#Ciudadanía

La fantasía pasiva que nos aqueja hoy

Compartir

Desde la dictadura, la opinión ha mostrado su cara más reticente: el temor a la represalia, temor circunscrito en todo un aparataje que viene desplegándose desde hace años en el imaginario nacional y que no ha tenido solución a pesar de las distintas expresiones a favor de ella a lo largo de los últimos años, años que han sido bastante dinámicos por la nueva injerencia de la juventud en temáticas que, anteriormente, le eran ajenas mediante el simple argumento de «son jóvenes, no saben lo que quieren».

Hemos visto, desde hace ya varios años y de forma aún más explícita hace un par, cómo el país es desvalijado a diestra y siniestra por distintos personajes que no tienen siquiera un ápice de tino para sentir, por lo bajo, un poco de vergüenza por los actos que realizan a plena luz del día como también por debajo de las mesas, donde millones de personas sufren el azote de la incertidumbre. Sin embargo, la opinión pública se mantiene inmadura respecto a la pregunta sobre qué hacer en estos casos, y no parece extraño. ¿Por qué no parece extraño? La pregunta remite a distintas costumbres que ha tomado la ciudadanía desde el golpe militar hasta el día de hoy, donde nos vemos inscritos en la democracia representativa.

Resulta que, desde la vuelta a la democracia, la opinión ha sido desplazada por los partidos, que en el hoy, de izquierda a derecha, han sido partícipes de una serie de casos que van desde la colusión hasta el más desvergonzado voto de los diputados y senadores a leyes que favorecen a sectores específicos de la sociedad. ¿Qué ha pasado con el Chile crítico del antaño, donde la discusión política se hallaba horizontal en las mesas a lo largo y ancho del país? Sucede que el temor a la opinión se ha apoderado de los individuos, ese miedo constante a tomar una postura y el rechazo popular a esta práctica fue uno de los legados más terribles de los golpes militares que ha sufrido el país, un rechazo completo a cualquier ideología que, de manera esperanzadora, los estudiantes vienen reivindicando desde el 2006 y quizás antes. Sin embargo, aún queda camino por recorrer, la población de rango etario más elevado no ha podido desprenderse del doloroso legado que dejó la dictadura en el país, esa especie de panóptica que se recuerda cada vez que un policía golpea un estudiante o cada vez que la represión da su espectáculo sórdido en las calles del país.

Además, no sólo ha sido todo producto de la internalización del miedo, los medios de comunicación masivos han facilitado la «estupidización» de la sociedad desviando temas tan importantes, como la crisis científica que vive el país o las problemáticas tan relevantes en educación y salud, a través de matinales y noticias cada vez más nocivas para el espíritu crítico que debiese proliferar en la sociedad consciente de lo que ocurre a sus anchas. Se debe recordar, porque siempre es preciso recordar para construir, cómo fue vedada toda participación política hace ya más de cuatro décadas y pensar cómo avanzar, construir y remendar todo lo que nos ha constreñido de manera implícita desde hace ya tiempo.

Sin embargo, aún queda camino por recorrer, la población de rango etario más elevado no ha podido desprenderse del doloroso legado que dejó la dictadura en el país, esa especie de panóptica que se recuerda cada vez que un policía golpea un estudiante o cada vez que la represión da su espectáculo sórdido en las calles del país.

¿Cómo romper con el estigma? Rompa con el ideario de que la política pertenece únicamente a la clase política, infórmese correctamente, que ya con el desincentivo de la praxis científica nos ubicamos en una lúgubre vuelta a la ignorancia, y rompa con la nociva idea de que toda falla política se soluciona con una dictadura, pues no necesitamos intervenciones militares, necesitamos que todos nos re-ubiquemos al interior del sistema político, sistema que nos fue negado y restringido desde que el golpe militar, con su estructuración de un enemigo invisible e interior, ha hecho de su propia subjetividad una auto-identificación con el crimen, como si su opinión o cualquier expresión ideológica, sea cual sea, merezca mil azotes y una inmolación para depurar un demonio invisible que se le ha dado por cara al «sujeto ideologizado».

0

Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad

Comenta este artículo

Datos obligatorios*