La posibilidad cierta de constituir nuevas formas de ciudadanía fuera del espacio escolar siempre convergente y hegemonizante, ha llevado a las autoridades a plantear la formación ciudadana desde la institucional, reponiendo en el currículum escolar una serie de cambios tendientes a promover el desarrollo de habilidades y competencias ciudadanas. En este contexto, el 22 de enero del presente año, se aprobó por parte del congreso nacional el proyecto de ley que crea el Plan de Formación Ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado de Chile. En ella se establece y reconoce al Estado como el promotor de la formación de ciudadanos desde la comunidad educativa.
La formación de los ciudadanos es una de las misiones primordiales de la escuela moderna. No exageramos cuando decimos que ella nace precisamente para formar “ciudadanos” reproduciendo saberes políticos y culturales que la colectividad considera como esenciales para su continuidad y estabilidad. Este sujeto ciudadano es formado aún -hoy en día desde una perspectiva epistemológica- en aspectos formales del currículum, incorporando una dimensión cívica propios del siglo XX, como son el respeto y valoración a la institucionalidad política y el fomento a las virtudes cívicas, hoy llamadas competencias ciudadanas. La ciudadanía del siglo XXI en cambio, es una ciudadanía más cercana a aspectos propios de la postmodernidad, mediatizada, saturada de información, más iconoclasta, pero aún alejada de la noción de una ciudadanía global, la cual valora y celebra la diversidad, en oposición a la escuela tradicional hegemonizante y disciplinadora. En palabras del psicólogo español Juan Ignacio Pozo, la escuela hoy en día “enseña contenidos del siglo XIX, con profesores del siglo XX, a alumnos del siglo XXI”. Se hace necesario entonces, el re-pensar la escuela como un espacio de formación ciudadana y de transformación cultural democrática que permita desarrollar una concepción más amplia de la ciudadanía y no reproductora de las concepciones estrechas, decimonónicas y de clara tradición liberal. Una escuela que promueva y propenda al compromiso del estudiante con los otros, con el diálogo, con su entorno, ya que el aprendizaje significativo se hace visible precisamente cuando éste posee un repertorio amplio de experiencias ciudadanas colectivas.
La escuela contemporánea está marcada por la diferencia, ella reproduce en su interior los procesos de globalización y migración de las sociedades actuales en el mundo, reconociéndose como un espacio privilegiado para la formación ciudadana democrática de procesos más amplios de integración regional y mundial donde se acepte, valore y promueva la diversidad como un elemento esencial propia de la naturaleza humana. Así, los estudiantes se transforman en sujetos de derechos, acción fundamental que permite dar respuesta a los desafíos que afronta nuestra contemporaneidad. Esta nueva configuración socio-cultural nos lleva a preguntarnos si está la escuela preparada en términos organizacionales para enfrentar procesos globales propios del siglo XXI, en términos de la multiculturalidad, en una institución que ha sido creada precisamente para afianzar la homogeneización cultural de la población.
Sin duda, el proceso de democratización de la escuela es lento, sin embargo, estos procesos de ampliación de la democracia en su interior no tendrá mayor resonancia si no existe una institucionalidad política que tenga sus orígenes en principios de democracia y participación. Una institucionalidad que reconozca que lo público se puede constituir de distintas maneras, desde la democracia territorial y local, desde procesos de aprendizaje colectivos, donde se intercambian experiencias como son los comités de barrios, grupos y organizaciones juveniles, es decir, una democracia desde lo popular y desde la experiencia y aprendizaje ciudadano.
La escuela contemporánea está marcada por la diferencia, ella reproduce en su interior los procesos de globalización y migración de las sociedades actuales en el mundo, reconociéndose como un espacio privilegiado para la formación ciudadana democrática.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
David González
Toda la razón Javier. La necesidad de avanzar en la democratización de la Escuela es fundamental. Para ello necesitamos adultos capaces de desplegar herramientas que fomenten la participación y fortalecidos en su rol de garantes de derechos. Y ahí es cuando la brecha es metodológica, por ello, se necesita mayores esfuerzos en la línea de formación a los adultos de la comunidad educativa.
Gracias por la reflexión!
escuelas1
Comparto varios ideas planteadas en el texto. ¿Por qué planteas que el proceso de democratización de la escuela es lento? Desde mi punto de vista, los actuales modelos de gestión y administración, privilegian intencionalmente el control y el desempoderamiento de algunos actores profesorado, estudiantes) y la concentración de poder en otros (por ejemplo sostenedores, directivos, equipos de dirección). En estos modelos de gestión y administración, muy promovidos por la investigación de eficacia escolar y refrendados en varios cursos de formación de directores y la leyes con conceden nuevas atribuciones a directivos, la participación en la deliberación y la toma de decisiones suele dejarse de lado o considerarse solo como una estrategia de maquillaje democrático, a través de participación consulta, un nivel bastante pobre desde nuestro punto de vista que aboga por una participación en la discusión y en la toma de decisiones. En este sentido, parece ser que la participación en los centros educativos es intencionalmente regresiva, y estaría lamentablemente estancada. Un abrazo y fuerza. Miguel, Miembro de Escuelas para la Justicia Social. Más debates e ideas críticas en https://www.facebook.com/escuelasparalajusticiasocial/?ref=ts&fref=ts&qsefr=1