La primera distinción que hacer es entre la agresividad y la violencia o agresión. Que no son sinónimos.
La agresividad, aquí la entenderemos como la capacidad de destruir, ya sea a una persona cosa o circunstancia. Mientras que violencia o agresión es el ejercicio de esa potencialidad en actos, ponerla en práctica.
Todos los sujetos vivos en la naturaleza buscan mantenerse y realizarse durante su vida, ya sea por instinto o mediados por el conocimiento o la consciencia. Ese es el camino de la vida. Si las condiciones son favorables hay satisfacción, sentimientos agradables y armonía con el entorno, formas de amar, coordinarse, solidarizar y compartir.
Pero si la satisfacción de las necesidades básicas de la existencia se niega, entonces la potencialidad que llamamos agresividad empieza a jugar su papel de defender y proteger al individuo y sus grupos de pertenencia (familia, religión, club, etnia, país), destruyendo en distinta medida los obstáculos que impiden su vida. Porque la agresividad es parte de ella. Y muy importante.
Por eso que cuando una persona o una comunidad van desarrollándose y por ende tienen más posibilidades de que las personas y grupos que la forman encuentren satisfacción, y menos frustración, la agresividad, que sigue presente, no tiene necesidad de actuar. Es decir, se mantiene la agresividad como potencial de protección de la existencia, pero es regulada por las buenas condiciones de vida en el orden social, y no se traduce en acciones de violencia o agresión.
Eso también explica que los sectores de la población más pobres, con menor educación, salud, trabajo, que están amenazados constantemente en sus necesidades tienen la misma agresividad que los demás, pero sean más violentos y agresivos, en la práctica de muchas formas, porque tienen que luchar destruyendo obstáculos contra personas cosas o circunstancias que los amenazan o los niegan. A no ser que prefieran morir, lo que no es válido para un ser vivo en la naturaleza de la que somos parte, en la mayoría de los casos.
Lo que pasa en Chile desde el 18 de octubre de 2019 es expresión de la agresividad, como potencialidad al servicio de la vida, pero expresándose, activamente, en acciones de violencia o agresión contra personas cosas o circunstancias. En vista que, las masas del pueblo consideran al orden social incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la existencia para la mayoría de las personas que lo componen. Es decir, las formas de la convivencia no dan cuenta de la soberanía popular como poder para la vida de los miembros que componen a esta comunidad. En las cifras del Chile actual el modelo ofrece muchas ventajas, pero inaceptables limitaciones, por lo tanto, las masas lo dan por un intento chequeado que debe ser desechado o cambiado.
En este movimiento de masas que vivimos en nuestro país la agresividad, expresándose como violencia y agresión, en diferentes formas, sale a defender a la gente de las frustraciones y abusos buscando recuperar el camino del desarrollo, pretende mejores condiciones de existencia. Por eso marchas masivas, en que la gran mayoría de las personas tienen un comportamiento estándar, creativo si, pacífico y, un porcentaje de ellas conductas de violencia y agresión. Como debe ser y siempre ha sido.
Algunos, afirman que las marchas deben ser pacíficas, y condenan la violencia. Sin embargo, por lo que he dicho más arriba eso no es posible porque, la agresividad es un componente importante de la existencia, y no se puede suprimir sino regular con un orden social que satisfaga las necesidades de sus miembros y de este modo no active la agresividad como repertorio natural y tal vez oportuno para sobrevivir.
Tenemos que pensar muy bien que hacer en el estado actual de nuestro orden social, encontrar nuestras propias ideas y respuestas, sin condicionamientos, sin moda, sin imitación
De acuerdo con lo anterior, en las condiciones de estas movilizaciones, no hay marchas pacíficas, hay marchas pacíficas con una proporción de violencia y agresión. Por lo tanto, para que no halla violencia no tendrían que haber marchas.
Sin embargo, cuando el 15 de noviembre se llega al Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, los dirigentes de izquierda dijeron que tenían que seguir las marchas, lo que implica, repito, la continuidad de las marchas reales: con conductas pacíficas y violentas; y obvio eso es lo que ha pasado. El ideal de las marchas pacíficas, en este caso es mala fe, ignorancia, magia o no se qué. La única forma de que no hubiera seguido la violencia o agresión es haber terminado con ellas, lo que implica haber llamado a continuar con manifestaciones de presión y descontento, pero, inventando alternativas de expresión a los actos masivo, por ende. Pero por lo que he dicho sobre la agresividad y su expresión en la violencia o agresión, sin la violencia y la agresión no habría habido cambios. Porque la agresividad sale en la propia defensa del que está amenazado, sufriendo o muriendo, para conservar y promover su existencia.
Pero ahora viene lo opuesto, que está escrito en el título de esta columna. Si la agresividad es un recurso para la vida, también además de defender y promover al que esta en malas condiciones de vida y sus grupos de pertenencia, por otro lado, es una destrucción que también necesariamente va a ser dirigida contra un blanco: otras personas cosas y circunstancias, como hemos visto obviamente, que también serán dañadas, y por lo tanto también van a activar su propia agresividad y pueden realizar sus propios actos de agresión o violencia; de vuelta. Por eso la derecha ahora se decidió a tratar de ganar el plebiscito sobre la convención Constituyente votando por “el no apruebo”. Por temor a que la izquierda les pase por encima, imponiéndose con la violencia y agresión que le ha sido tan efectiva en las marchas
Consecuencia de lo que ahora el país está polarizándose, de una forma parecida, no digo similar, a cuando se produjo la caída de Salvador Allende, cuando la violencia o agresión tomó un camino que terminó en una crisis “automutilativa”: del país contra sí mismo. Ya conocimos eso, en otro contexto. No sirve, además cuesta caro el sufrimiento de mutilarse y escindirse moralmente de esa forma trágica. En sectores, fragmentos de país que se destruyen entre sí, en que cada éxito de uno es gracias a perder más de la sangre de todos.
Parte de esta inercia viene de que las tendencias y contenidos característicos de la Derecha y de la Izquierda se mantienen. Cuando se produjo esta explosión de las movilizaciones sociales en el octubre reciente, que en general declaramos no haberla visto venir, luego de un corto silencio de estupefacción, salieron todos los sectores políticos con sus interpretaciones de siempre. Las mismas interpretaciones de siempre que no habían podido evitar ni detectar a tiempo el tsunami social que se volcó a las calles, hasta el momento que sintieron que se los estaba llevando. A pesar de que el terremoto que lo provoco fue bastante largo y sonoro. Quizás estábamos demasiado embriagados de exitismo, competencia, consumismo y la ilusión del emprendimiento individualista.
Tenemos que pensar muy bien que hacer en el estado actual de nuestro orden social, encontrar nuestras propias ideas y respuestas, sin condicionamientos, sin moda, sin imitación. Todo esto lo hemos visto tantas veces. Excepto los jóvenes que no han vivido más que en el punto donde están, y que traen nuevos discursos, muchos de ellos nuevos solo para ellos, que igualmente se las han puesto en la mente los adultos que los han configurado ideológicamente para prolongar con las nuevas generaciones sus estilos de vida, sus ideologías, ambiciones, expectativas y fidelidades. Lo que están planteando los jóvenes es más de lo mismo. Deseo una nueva Izquierda y también una nueva Derecha, más que eso es difícil, pero cuando menos eso. Capacidades tenemos, ojalá descubramos que pueden llegar a ofrecernos.
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J.A.
Me gusta leer, por eso me inscribí aquí, a veces soy un lector pasivo otras veces más activo. Este artículo no me es indiferente porque presenta un tema complejo, la violencia, más allá de la agresión, la violencia es el tema. Mirando en perspectiva, no estoy de acuerdo con lo que se plantea, lo que realmente se ve, si se sube a una colina y no se esta inserto en la batalla al interior de este Chile contemporáneo , ocurre lo que ha ocurrido siempre, la manipulación de la violencia. Es nuestra naturaleza ser constructor y destructor porque esto no es el Eden. Manipular la violencia viene desde la noche de los tiempos, lo hacen los grupos, no las personas como individuos, muy pocas veces son actos espontáneos, y no ahora en la modernidad, es un trabajo concertado que requiere recursos, energía y compromisos, el terreno donde actuar no importa, siempre esta abonado, siempre crecerá la violencia que sembremos porque entre otras linduras, somos seres violentos, está en nosotros, las causas, ….ni siquiera importan.