Comienzo con un “disclaimer”: no soy ambientalista. No sé lo qué es eso, no sé si es una profesión, o un hobby. Muchas de las personas que conozco que son acusadas de ser ambientalistas son profesionales, científicos o ingenieros, con grados de Magíster o Doctorado en prestigiosas universidades. Tampoco soy de alguna ONG u organización social. Ni tampoco milito en un partido político. En términos estrictos, soy sólo un ciudadano más, profesional, como los hay por miles en Chile. Me atrevo a suponer que la gran mayoría de los chilenos que se opone a la construcción de HidroAysén (o que manifiesta su opinión respecto a diversos temas públicos) cae en esta categoría de ciudadano, tal vez profesional, pero con la diferencia de que hoy poseemos una facilidad para acceder a la información que hace 20 años no existía.
Cuando nace un debate del carácter que ha debido enfrentar el tema de HidroAysén y la necesidad de una mayor generación eléctrica, es fácil dejarse llevar por la pasión, y cuando eso ocurre, la razón se deja de lado muy rápidamente. Tarde o temprano, una de las contrapartes en la discusión cae en un error de argumentación, en una falacia de razonamiento (que no es lo mismo que una mentira; hablamos de un razonamiento que contiene errores, no válido), y la trata de imponer mediante amenazas, campañas mediáticas sin precedentes, prohibición de manifestarse, junto con un sinfín de medidas. Me ha impresionado como, post-aprobación de HidroAysén, se ha caído precisamente en una de estas falacias, tal vez una de las peores: la falacia (o apelación) de autoridad.
Esta falacia, en términos muy simples, consiste en aceptar un argumento debido a la autoridad del sujeto que lo emite. “Chile necesita duplicar su energía, porque lo dijo Fulano, y Fulano es experto, así que debe ser verdad”. Cuando una de las partes impone el argumento de autoridad, lo que viene es un menosprecio a la contraparte, un manoseo, un bullying, una burla socarrona que culmina casi con la frase “y ustedes, ciudadanos, son ignorantes” (donde “son ignorantes” bien puede ser reemplazado por “están desinformados”, “no quieren el desarrollo de país”, y otras similares). Hemos visto mucho esta falacia en la semana: la ciudadanía, más del 70% de los habitantes, como revelan en promedio un sinnúmero de encuestas, puede ser descrita como ambientalista, anárquica, “desinformada”, testaruda. Teóricamente podría ser así: Chile, con su modelo educacional y político, permite sólo a un pequeño porcentaje de la población ser parte de una élite intelectual que bien puede ser considerada la “autoridad”. Pero cuando el argumento de autoridad es seguido de una descalificación a la contraparte y de un afán de acallar y reprimir a dicha contraparte, entonces se entra a un terreno en que algunos de los derechos humanos más esenciales, como lo son la libertad de expresión y de credo o pensamiento, se ven vulnerados.
El argumento de autoridad ha sido la principal herramienta a la cual los defensores de HidroAysén, incluyendo algunas autoridades, han recurrido. Por ejemplo, y parafraseando a Fernando Paulsen (que hizo esta analogía en un programa de TV), el concepto de que Chile necesita duplicar su energía en 10 años se ha convertido en una especie de “mantra”. Como tal, no admite pensamiento alrededor suyo, convirtiéndose en una verdad irrefutable que “expertos” han descubierto detrás de un infinito proceso de meditación y estudio. ¿Es así? ¿Es posible que un modelo matemático, uno de varios posibles, uno que asuma supuestos tal vez equívocos, se convierta en una verdad incuestionable, o lo debemos asumir como simplemente lo que es, un modelamiento? Si es una verdad incuestionable, ¿porqué otros expertos, incluso de la misma casa de estudios de donde nació el modelamiento “verdadero”, han propuesto sus propios modelos en donde se derrumba la idea de la necesidad de duplicar la energía en 10 años? ¿Son estos expertos “díscolos”, ambientalistas por defecto, y los invalida eso para ser parte del debate? ¿Le creemos a un modelo o a varios que dicen algo distinto? He aquí la primera falacia de autoridad, y la que menoscaba todo el debate de aquí en adelante.
Otro argumento de autoridad, y éste es tal vez el más ridículo, se relaciona con el tema ambiental propiamente tal. ¿Es la hidroelectricidad realmente limpia? Recuerdo que cuando era pequeño, existía una especie de librito o folleto con fotografías de represas hidroeléctricas, verdaderos prodigios de la ingeniería humana. Yo admiraba dichos prodigios. Incluso tuve la suerte de estar dentro de uno de ellos. En esa época no se sabía mucho sobre el cambio climático, al menos no al nivel masivo de hoy. Actualmente, verdaderos expertos, científicos de diversos países, han demostrado que las represas sí producen importantes daños ambientales. El que más me sorprende, por su reciente descubrimiento y por el impacto global que posee, es la comprobada emisión de gases invernadero (en especial, metano), y al cual me he referido en el pasado. Sin embargo, ¿porqué los argumentos de estos expertos son ignorados? ¿Acaso un terreno en el cual las ONG ambientalistas sí tienen una autoridad casi de facto no es precisamente el tema ambiental? ¿Acaso las autoridades o las empresas generadoras están más capacitadas para argumentar respecto a este tipo de temáticas?
Más falacias de autoridad existen. Por ejemplo, ¿superaremos la pobreza con un mayor consumo energético? Algún experto dijo que así será, aunque las cifras de los últimos 14 años, período en el cual duplicamos la generación eléctrica pero mantuvimos incólume el Índice GINI de desigualdad en la distribución del ingreso y la tasa de reducción de la pobreza fue cayendo paulatinamente, sugieren otra cosa. Y así, podemos encontrar seguramente más falacias de autoridad.
No poder cuestionar supuestas verdades por provenir de “expertos”, y de paso ser calificado de “no informado” (que es equivalente a ser calificado de “ignorante”, o sin conocimiento), es realmente insultante y represivo. Además, dentro de ese más del 70% de la población que se opone a la construcción de HidroAysén, encontramos intelectuales y profesionales de diversas áreas, con reconocidas trayectorias. Todo esto me recuerda al famoso show nacional de comedia de TV, y me hace preguntar “A’er, ¿quién es el dostor?”. Me parece que difícilmente una autoridad o un alto ejecutivo de una compañía puedan ser considerados más o menos expertos que un científico, un director de una ONG preocupada de defender al medio ambiente y que ha desarrollado su trabajo por años, que intelectuales o que ingenieros con estudios de postgrado internacionales. El debate es necesario, pero libres de la descalificación que una de las partes hace constantemente sobre la otra.
Sólo para concluir la idea, hay que recordar otro tipo de falacia, “Cum hoc ergo propter hoc”, que consiste en atribuir una relación de causalidad a dos eventos que se dan juntos, aunque no necesariamente uno sea causa del otro. El famoso gráfico del crecimiento del PIB y de la demanda energética es el mejor ejemplo de este tipo de falacia: no hay prueba alguna, además de dicho gráfico propiamente tal, para afirmar dicha causalidad. Y un buen argumento que demuestra dicha falacia es que los países OCDE han desacoplado su crecimiento del PIB de la demanda eléctrica.
Una cosa sí es clara: el "Argumentum ad populum", o el argumento de la mayoría, no corre en este gobierno, el cual parece hacer caso omiso de la contundente oposición ciudadana. Al menos no habrán bombas lacrimógenas en el intertanto.
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4 Comentarios
ptorrealba
Estimado Pablo:
Junto con estar de acuerdo en algunas de las reflexiones que haces, referente a que no se puede dar por sentado un argumento sólo por venir de un experto, y parte de la frase «cuando la pasión nubla la razón» porque a mi juicio ambas cosas han pasado. Quisiera decir lo preocupante que es para mi, un ciudadano, que nadie que se haga llamar ambientalista o que este a favor del proyecto, mencione siquiera cual es su consumo personal de energía y mucho menos los esfuerzos que hacen diariamente en su vida para ahorrar en este consumo. Para mi esto es preocupante ya que muchas veces exigimos que los demás hagan esto u lo otro, sin embargo cuando la decisión pasa por uno mismo (esforzarse en apagar un artefacto, dejar de ocupar o racionalizar el uso del auto, comprar o «invertir» en ampolletas o artefactos de bajo consumo) no pensamos un minuto en que mi conducta debe ser consecuente con lo que planteo y defiendo energicamente desde un computador, una pancarta o una entrevista. Mas allá de si hidroaysen es la solución o no de todos los males, se debe reflexionar que si no existe REAL conciencia ambiental en el uso de la energía, en unos años estaremos debatiendo lo mismo pero en otro escenario.
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Saludos