¿Será posible en la humanidad actual una feliz navidad de verdad? Si es cierto que el hombre es la medida de todas las cosas, al parecer, hace rato que nos quedamos cortos como especie. Un irreverente alemán dijo dos cosas, aunque terribles, son cada vez más ciertas: «el hombre es la enfermedad del planeta» y «Dios ha muerto». Al parecer, y como está la situación en nuestro barrio global, esas oraciones se arropan cada día de mayor sentido. ¿Y qué hacer? me pregunto, y una enorme incertidumbre es lo único que obtengo a guisa de respuesta.
Reconozco que ante el dolor e intolerancia (Alepo – Venezuela – Palestina – Somalía y muchos otros etcéteras) presente y extendiéndose por el mundo a pasos agigantados, cobrando miles y miles de vidas inocentes en cada confín de la tierra, mi espíritu agota casi todas sus fuerzas para no decaer. Y hablando de intolerancias, así sea en otro nivel de confrontación y desencuentros, nuestro país parece no recordar los tiempos de odio y muerte que generó una dictadura atroz que nos dividió para siempre en todos los sentidos. Y para muestra un botón: en este Chile de nuestros tormentos (y «flaiterismo» transversal), todos parecen quererlo todo al mismo tiempo, aún a expensas de la convivencia social que debería ser la prioridad de todos los habitantes (¡ojalá ciudadanos!) del país.
Sí, lo sé, «al pesimismo de la razón hay que sumarle el optimismo de la voluntad»… pero cuesta, caramba, como cuesta. Empero, sólo una porfiada obstinación es lo que nos queda para enfrentar tanta impostura de todo orden que nos rodea. Una fe empecinada y/o un amor sin límites por todo aquello que representa el lado más luminoso de este hombre que no cambia ni aprende.
Pero más allá de todo, siempre está la esperanza… siempre nos queda el entusiasmo – ese que nos dice que los Dioses aún podrían estar en nuestros corazones – y bogar así contra la corriente de horror en todas sus formas.
¿Será posible en la humanidad actual una feliz navidad de verdad?
Paciencia de estatuas es lo que nos toca para no rendirnos. También lo sé. Porfía llena de amor y fe por unos congéneres que sabemos que serán redimidos sólo cuando el hombre deje de buscar fuera de sí aquello que desde siempre ha estado en lo más íntimo de su ser.
En fin… y a pesar de esta hora menguada que vive la humanidad, feliz navidad para todos… (y un mejor 2017), y que sin importar cual Dios es el que te representa, solo un obstinado amor al prójimo, ese que nos enseñó un niño pobre en un portal en Belén, es la clave para volver a lo mejor de cada uno de nosotros.
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