Todas las crisis dejan huellas en el camino, justamente incluso aparece un “camino” muchas veces invisible. La conciencia individual y colectiva al parecer se hace parte de algo compartido.
El Parque Cultural de Valparaíso, emblemático espacio público cultural de lucha artística y social. Sitio de encuentro ciudadano, de memoria y patrimonio, de amplia creación, producción y formación artístico-cultural se encuentra en una crisis administrativa y financiera que ha impulsado un remirarse entre los intra y extramuros de esta ex–cárcel.
Hace más de 15 años, uno de los bastiones de las demandas públicas era contar con “infraestructuras culturales”. Hoy la movilización, interés e inversión pública y privada hacen disponer en nuestros territorios —espacialmente urbanos y metropolitanos— de múltiples centros culturales, teatros, museos, bibliotecas, auditorios, salas, coworks, de gran capacidad para contener y promover actividades artísticas, culturales y sociales del más amplio tipo, a cargo de corporaciones, asociaciones, fundaciones, organizaciones comunitarias, compañías, colectivos, agencias, municipios, y entidades públicas regionales y nacionales.La crisis actual del Parque Cultural de Valparaíso, no es solo una crisis de presupuesto, es una crisis de modelo —como en muchos otros campos de la vida social—, de subvalorar procesos culturales compartidos entre una comunidad que puede ejercer roles diversos y complementarios en los espacios culturales, especialmente los financiados e impulsados por la política pública cultural.
Es en estos espacios culturales se construye parte de la vida común y de la convivencia social.
La mirada político-técnica detrás de estos espacios—a partir de modelos públicos, privados y mixtos— está hoy cuestionada. Modelos de gestión con sistemas de participación nominales, presupuestos precarios dependientes del Estado y de disputas políticas, ciudadanos, artistas, gestores y trabajadores culturales invisibilizados. Unos como meros usuarios y, en el mejor de los casos, productores de contenidos, y otros como meros prestadores de servicios, inmiscuidos en sistemas jerárquicos más parecidos a una fábrica de producción en serie del siglo pasado, que gestoras y gestores de políticas culturales que pueden aportar a exponer, debatir y transformar la vida en común.
La crisis actual del Parque Cultural de Valparaíso, no es solo una crisis de presupuesto, es una crisis de modelo —como en muchos otros campos de la vida social—, de subvalorar procesos culturales compartidos entre una comunidad que puede ejercer roles diversos y complementarios en los espacios culturales, especialmente los financiados e impulsados por la política pública cultural.
Las malas prácticas y negligencias —a todas luces detectadas; y que se espera sean esclarecidas por las investigaciones administrativas, civiles y penales que correspondan— han puesto en jaque, no solo el bolsillo de los trabajadores culturales contratados, dado el no pago de sueldos, sino también la posibilidad de trabajo de muchos artistas, compañías y comunidad que trabajan día a día en la producción artística-cultural del espacio, y también un modelo de gestión que inéditamente a nivel país incluyó a la comunidad artística, educativa y cultural local que años antes había resistido y levantado un proyecto comunitario y cultural que incluso logró transformar y detener un proyecto inmobiliario en ciernes.
El tránsito de este parque cultural democrático cuestiona hoy su recorrido e interpela su proyección, repensar no solo el modelo administrativo-financiero, de planificación y control es parte del proceso, sino especialmente preguntarse y trabajar sobre ¿Qué significa hoy la participación de la comunidad cultural —artística, vecinal, productiva— en la gestión de espacios culturales? ¿Cómo se hacen parte los trabajadores de estos procesos? ¿Cómo los tomadores de decisión lideran la profundización de la democratización de los espacios? ¿Cómo otras voces se han parte de estos espacios? no se trata solo metodologías participativas y herramientas sino especialmente de la visión común que impulsa encuentro y debate ciudadano y que se pone por delante para reconstruir un modelo de gestión desde Valparaíso.
Pasar de ser contenedores de procesos a promotores y movilizadores de contenidos y experiencias artísticas y socioculturales es un salto cualitativo impulsado por la actual crisis, en voces diversas y muchas veces divergentes, pero que interpela especialmente a quienes trabajan y lideran estos procesos como así también a creadores, vecinos y ciudadanos que demandan ser parte.
La crisis del Parque Cultural de Valparaíso ex-cárcel no muestra una pronta solución, pero ha abierto muchos puntos de discusión sobre los modelos de gestión que dejará huellas. Vale la pena entonces, ampliar el debate a otros espacios culturales del país e ir dibujando las huellas.
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