Me desperté hoy con una propaganda de televisión que llamaba a participar de una marcha por la Igualdad, patrocinada por el Movilh y la Fundación Iguales, donde lo que motivaba a tal manifestación era un proselitismo y defensa de una opción sexual o más bien homosexual.
Parece increíble que aquello que le criticábamos a la derecha más recalcitrante por tener solo una moral sexual para sus planteamientos éticos-sociales, ahora debamos replicar respecto de aquellos que se autodenominan progresistas, y que su progreso y valoraciones éticas están basadas sólo en un punto de vista meramente sexual.
Al parecer mi suegra, oriunda del País Vasco, de Errentería, sigue teniendo razón, “lo que tenéis es un problema del seso”, de la mente, y no sexual. Como si la igualdad solo se refiriera a eso, y sin embargo está muy lejos de ello, pues se han apoderado de un concepto – el de la igualdad-, que en América Latina dice más con los desequilibrios sociales y la gran desigualdad en los ingresos, entre aquellos que no tienen nada, a aquellos que les sobra de todo.
Que desvergüenza valorizar la igualdad, reducida solo a quienes promueven una ética sexual, incluidos algunos sectores de la Iglesia, por un lado, y por otro, entre quienes creyéndose progresistas, a la moda o snobs, postulan una igualdad solamente radicada en la moral sexual. Ambos están enfermos del mate o tiene un problema “sesual”, esto es, del “seso”, pues la igualdad es más que eso.
Que falta nos hacen las arengas ideológicas de antaño, que nos llamaban a una América Latina con equidad social, donde los hijos de los trabajadores pudiesen tener iguales opciones que los patrones y empresarios . Que falta nos hacen esas palabras de nuestro cardenal Silva Henríquez, cuando nos decía que él estaba con la iglesia con olor a tierra mojada.
Quienes creemos en la igualdad, no creemos en una igualdad reducida a una mirada meramente sexual, es más, en aquello estamos por la complementariedad. Quienes creemos en la igualdad, creemos en que las personas son dignas e iguales no importando su condición, opción sexual, raza o clase, respetando sus valores y creencias.
Quienes creemos en la igualdad, esperamos que no se discrimine entre ricos y pobres, entre estudiantes de la cota mil y aquellos de la cota cero, entre quienes estudian en un colegio caro o quienes estudian en una escuela pública de provincia, entre quienes tienen grandes carencias y quienes tienen grandes holguras.
Quienes creemos en la igualdad, queremos que hoy y mañana, se construya una sociedad más equilibrada donde la desigualdad no sea una vergüenza.
El no a la discriminación ha de ser desde todo punto de vista y no desde una mera opción sexual. El no a la discriminación y sí a la igualdad ha de estar en todo tipo de condiciones sociales. Quienes nacen en un pesebre de paja o en una cuna de oro, no son responsables del mundo al que llegan, pero son igualmente dignos y llamados a crearse condiciones de vida equitativas, para construir un mundo más igualitario, reconociendo las diferencias que nos enriquecen y complementan.
Yerran los organizadores de la publicitada marcha si creen que la igualdad se agota en lo meramente sexual y en la apología de una opción sexual determinada. La igualdad es más que eso, es uno de los pilares de las grandes revoluciones sociales que han creado el Estado moderno, junto a la libertad y la fraternidad. Caen en una visión reduccionista, progresistas y recalcitrantes, para quienes el problema es solo sexual, creando una visión sesgada de la igualdad, que se convierte más bien en un problema del “seso”, o de la mente, como diría una vieja vasca.
Este matiz reduccionista hará que muchos, que creemos en la igualdad social, no nos sintamos atraídos por una convocatoria de este tipo.
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