiltren en el seno de lo que la derecha duopólica define como «terrorismo»: deben infiltrarse en nuestros lugares de trabajo y en las universidades, en las escuelas y en los liceos, en los sindicatos, en las poblaciones y en las juntas de vecinos porque es allí, en la base misma del pueblo digo, donde empieza a gestarse la organización política del movimiento social.
Lo grave para el estatus quo es que una vez que los trabajadores y estudiantes logremos organizarnos políticamente para de ese modo plantear un modelo de país creíble y alternativo al neoliberalismo, es decir, profundamente democrático y popular, esta «democracia» de lo posible se acaba. En esas circunstancias, a las fuerzas del orden, siempre al servicio del conservadurismo, no le queda más que recurrir a la fuerza, a la represión, a la idea del enemigo interno y del terrorismo para apelar otra vez a la Doctrina de Seguridad Nacional en defensa de sus privilegios de clase.