Algunos opositores a la reforma educacional que se discute por estos días han expresado su gran preocupación porque, según ellos, ese proyecto atenta contra la libertad de elegir que deben tener las familias a la hora de decidir a cuál colegio enviar a sus hijos.
Cuando se trata de temas distintos a la educación, sin embargo, la vocación de esos mismos sectores por entregar libertad de elección, no se aprecia con tanta nitidez.
Si se trata, por ejemplo, de la píldora del día después, más bien procuran evitar que aquellos que pueden elegir colegio, puedan elegir tomarla. O cuando se trata de elegir fumar marihuana (sin arriesgar cárcel). O cuando una mujer, a la que confiamos la elección de colegio, se viera enfrentada a un embarazo producto de una violación, por ejemplo. En este último caso, incluso les parece necesario asegurarse de que será debidamente castigada si no toma la decisión que ellos consideran correcta.
Llama la atención esa especie de confianza selectiva: cuando deban decidir sobre los colegios, amplios sectores de nuestra sociedad tomarán la decisión que más convenga a sus intereses, pero en los demás casos, por el contrario, debe evitarse que decidan por sí mismos, reservando esa decisión a quienes quieren imponer sus convicciones por ley, porque presumiblemente ellos saben mejor lo que es bueno para los demás.
Es posible que esta situación sea fruto de un noble interés por proteger y resguardar a nuestros hermanos menos avisados, de las negativas consecuencias que les traerán sus malas decisiones. Sin embargo, la incongruencia de confiar para ciertas decisiones y no para otras, deja espacio para sospechar que tras de esa confianza selectiva esté la defensa de particulares intereses religiosos, políticos o económicos.
la incongruencia de confiar para ciertas decisiones y no para otras, deja espacio para sospechar que tras de esa confianza selectiva esté la defensa de particulares intereses religiosos, políticos o económicos.
Aquí es donde volvemos al punto de partida y podemos concluir que es indispensable que todos tengamos acceso a una educación completa y de calidad, para que cada uno tenga la información y la capacidad de análisis que le permita tomar, por sí mismo, las mejores decisiones para sí mismo.
Desde luego, para ello será requisito también que quienes -por su mejor educación, por su cercanía al poder económico, al poder político, o por las razones que fuere– han decidido por otros en el pasado, reconozcan en esos otros su capacidad y su derecho para decidir por sí mismos y en lo sucesivo respeten efectivamente esa capacidad y ese derecho.
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